Invertir en la gestión emocional es clave de éxito en la empresa
Estallar como una bombona de butano solo conduce a hacer daño alrededor y a uno mismo
La ira es una emoción como otra cualquiera. Tenemos todo el derecho del mundo a sentir enfado ante la frustración, la confrontación, el ataque, la incompetencia… Enojarse es inevitable y universal, incluso saludable: nos permite reaccionar ante lo que nos desagrada. Sin embargo, la diferencia entre quienes saben manejar su enfado y quienes no lo consiguen, está marcada no solo por sus habilidades de gestión, sino por algo más: la capacidad para extraer lecciones provechosas.
Para aprender de los enojos es importante preguntarse:
- ¿Qué me hace enfadar? ¿Y si ese «no soporto a la gente que…» estuviera en nuestro interior? El psiquiatra y psicólogo Carl Jung decía que «todo lo que nos irrita de los demás puede llevarnos a comprendernos a nosotros mismos». Tal vez el compañero egocéntrico choque con el propio egocentrismo; o bien, todo lo contrario: el perezoso es realmente lo más opuesto a nuestra entrega al trabajo. Un análisis de aquello que provoca ira nos permitirá entendernos y entender a los demás.
- ¿Es mejor callarse? Asumir que es «mejor no decir nada», que «para qué liarla más», es un error. Quienes no comunican su enfado se dañan a sí mismos sin resolver los problemas. Shakespeare lo expresaba así de claramente: «La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro». Además, cuando se trata de aspectos realmente malos, como puede ser la injusticia, la discriminación, la falta de ética, el silencio resulta intolerable.
- ¿Cuándo voy a manifestar mi enojo? Debe ser una acción meditada, no inmediata. Estallar como una bombona de butano solo conduce a hacer daño alrededor y a uno mismo y, sin duda, a lamentar las consecuencias. Cuando estamos bajo presión, se dificulta el pensamiento lógico y se dispara la respuesta emocional. En los momentos críticos, hay que reconocer la tensión para alejarse, tomarse un respiro, calmarse, no responder al momento (ni de manera personal, ni por email), tal vez compartir el problema con alguien de confianza… Se trata de darse tiempo para canalizar esa ira.
- ¿Cómo voy a expresar mi ira? Es necesario expresar la irritación de manera respetuosa y constructiva, con autocontrol y asertividad, sin sarcasmos ni comentarios hirientes, sin intimidar ni humillar. Conviene entrenar la respuesta: hablar con amabilidad, no atacar personalmente, no estar a la defensiva, empezar con frases como «quizá esté equivocado, pero…», expresar los sentimientos, exponer el problema, hacer preguntas, defender la postura con frases como «yo lo veo de una forma diferente…».
- ¿Qué puedo aprender para la próxima vez? Aprovechemos los enfados para conocer a los otros y a nosotros mismos, extraer lecciones valiosas y entrenar nuestra inteligencia emocional. Por cierto, invertir en formación para la gestión de las emociones es una apuesta segura para liderar con éxito, construir equipos cohesionados y garantizar la productividad de las empresas.