México dice basta al feminicidio en un 8M diverso y sin precedentes

La marcha mexicana del Día de la Mujer pidió el fin a todos los abusos y las violencias en contra de las mujeres

La marcha mexicana fue multitudinaria.

La marcha mexicana fue multitudinaria. Crédito: Madla Hartz | EFE

Por Marina E. Franco

CIUDAD DE MÉXICO.- Una ola púrpura clamaba al unísono: “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”.

El coro estaba compuesto por varios miles de mujeres: activistas, adolescentes, niñas, madres, hijas niñas y adolescentes, sobrevivientes, mujeres con discapacidades. Todas pedían justicia para aquellas que tenían vidas similares a las suyas, hasta que se las arrebataron.

Cada día en México son asesinadas de 7 a 10 mujeres. Y los registros oficiales y los estimados académicos contabilizan que en 2019 hubo entre 1,000 y 3,800 feminicidios, como se denomina al asesinato de una mujer por cuestión de su género, una violencia precedida por más abusos; sexuales, económicos, políticos.

Este año en particular ha habido más fastidio que en las muchas ediciones previas de marchas similares. Algunos de los casos más recientes de feminicidio en el país han sido especialmente cruentos, con el homicidio de mujeres y niñas como Fátima, de 7 años, e Ingrid, de 25.

Mientras tanto, la respuesta del gobierno ha oscilado entre hacer menos los reclamos, recortar el presupuesto de programas importantes para las mexicanas, y luego prometer tomar acciones no especificadas.

Así que la marcha de este 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, fue más concurrida con “una convocatoria inédita”, según organizadoras y los monitores de la Comisión Nacionales de Derechos Humanos y de la ONU.

Había más pesar, más duelo, y también más sororidad.

“Nos ha traído aquí el dolor, la indignación, el decirle al gobierno que no vamos a parar hasta que haya justicia para las mujeres. Somos miles y miles, y esto poco a poco se va convirtiendo en un arcoíris de mujeres gritando ‘Justicia’ y ‘Libertad'”, dijo una portavoz de las 60 asociaciones organizadoras al llegar a la plaza central de Ciudad de México, justo enfrente del palacio de gobierno presidencial.

“Queremos que nunca ninguna más sufra como Ingrid Escamilla, que ninguna niña tenga nunca que llorar como Fátima. Que ninguna madre más sufra una perdida así, porque es una menos que padecemos todas nosotras”, agregó.

La “hipocresía” de las autoridades

Actualmente en México las violencias hacia las mujeres se expresan de muchas más maneras que el feminicidio: el año pasado el 99.7% de los reportes de violación y abuso sexual quedaron impunes. Es una de las razones por las que muchísimas mujeres ni siquiera reportan los delitos que han padecido; el saldo negro de crímenes no registrados por autoridades es mayor al 90%.

Además, las mexicanas ganan 23% menos que los hombres en puestos similares, mientras que el 77% dice padecer la inseguridad en las calles y un tercio dice haber sufrido acoso sexual, según datos públicos.

El mismo domingo algunas fueron afectadas por el lanzamiento de gases lacrimógenos por parte de agentes de seguridad cuando estaban en el Zócalo. Otras manifestantes, que iban encapuchadas, expresaron su fastidio rompiendo vallas policiales y con pintas.

En ese contexto, dijo la portavoz de los grupos organizadores del domingo, “no se entiende que al Estado le importe más la venta de boletos de lotería o si queda pintada la puerta de Palacio Nacional o la piedra de un monumento“.

Lo dijo en referencia a comentarios del presidente López Obraror de que no quería que “el feminicidio fuera el tema” al hablar de una rifa que organiza, y de las quejas cuando algunas manifestantes han realizado pintas en monumentos.

Así que algunas de las manifestantes quisieron exponer lo que llaman la hipocresía de pensar más en estatuas que en las vidas de las mujeres.

Michele López se disfrazó de la mujer en la cima del Ángel de la Independencia, uno de los monumentos más reconocibles de todo México. Traía en su mano un cartel: “Ahora que soy monumento, ¿ya me cuidan? ¿Ya me protegen?”.

López dijo que se inspiró en Antonieta Rivas Mercado, promotora del arte y activista por los derechos de las mujeres cuyo padre fue el arquitecto del Ángel.

“Es aterrador que en estos momentos haya más eficiencia para limpiar una piedra que para encontrar a una niña de 7 años”, indicó López, en referencia a las omisiones de autoridades que dificultaron encontrar con vida a Fátima cuando su familia la reportó desaparecida a principios de febrero.

La de López no fue la única postura comunicada por medio del arte en el 8M.

En el Zócalo de la ciudad, horas antes de la marcha, un grupo artístico realizó una intervención para dejar pintados los nombres de algunas de las víctimas de feminicidio, y otro grupo marchó con una escultura giratoria de la cual colgaron pañuelos que tenían escritos los nombres de las miles de mujeres asesinadas en últimos años.

En la escultura también había pañuelos sin nombres, para representar a aquellas mujeres fallecidas por la violencia cuyos nombres no se conocen porque sus restos no han sido identificados o encontrados todavía.

“Es muy emocional y muy fuerte, pero es nuestra manera de contribuir, de asegurarnos de que hoy nos acompañen aquí todas las que ya no están físicamente”, dice Andrea L., artista que colaboró con un grupo de mujeres para crear la estatua.

“Y solo espero que no tengamos que agregar ninguna mujer más a los pañuelos, que no perdamos ni a una más”.

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