Cómo afecta la comida chatarra la salud cerebral y el estado de ánimo

La mayoría de nosotros somos conscientes sobre el impacto de la dieta, en afecciones crónicas de salud. Sin embargo, no solemos tener claras sus consecuencias en la salud del cerebro, el funcionamiento cognitivo, la salud mental y emocional. Se ha descubierto que un alto consumo de procesados aumenta el riesgo de depresión y otras alteraciones mentales

Comida rápida y diabetes

De acuerdo con un reciente análisis de diversos estudios, sobre el consumo de procesados y la salud cerebral. Una población bien alimentada es más capaz de soportar el estrés. Crédito: Shutterstock

Existen muchos factores que influyen en nuestra conducta, estado emocional y funcionamiento cerebral. Y uno de los principales es la calidad de la dieta. Lo cierto es que mucho se ha dicho sobre la alimentación típica de los estadounidenses, la cual se caracteriza por un alto consumo de productos ultraprocesados. Si bien no es una dieta deficiente en macronutrientes: los estadounidenses tienden a obtener suficientes proteínas, grasas (aunque generalmente no son las mejores grasas) y carbohidratos (normalmente refinados, en lugar de complejos), de las peores fuentes. Es por ello que el incremento en el consumo de la comida chatarra que se destaca por ser sumamente procesada, calórica, rica en sustancias nocivas para la salud y pocos nutrientes, es tan notorio. Si bien este tipo de alimentos se relacionan con graves implicaciones en la salud general, se ha descubierto que también se asocian con graves alteraciones en el funcionamiento cerebral y el estado de ánimo. Así lo sugiere un reciente análisis basado en la la Encuesta de Salud Comunitaria Canadiense y la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de EE. UU.

Si bien la oferta de productos ultraprocesados cada día es más extensa, a modo general podemos decir que se encuentra en alimentos accesibles y cotidianos. Como es el caso de los refrescos, jugos comerciales, refrigerios envasados, cereales para el desayuno ricos en azúcar, nuggets de pollo, papas fritas, botanas, sopas instantáneas, postres y todo tipo de golosinas. Por lo general no solo son increíblemente ricos en calorías, contienen cantidades triviales de muy pocos micronutrientes (a menos que estén fortificados) y aún en esos casos, solo unos pocos en cantidades más altas.

Tres análisis publicados de la Encuesta de Salud Comunitaria Canadiense de 2004 y la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de EE. UU. de 2018, se revelaron algunas estadísticas que resultaron bastante aleccionadoras: en Canadá, en 2004, el 48% de la ingesta calórica en todas las edades provino de productos ultraprocesados. Mientras que en los Estados Unidos, los números resultaron más alarmantes: el 67% de lo que consumieron los niños de 2 a 19 años y el 57% de lo que co.nsumieron los adultos en 2018 fueron productos ultraprocesados. Además, cabe mencionar que la información referente a los Estados Unidos es mucho más reciente.

La mayoría de nosotros somos conscientes de que la ingesta dietética es un gran problema para la salud física, no es ninguna novedad decir que la calidad de la dieta está asociada con afecciones crónicas de salud como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, el público es menos consciente del impacto de la nutrición en la salud del cerebro.

Dado que la elección de alimentos de nuestra sociedad se ha movido tan fuertemente hacia los productos ultraprocesados, necesitamos conocer la evidencia científica sustancial que demuestra que la ingesta de micronutrientes influye en los síntomas de salud mental, especialmente la irritabilidad, la ira explosiva y el estado de ánimo inestable. Una docena de estudios de países como Canadá, España, Japón y Australia han demostrado que las personas que consumen una dieta de alimentos integrales saludable tienen menos síntomas de depresión y ansiedad que las personas que consumen una dieta deficiente (en su mayoría productos ultraprocesados).

Sin embargo, debido que los estudios correlacionales no pueden probar que las elecciones nutricionales sean la causa de los problemas de salud mental: investigadores de todo el mundo han recurrido a algunos estudios longitudinales prospectivos convincentes en los que las personas sin problemas de salud mental aparentes ingresan al estudio. Los participantes son evaluados por su salud y patrones dietéticos, y luego son seguidos en el tiempo. Los resultados de muchas referencias resultaron sorprendentes.

Tal es el caso de un estudio, realizado en cerca de 89,000 personas en Japón y que contó con 10 a 15 años de seguimiento. Los investigadores descubrieron que la tasa de suicidio en aquellos que consumían una dieta rica en alimentos integrales fue la mitad que la de aquellos que consumían dietas menos saludables, lo que destaca una nueva dirección importante que aún no se ha cubierto en los programas actuales de prevención del suicidio.En Canadá, los hallazgos son igualmente poderosos muestran cómo los patrones dietéticos de los niños, además de seguir otras pautas de salud enfocadas en conceptos como el ejercicio y el tiempo frente a la pantalla, predijeron qué niños de 10 a 11 años serían derivados para el diagnóstico de un trastorno mental en los dos años siguientes. De ello se desprende que la educación nutricional debería ser una de las primeras líneas de tratamiento para los niños en esta situación.

La irritabilidad y el estado de ánimo inestable a menudo caracterizan a la depresión, por lo que es relevante que múltiples estudios independientes hayan encontrado la relación entre la nutrición y la depresión. Teniendo en cuenta que las personas con depresión, consumían dietas relativamente pobres, el objetivo es demostrar cómo cambiar a una dieta de alimentos integrales al estilo mediterráneo resultó en mejoras significativas. Una dieta inspirada en el estilo mediterráneo es típicamente rica en cereales integrales, frutas, verduras, frutos secos, legumbres, mariscos y grasas insaturadas como el aceite de oliva.

Cabe mencionar que en uno de los estudios de referencia, se demostró que aproximadamente un tercio de las personas que cambiaron a una dieta de alimentos integrales además de su tratamiento regular encontraron que su depresión estaba en remisión después de 12 semanas. La tasa de remisión en el grupo de control que usó un tratamiento regular pero sin cambios en la dieta fue de menos de uno de cada 10. El grupo de dieta de alimentos integrales también informó un ahorro de costos de alrededor del 20% en su presupuesto semanal de alimentos. Este último punto ayuda a disipar el mito de que consumir una dieta de productos ultraprocesados ​​es una forma de ahorrar dinero.

La evidencia importante de que la irritabilidad, la ira explosiva y el estado de ánimo inestable se pueden resolver con una mejor ingesta de micronutrientes proviene de estudios que evalúan los suplementos de micronutrientes para tratar problemas de salud mental. De acuerdo con los expertos, la mayor parte de la conciencia pública se limita a la desafortunada búsqueda de soluciones mágicas: estudios de un solo nutriente a la vez. Esa es una forma común de pensar en la causalidad, pero no es así como funcionan nuestros cerebros.

Para apoyar el metabolismo cerebral, nuestro cerebro requiere al menos 30 micronutrientes para garantizar la producción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, así como para descomponer y eliminar los subproductos metabólicos. De hecho, muchos estudios de tratamientos con múltiples nutrientes han encontrado una mejor regulación del estado de ánimo y una reducción de la irritabilidad y la rabia explosiva, incluso en ensayos aleatorizados controlados con placebo de niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad y desregulación del estado de ánimo. La evidencia es clara: una población bien alimentada es más capaz de soportar el estrés. El hambre cerebral oculta es un factor modificable que contribuye a los arrebatos emocionales, la agresión, depresión y otras alteraciones asociadas con el funcionamiento cerebral.

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