Cuba del Norte, Cuba del Sur

Hay dos feroces protagonistas enfrentadas: la “Cuba mental” de los mezquinos con su hipocresía cómoda y trasnochada. Y la “Cuba real” ultrajada, sarnosa, olvidada por la Historia, con fe en un futuro digno. ¿Cuánto falta para el capítulo final y, sobre todo, quién vencerá?

Delia Fiallo en Miami, 2014.

Delia Fiallo en Miami, 2014. Crédito: Andrés Correa Guatarasma | Cortesía

EFE.- Donde esté, Delia Fiallo debe andar entusiasmada siguiendo el levantamiento en su isla natal que, para su eterna rabieta, luego invadió por “invitación” a la nación desde donde sus creaciones la hicieron mundialmente conocida.

“En el exilio descubrí que patria no es solamente el lugar donde se nace, sino también donde se lucha, donde se triunfa, donde amas y eres amado… Cuando salí de Cuba, si no caigo en Venezuela mis novelas no hubieran existido, porque allí respetaron mi creatividad”, afirmó con nostalgia en 2014, viendo indignada las sangrientas represiones en Caracas mientras Gustavo Dudamel dirigía una fiesta en el palacio presidencial.

Hoy a sus hermanos venezolanos decentes –que son la gran mayoría–, las protestas en Cuba les generan empatía y terror, porque sabemos como pocos en Latinoamérica lo que es la represión, ser apátrida y emigrar por hambre en el siglo XXI. Lo hemos visto, no nos las han contado. Lo explicamos mil veces, aunque siempre salta un analista que sabe “más” y nos pretende dictar cátedra.

Para fortuna de los cubanos, su oposición no tiene intereses económicos ocultos –ya quisieran– ni teléfonos de última generación para achantarse a “hacer patria” y negociar “paz” desde las teclas, ni proteínas, pasaportes ni corbatas. Sus opciones son casi sinónimos: miseria, cárcel o muerte. No tienen nada que perder. Por eso son más peligrosos, gracias a dios.

¿Con quién cuentan los cubanos para salir de la dictadura más larga y salada de América? ¿Con EE.UU. que lleva más de 60 años “observando”? ¿Con el papa Francisco que nunca ha ocultado su debilidad por los Castro? ¿Con la ONU que tiene a Rusia y China en el Consejo de Seguridad, y a la Comisionada Bachelet de Derechos Humanos que cuando murió Fidel lo llamó “un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina”?

No, los cubanos sólo cuentan con Santa Bárbara o la Caridad del Cobre –según sus creencias–, pero sobre todo con ellos mismos, con sus almas y cueros, estén donde estén: en su isla, en el exilio, en las tumbas, en el mar donde se han ahogado tratando de huir, o en los genes de sus descendientes ya diluidos con otras nacionalidades.

Triunfarán algún día por sí mismos, como el Conde de Monte Cristo que se escapó de la cárcel para imponer justicia, como sólo los grandes y elegidos mártires pueden hacerlo.

Telenovela o no, aquí hay dos feroces protagonistas enfrentadas: la “Cuba mental” de los mezquinos que se han embargado a sí mismos con su hipocresía cómoda y trasnochada. Y la “Cuba real” ultrajada, sarnosa, olvidada por la Historia, con fe en un futuro digno, que de tanto padecer, ya no le teme a nada ni nadie. ¿Cuánto falta para el capítulo final y, sobre todo, quién vencerá?

En esa tarea, nadie como la habanera Delia Fiallo puede ayudar, tras dejar el legado de ser quizás la más prolífica profesora de español que el mundo ha conocido, con miles de empleos creados y un estimado de “dos mil millones de televidentes”, según reseñó la Agencia EFE en 2011.

Completamos juntos su biografía oficial para postularla al “Premio Enrique Anderson Imbert” de la Academia Norteamericana de la Lengua Española en 2015, redescubriendo sus hilos de Ariadna y Penélope, perdidos en esos tiempos cuando la radio y luego la TV era el centro de la reunión familiar, y la gente podía concentrarse más de tres minutos en una sola cosa. “El gran fallo del mundo actual es que tenemos poco espacio y tiempo para soñar”, sentenció.

Siempre escribiendo a máquina, nunca en computadora, Delia enseñó como nadie sobre amores y odios, sueños, frustraciones, humillaciones, envidias, hipocresías, parientes extraviados y justicias tardías. Se ausentó hace poco, cinco días antes de cumplir 97 años. Y menos de dos semanas después, comenzaron a llegar noticias inéditas y casi milagrosas desde Cuba. ¿Coincidencia?

Andrés Correa Guatarasma es un corresponsal y dramaturgo venezolano que reside en Nueva York, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

(Las Tribunas expresan la opinión de los autores, sin que EFE comparta necesariamente sus puntos de vista)

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