Beethoven: cómo se quedó sordo (y aun así pudo crear algunas de las mejores obras de la historia de la música)
Este 16 de diciembre se cumplen 250 años de su nacimiento
Viena, mayo 7 de 1824. Príncipes y nobles, la crema de la aristocracia y la élite cultural vienesa se congregaron en el Teatro Imperial y de la Corte Real de la ciudad para lo que sería un evento extraordinario, el estreno de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven.
La expectativa no era tal sólo porque hacía tiempo que el compositor y director no producía una sinfonía, sino porque no había aparecido sobre el escenario en 12 años.
Pero ahí estaba el gran maestro, en el podio, frente a una de las mayores orquestas jamás reunida para un concierto como ningún otro, que incluiría algo inédito en este género musical: la voz.
De espaldas al público, Beethoven dirigió a los músicos con una pasión desenfrenada, sacudiendo su cuerpo y agitando sus brazos al compás de la música.
Tan ensimismado estaba que al final de la pieza continuó gesticulando, hasta que una de las solistas se le acercó y le dio la vuelta para que pudiera ver los estruendosos aplausos que no podía escuchar.
Para entonces, Beethoven estaba profundamente sordo.
Hay varias versiones de este incidente, comentó a BBC News Mundo Laura Tunbridge, profesora de música de la Universidad de Oxford y autora de la reciente biografía Beethoven: A Life in 9 Pieces (“Beethoven: una vida en nueve piezas”).
“Estuvo en el podio durante el estreno (de la sinfonía), pero había un director musical a su lado que mantuvo las cosas en orden, porque para ese entonces ya se sabía que hacía tiempo que Beethoven había dejado de ser un director fiable”, explica.
“Al parecer el aplauso sucedió durante uno de los movimientos, porque el público quería escucharlo otra vez”.
Pudo haber sido una velada caótica, no sólo por la presencia inusual de compositor sordo, sino por la duración y complejidad de la pieza y los pocos ensayos que se solían hacer en esa época.
“Es increíble que saliera tan bien, dada la falta de preparación”, señala la profesora Tunbridge.
Vida compleja, música revolucionaria
En todo caso, esa escena representa en un solo momento la gloria y tragedia que marcó la compleja y contradictoria personalidad de Beethoven, cuyo nacimiento en Bonn, Alemania, hace 250 años se conmemora este 16 de diciembre.
La fecha es estimada, pues sólo se sabe con seguridad que fue bautizado el 17 de diciembre de 1770.
Un compositor de imponderable imaginación, pasión y poder, se formó durante una época de agitación política marcada por las Guerras Napoleónicas.
Y fue reconocido y adoptado como una de los músicos más famosos de Viena, una ciudad muy consciente de su legado y estatura en ese ámbito.
“De muchas maneras revolucionó el alcance de la música en términos de sonido y volumen, su ambición y la idea de que esta puede expresar ideas y sentimientos; (demostró que la música) no es sólo un espectáculo, puro entretenimiento, sino algo mucho más profundo”, dice la académica.
“Beethoven fue clave en el establecimiento de esa actitud hacia la música, de elevarla a una forma de arte“.
Pero al mismo tiempo también tenía fama de irascible, egoísta, narcisista, insociable, huraño, frustrado en el amor, desarreglado, tacaño, hipocondríaco y alcohólico.
Eso forma parte del mito romántico de Beethoven, asegura Tunbridge, porque “preferimos la imagen del artista torturado por sus demonios internos y sus males físicos”.
Pintarlo como un maestro que se dedicó a su arte por encima de todo, con la capacidad de crear piezas que van más allá de nuestra imaginación, lo hace parecer alguien fuera de este mundo.
Catálogo de males
Lo cierto es que el compositor sufría de muchas afecciones a la salud, por las que estuvo sometido a algunos horripilantes y hasta ridículos tratamientos médicos de la época que, en ciertos casos, exacerbaron sus malestares.
Una serie de expertos modernos llevó a cabo investigaciones forenses históricas para tratar de determinar qué enfermedades padecía, cuál era la correlación de estas con su sordera y cómo influyeron en su personalidad y creación musical.
El neurocirujano británico Henry Marsh mostró todo un catálogo de males, tal como se diagnosticarían hoy en día, en el documental del Servicio Mundial de la BBC “Diseccionando a Beethoven”.
Según el doctor, el compositor sufrió una “enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome del intestino irritable, diarrea violenta, enfermedad de Whipple, depresión crónica, envenenamiento de mercurio e hipocondriasis”.
Un día después de la muerte de Beethoven, el 27 de marzo de 1827, el destacado médico Johannes Wagner realizó una autopsia al cadáver y le encontró el abdomen inflamado y el hígado curtido y de casi un cuarto del tamaño normal; indicaciones todas de cirrosis por consumo de alcohol.
El alcoholismo era un mal de familia: lo había sufrido su abuela y su padre era un reconocido borracho.
Beethoven tomaba vino con regularidad y en ocasiones sociales, aunque en aquella época era un común sustituto del agua impura, según la profesora Tunbridge.
No obstante, “sus médicos le recomendaron que redujera la cantidad, algo curioso porque el daño asociado con el alto consumo de alcohol no se conocía mucho en ese entonces”, añadió la experta.
William Meredith, investigador del Centro de Estudios de Beethoven de la Universidad de San José, California, estableció una conexión entre el consumo de vino y un posible envenenamiento por plomo, basándose en una muestra de cabello del compositor que se analizó químicamente e indicó la presencia de ese metal.
Se sabe que los comerciantes de esa época metían el mosto —zumo de la uva— en barriles interiormente forrados de plomo para su fermentación. Aquello proveía a la bebida una textura almibarada y un sabor azucarado que la gente consumía con gusto, sin conocer su toxicidad por el contacto con el metal pesado.
El envenenamiento de plomo puede producir daño neurológico, aunque no hay manera de probar que Beethoven lo sufriera.
¿Cómo perdió la audición?
Lo que sí es definitivo es que su aparato auditivo quedó profundamente afectado, según lo observó en la autopsia el doctor Wagner.
El investigador Meredith le dijo a la BBC que la sordera pudo tener relación con sus males abdominales, ya que ambos se presentaron más o menos al mismo tiempo.
“Además, Beethoven se quejaba constantemente de fiebres y jaquecas, que padeció por el resto de su vida”.
Otra teoría es la del doctor Philip Mackowiak, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, quien apunta a a la sífilis congénita como posible afección.
Como enfermedad “importada” del continente americano, la sífilis arrasó en Europa, causando graves problemas en una población indefensa. En esa época estaba desbocada.
En el caso de Beethoven, según Mackowiak, la enfermedad se manifestó como afecciones gastrointestinales y en el tipo de sordera que tuvo.
Pero el neurocirujano Henry March cree que no hay pruebas contundentes de ello, al no existir un diagnóstico moderno de su salud. Según él, todo lo que se puede hacer es especular.
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El trauma de la sordera
Sea como fuere, lo que se ha podido establecer es que los problemas de audición le empezaron entre 1897 y 1898.
Y fue posible gracias a una carta que se encontró después de su muerte y que se conoce como el “Testamento de Heiligenstadt”.
Es un documento dirigido a sus dos hermanos, que Beethoven escribió en 1802 en la localidad de Heiligenstadt, donde había ido para recuperar la salud.
En él expuso toda su alma y sus pensamientos más profundos, abordando cómo lo asediaba la sordera y cómo eso explicaba su comportamiento errático.
“… hace casi seis años he sido golpeado por un mal pernicioso que médicos incapaces han agravado” escribió, detallando como se ha visto obligado a aislarse, a “vivir lejos del mundo, en solitario”.
“Debo vivir como un proscrito. Si me acerco a la gente, me atenaza en seguida una angustia terrible: la de exponerme a que adviertan mi estado“.
“¡Ah! cómo confesar la debilidad de un sentido que en mí debería existir en un estado de mayor perfección, en un nivel de perfección tal que muy pocos músicos la hayan conocido”, declaró angustiado.
El doctor Mackowiak le describió a la BBC la condición como “una sordera rara, en términos de hoy en día, pues empezó lentamente y progresó a lo largo de unos 25 a 30 años”.
Al comienzo fue perdiendo la capacidad de oír ciertas frecuencias, y con el tiempo se sumaron más y más.
“Es muy difícil saberlo”, explica la profesora Tunbridge. “Hay reportes que lo describen sordo y hablando alto, pero no se sabe exactamente cuál era la situación”.
Para 1818 ya le costaba entender lo que la gente decía, por lo que le pedía escribir sus preguntas y comentarios.
Aunque algunas anécdotas registradas al final de su vida apuntan a que aún podía captar ciertos sonidos, aunque fuera de forma tenue, como cuando se sorprendió por haber escuchado un grito agudo.
La vibración de la música
A pesar del trauma de su sordera, combinado con la frustración de no haber podido casarse, siguió componiendo y creando las que fueron quizá sus piezas más expresivas, conmovedoras y experimentales.
“Lo interesante del Testamento de Heligenstadt es que nunca envió la carta a su hermanos”, dijo la profesora.
“(En ella) decide que la vida sigue teniendo valor y que continuará componiendo y que su música lo salvará”.
El instrumento de Beethoven por excelencia era el piano, así que siguió componiendo con él, con ayuda de varios dispositivos añadidos para amplificar el sonido.
Tom Beghin, pianista e investigador del Instituto Orpheus, de Bélgica, fue el que creó estos dispositivos de amplificación que acentuaban las vibraciones de los instrumentos para que pudiera sentirlos cuando los tocaba.
Pero eso no era lo esencial.
“Hay que tener en cuenta que los músicos dependen mucho de su imaginación, que puden escuchar los sonidos en su cabeza, y Beethoven creaba música desde la niñez”, explicó Tunbridge.
“Así que tal vez no podía escuchar el mundo exterior, pero no hay motivos para pensar que la habilidad de escuchar la música en su mente se hubiese deteriorado, ni que hubiese disminuido su creatividad musical”.
Potencia y exuberancia
Debió haber sido increíblemente frustrante escribir música para que otros la interpretaran y no poder disfrutarla en su totalidad.
Pero así como la sordera lo convirtió en una persona difícil y malhumorada, también obligó a Beethoven a inyectarle más potencia a su música y darle una expresión física.
El compositor británico Richard Ayres, quien también sufre de sordera y estrenó este año una pieza inspirada tanto en Beethoven como en su propia pérdida de audición, explicó en el documental de la BBC que como resultado el gran maestro tuvo que crear una música “más exuberante”.
“Las líneas musicales deben resaltarse más y ser más claras”, comenta. “Si no puedes escuchar bien, dependes de la energía de los músicos también para expresar la música”.
Eso es lo que Beethoven les exigía a sus músicos, dice Ayres, que pudiera ver sus movimientos corporales y la manera en la que se enfrentaban al instrumento.
Varios intépretes modernos cosideran que la sordera mejoró su música de muchas maneras.
Le dio una cualidad pulsante, la llevó por callejones inesperados, hasta estrambóticos, a momentos desgarradores y conmovedores.
Es el caso de una de sus últimas piezas, el cuarteto de cuerdas No.15, Opus 132, que contiene el movimiento “Heiliger Dankgesang” y fue creada en agradecimiento a Dios por haberlo ayudado a recuperarse de un mal.
Humanidad y esperanza
“Todos los ejemplos de su insociabilidad y sus enfermedades son verdad”, reconoce la profesora Tunbridge. “Pero eso no es lo único que era”.
“Hay un lado de Beethoven más ameno y amistoso. No era sí todo el tiempo, pero sí lo fue lo suficiente como para desmontar la imagen monocromática que tenemos de él. Hay otros aspectos que muestran sus cualidades humanas”.
Que Beethoven compusiera una oda a la alegría en uno de sus momentos personales más difíciles es una muestra del sentido de esperanza que inundaba sus últimas obras, afirma la musicóloga de la Universidad de Oxford.
Durante mucho tiempo, desde su juventud, había querido musicalizar el poema homónimo de Schiller y había buscado muchas maneras de hacerlo hasta que le encontró un espacio dentro de la Novena Sinfonía.
“Pienso que los ideales expresados en el texto, los de hermandad y felicidad, es lo que Beethoven creía en términos políticos y de cómo debía ser la sociedad”.
“Mantuvo esa perspectiva hasta el final de su vida, y eso es algo que no podemos obviar”.
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