Diáspora dominicana en NYC mira el futuro con optimismo
La Independencia Dominicana se conmemora en la Gran Manzana en medio de las peores dificultades de esta comunidad en décadas. "Tenemos a nuestro favor la chispa y el optimismo", dicen activistas
La comerciante quisqueyana Maribel Feliz izó con orgullo varias banderas de su país, en la calle 181 en Washington Heights, con motivo de la Independencia de República Dominicana que se conmemoró el fin de semana, pero este año con un matiz diferente: sin grandes eventos y en pleno proceso de recuperación, ante los embates del COVID-19 contra esta comunidad hispana que es la más grande de la Gran Manzana, y que tiene como hogar principalmente al Alto Manhattan.
“Nosotros con entusiasmo salimos de esta. Llevamos nuestra patria en el corazón y venimos aquí a trabajar. Este año nos tocó duro con esto de la pandemia, pero vamos hacia adelante. Fue muy triste ver tanta gente de nuestra comunidad morir. Ahora vamos a superarnos y a aprender a cuidarnos más”, reaccionó la isleña.
“Chispa y trabajo”
“La diáspora dominicana le ha impreso chispa y trabajo a la ciudad. Y esta conmemoración es un reconocimiento por parte de la ciudad de Nueva York. En este momento, en donde los vecindarios del Alto Manhattan fueron los que más sufrieron los efectos de esta crisis de salud pública, nos muestra una vez más cuáles son los características de esta diáspora”, dice Ángela Fernández, ex presidenta del desfile dominicano en la Gran Manzana.
A propósito de la pandemia, Fernández expone que se permitió visibilizar el sentido de ‘solidaridad’ de los inmigrantes quisqueyanos, que no pudieron quedarse en casa en cuarentena, sino que salieron a sumar su mano para activar desde el principio de la crisis, muchos servicios esenciales.
“El Alto Manhattan es el epicentro de la clase trabajadora de este condado. En medio del dolor de la pandemia, vimos a nuestros taxistas, bodegueros, trabajadores de la industria de alimentos y de salud, saliendo sin miedo, pero también tendiendo su mano a quienes más lo necesitaban como voluntarios. ¡Eso son los dominicanos! y esa es nuestra herencia principal en circunstancias difíciles: esfuerzo y apoyo a los demás”, describe quien estuvo al frente de la Coalición de Inmigrantes del Alto Manhattan.
Se estima que en Nueva York viven 2 millones de dominicanos, de los cuales entre 750,000 y 800,00 residen en la Gran Manzana.
De acuerdo a todas las aproximaciones demográficas, datos que podrían ser confirmados con los resultados del Censo 2020, se trata de la comunidad inmigrante que más ha crecido en los últimos 10 años, solo comparado con China y Bangladesh.
Y la mayoría de estos nacionales viven en vecindarios del Alto Manhattan y El Bronx, justamente una de las localidades en donde desde la primera expansión de la infección del coronavirus en la ciudad en la pasada primavera, y durante la “segunda ola” entre noviembre y enero, tuvo que hacer frente a unas de las mayores tasas de contagios.
Malos tiempos en la “Pequeña República Dominicana”
Eleazar Bueno, actual presidente de la Cámara de Comerciantes de Washington Heigths que opera en la ciudad desde 1921 y líder de la Junta Comunitaria 12 de Manhattan, describe que en medio de las fechas de la patria dominicana, si algo debe definir a esta comunidad de la diáspora en Nueva York, es su “capacidad de imponerse con alegría a sus dificultades”.
“A pesar de que se trate de que la mayoría viva bajo la línea de la pobreza, sin las estructuras económicas y de salud. Es una población que ha salido con entusiasmo a vencer la pandemia. El sector comercial y de emprendedores, especialmente de los pequeños restaurantes se ha visto muy castigado. Vienen tiempos de recuperación para una economía que ya estaba frágil”, razona Bueno.
El dirigente comunitario dominicano asegura que sus connacionales, en muchos casos vienen de la isla con una visión de hacer negocios muy distinta. Y posiblemente esta tragedia, es una forma de llevarlos a entender que la forma cómo se emprende comercialmente en este país es distinta.
“Nuestros pequeños empresarios le tienen resistencia a la solicitud de préstamos, por citar solo un ejemplo. Debemos trabajar por una asimilación cultural de las finanzas, para reavivar la economía y proveer más información incluso de los recursos que ofrece la Ciudad para reflotar a los negocios que estaban abiertos antes de la pandemia. Ese es un reto”, dijo Bueno.
De acuerdo con un informe del Contralor del Estado Tomás DiNapoli antes de la pandemia, el número de pequeñas empresas en Washington Heights e Inwood se habían incrementado de manera ascendente en un 10.3% y alcanzó el récord de 3,049. La tercera parte de ellas tenían menos de cinco empleados.
Aunque no hay una panorámica clara de cómo la pandemia derribó este crecimiento de emprendimientos comerciales, en su mayoría en manos de familias quisqueyanas, sí hay un consenso en que la vitalidad comercial de los vecindarios del corazón de la Pequeña República Dominicana en Nueva York pasa por momentos difíciles.
“Tenemos mucha gente viviendo de los beneficios del desempleo por aquí y ya no gastan lo mismo porque no saben qué viene. Pero nosotros seguimos apostando a Nueva York. No queda otra. Cuando aquí hay una tos, en nuestro país hay una neumonía fatal”, reacciona Héctor Febres, el dueño de un pequeño restaurant en la 182 y la avenida Fort Washington.
La educación como arma para progresar
Varias noticias en las últimas semanas que involucraron a inmigrantes dominicanos, con hechos sangrientos en un momento en el cual la Gran Manzana además enfrenta la pandemia de las balas y la violencia, hizo reaccionar a algunos sectores sobre lo que describen como una errónea “etiqueta”, de asociar la delincuencia en la ciudad, que ha tomado vuelo el último año, con la comunidad dominicana.
“Se trata de hechos aislados, que son lamentablemente los que más se destacan en los medios. La verdad es que hay que recordar por ejemplo que somos el grupo hispano que más tiene presencia en las universidades, es decir hay toda una generación de jóvenes que se está formando para recibir un diploma, como ninguna otra diáspora”, destaca el dirigente comunitario Eleazar Bueno, quien es egresado universitario en el área de Finanzas.
La apreciación de Bueno cobra sentido con un seguimiento que ha realizado desde hace 20 años el Instituto de Estudios Dominicanos en la City University de la ciudad de Nueva York (CUNY).
“Desde 1990 se empieza a notar una diferencia entre la tasa educativa de los jóvenes nacidos aquí, en promedio de edad de 25 años, de padres dominicanos, que han obtenido algún título. Especialmente en el sistema de universidades públicas, sin lo comparamos con generaciones anteriores. Y si se contrasta con otros grupos de inmigrantes en la ciudad, como los puertorriqueños y los mexicanos”, explicó Ramona Hernández, directora de este instituto de CUNY.
La tendencia en los últimos años es que dentro del universo del 25% de estudiantes hispanos de CUNY, el 34.9% son alumnos de padres dominicanos y dentro del grupo de alumnos de origen latinoamericano que alcanzan estudios superiores de maestrías y especializaciones, el 22.8% son quisqueyanos.
“Hemos observado que a pesar de los obstáculos de la pobreza y una tasa muy alta de madres solteras, que son la cabeza de su hogar, hay una actitud general de la comunidad dominicana de entender la educación como un arma para progresar. Eso lo hemos analizado y nos impresiona”, destacó Hernández.
¡Somos gente trabajadora!
El comerciante Jota Eme Martínez, de 62 años, se define como dominicano “hasta la tambora” y con 44 años en Nueva York confiesa que todos los días insiste a las nuevas generaciones en su familia para que “estudien y estudien”.
“Ya todo ha cambiado. Ahora es muy difícil y más con los tiempos que vienen, que si un joven no estudia pueda progresar. Nosotros los dominicanos somos gente que vino a luchar. Pero el porvenir se hace muy complicado para quien no tenga una profesión”, dijo el isleño.
El joven comerciante Junior Paulino, que tiene dos hijos, también asegura que su gran “obsesión” es que ellos puedan tener una mejor vida, una carrera universitaria para contribuir tanto a este país como a República Dominicana.
“Uno se esfuerza haciendo cualquier trabajo y haciendo frente a las oportunidades que se presentan aquí en este país, pero el camino que te queda es impulsar y sacrificar todo para que tus hijos estudien. Y aprovechen las oportunidades de progreso que tiene este país a pesar de las dificultades”, concluyó Paulino.