Deportan a chileno que ayunó por protecciones contra coronavirus
Él mismo pidió su deportación ante el miedo de ser contagiado por la pandemia
LOS ÁNGELES – Después de pasar más de tres meses bajo custodia en el Centro de Detención de Adelanto donde participó en una huelga de hambre para exigir protecciones contra el coronavirus, Francisco Zúñiga fue deportado a Chile.
“Estoy feliz de ver a mi familia, de disfrutar de la libertad y hacer lo que quiera. Hasta ver los edificios me da gusto. Se acabó la tormenta”, dice Francisco, de 27 años de edad, quien llegó a Santiago de Chile el martes 2 de junio.
Sin embargo, reconoce que regresa preocupado por sus compañeros chilenos y de otras nacionalidades que permanecen detenidos en Adelanto.
Francisco fue arrestado a finales de febrero por agentes de la Patrulla Fronteriza en las inmediaciones de San Diego cuando el vehículo en el que viajaba fue parado. “Andaba con unos amigos, y traía vencida la visa de turista con la que había entrado al país en agosto de 2019”, dice.
Tan pronto cayó en el Centro de Detención de Adelanto, pidió su deportación. Pero la suspensión de vuelos que trajo el coronavirus retrasó su salida del país.
Al principio, su deportación fue prevista para el 24 de marzo. Luego se pospuso para el 4 de mayo. Finalmente lo enviaron a su casa el fin de semana pasado.
“Los oficiales de migración me avisaron el viernes como a las 11 de la noche que preparara mis cosas”, recuerda.
A las 7 de la mañana del día siguiente, ya estaba en un avión con rumbo a Miami; y de ahí lo pusieron en otro vuelo rumbo a Santiago de Chile.
Al llegar a la capital chilena, por disposición gubernamental fue puesto en cuarentena por 14 días en la casa de sus padres. Una vez que cumpla con ese requisito, podrá reunirse con su esposa Margarita y su hijo Martín, de cinco años de edad, que viven en la ciudad de Los Andes, a unos 65 kilómetros de Santiago de Chile.
Además del encierro y las condiciones que se viven en Adelanto, lo más terrible que Francisco cuenta que padecieron en los últimos meses, es el miedo al coronavirus.
“Días antes de que me deportaran se confirmó el primer caso de contagio”, dice.
“Apenas hace un par de meses cuando La Opinión publicó la huelga de hambre que hacíamos en Adelanto, nos dieron mascarillas. Nos dan una cada tres días”, comenta.
Los inmigrantes – dice – están conscientes de que el coronavirus lo pueden traer los guardias a los centros de detención, porque son los que entran y salen todos los días.
Francisco vino a EE. UU. en busca de una vida mejor para su familia. Como traía la experiencia de trabajar en los centros de esquí de Los Andes, durante el invierno laboró en las estaciones de esquí de la pequeña ciudad de Big Bear en California. “Quería ver otra realidad del turismo”, dice.
Cuando terminó la nieve, se movió al Valle de San Fernando, donde trabajó en restaurantes hasta que fue detenido.
En Adelanto, Francisco participó en una huelga de hambre por 15 días para denunciar la falta de protecciones contra el coronavirus. “Es imposible mantener la distancia social. Cuando una persona estornuda, le echan una mirada dura los demás, como temiendo que ya esté contagiado del virus, y nos los vaya a pasar a todos”.
Platica que cuando estuvieron en el ayuno de protesta, nunca nadie de las autoridades se acercó a ellos para ver cómo estaban.
“Adentro hay gente de todas las edades, desde los 18 años hasta abuelitos. Todos están peleando una batalla que no saben si van a ganar. Muchas veces nos peleamos entre nosotros mismos porque estamos bajo mucho estrés”.
Y enfatiza que entre los inmigrantes detenidos se vive una incertidumbre constante: “No saben si van a ganar sus casos, y cuando les dan la oportunidad de salir, les ponen fianzas altísimas de $25,000 a $30,000 dólares como sucede con mi amigo chileno Marcelo Guzmán, quien ya lleva seis meses detenido”.
Francisco dice que los más de nueve meses que vivió en Estados Unidos, lo hizo darse cuenta que este país es muy racista. “La gente no es feliz. Trabaja mucho, ve poco a su familia. No hay convivencia entre vecinos. Y quienes no tienen papeles, viven con miedo constante a que los puedan detener”.
Al llegar a Chile, a la casa de sus padres, lo que más disfrutó fue comer carne asada; y en cuanto cumpla la cuarentena quiere reunirse con su familia y volver a trabajar en el turismo y el deporte de aventura.
“Quisiera dejar atrás la pesadilla que viví en Adelanto, pero no puedo porque sé que hay gente ahí que está sufriendo como mi amigo Marcelo que lucha por quedarse en Estados Unidos”.
Pide a quienes fueron sus compañeros en Adelanto, mantener la fuerza y no quedarse callados. “En realidad, el encarcelamiento de inmigrantes es un negocio que atenta contra los derechos humanos. Solo les interesa el dinero por mantener a la gente encerrada”.
Juan José Gutiérrez, coordinador de la Coalición de Derechos Plenos para los Inmigrantes, dijo que le gustaría que las luchas heroícas que libran los inmigrantes, tuvieran alcance nacional e internacional como el caso de George Floyd, asesinado el 25 de mayo por un policía de Minneapolis.
“No es competencia para ver quién está más oprimido, pero las violaciones de los derechos humanos a los inmigrantes no es que pasen desapercibidas si no que no son reconocidas como la realidad lo demanda”.
Menciona que la lucha de los inmigrantes detenidos de toda América Latina como la de Francisco Zúñiga y Marcelo Guzmán es por no ser tratados como criminales cuando solo vienen a buscar trabajo.
“Necesitamos que la mentalidad de nuestra comunidad cambie. Necesitamos buscar la forma de reelanzar un movimiento para que se respeten los derechos humanos de todos los latinos”.
Cita que entre el 1 de enero de 2015 y el 30 de junio de 2016, hubo en el área de Los Ángeles 58 muertes a manos de la policía, 35 fueron de latinos, 11 de afroamericanos o de la raza blanca. Por cada tres latinos, matan a un afroamericano.
“Cuando se habla de la violencia policíaca, los latinos somos invisibles. Somos los que más muertos ponemos, pero somos menospreciados en cuanto a la lucha que damos. A nosotros nos ningunean más que a otras personas”.
El líder dijo que la experiencia de Adelanto tratando de apoyar a los chilenos como Francisco y Marcelo en su huelga de hambre, le dejó un sabor agridulce. “Estoy contento de que Francisco ya esté con su familia, pero se siguen violando los derechos de los que permanecen detenidos. Ante el ataque del coronavirus, las autoridades jamás consideraron poner en libertad a los inmigrantes, y los siguieron tratando peor que delincuentes”.