Es hora de que Nueva York apruebe su propia Ley de Derechos de los Votantes
Un estudio académico reciente sobre leyes de acceso al votante posicionó a Nueva York por debajo de estados como Virginia Occidental, Luisiana, y Nebraska
Durante los últimos diez años la Corte Suprema ha estado disminuyendo el poder de la Ley de Derechos del Votante de 1965. Esta legislación ofrecía algunas protecciones que garantizaban el acceso a las urnas para todos los ciudadanos, incluyendo a los hispanohablantes.
Cuando el Congreso falló en aprobar legislación federal que fortaleciera la Ley de Derechos al Votante el mes pasado, algunas legislaturas estatales aprovecharon esta inacción para aprobar leyes que restringen los derechos de los votantes – en especial de las comunidades minoritarias.
En el estado de Nueva York todavía no tenemos leyes estatales que ofrezcan protecciones en contra de prácticas y políticas públicas que han impactado el acceso a las urnas y a base de la discriminación racial. La inacción por parte del Congreso nos ha dejado más vulnerables que nunca frente a estos problemas.
Afortunadamente, la legislatura estatal de Nueva York tiene la oportunidad de aprobar una ley que proteja los derechos de todos los votantes en el estado y así estar en el lado correcto de la historia. La ley John Lewis de Derechos del Votante de Nueva York ofrecería protecciones y herramientas más robustas para combatir la discriminación racial y cualquier intento por restringir los derechos de los votantes. Esto incluye un programa de pre autorización que aseguraría que las políticas implementadas no sean discriminatorias, ampliaría la asistencia a personas que hablan otros idiomas que no sean inglés, y aseguraría que hayan papeletas disponibles en español y otros idiomas.
Algunas personas dicen que no hay urgencia para proteger los derechos de los votantes en Nueva York debido a que el estado es considerado bastante progresista. Pero los datos, y nuestras experiencias, cuentan una historia diferente.
No queremos sonar como personas cínicas o pesimistas, pero llevamos mucho tiempo en la política de Nueva York y organizando a nuestras comunidades para poder decir que hemos enfrentado estos obstáculos anteriormente. Estos problemas no comenzaron con la pandemia, y tampoco dejarán de existir de repente.
Cuando Frankie, el Presidente y CEO de Hispanic Federation, se mudó y participó en su primera elección en Nueva York, se encontró de frente con una papeleta que tenía más candidatos y puestos electos de los que había visto en Puerto Rico. También recuerda sentirse disgustado con todos los obstáculos en su camino para poder ejercer su derecho al voto. En Puerto Rico las elecciones solo ocurren cada cuatro años y la tasa de participación siempre sobrepasa el 70%. Sin embargo, en Nueva York se le hizo difícil encontrar a alguien que lo ayudara a entender la papeleta. Aprobar la ley de Derecho del Votante de Nueva York resolvería muchos de estos problemas.
En el 2004, Andrea Stewart Cousins, la actual líder de la mayoría del Senado Estatal de Nueva York, se postuló por primera vez para el Senado sin éxito. Christina, directora ejecutiva de Stand Up America, trabajó en esa campaña. El día de las elecciones, durante la mañana, trabajó como observadora electoral en un vecindario predominantemente anglo en el área de Greenburgh en el condado de Westchester. Durante la tarde trabajó en un vecindario predominantemente latino y afroamericano en el suroeste de Yonkers.
La diferencia fue del cielo a la tierra. Durante la mañana ella fue testigo de un proceso de votación sin obstáculo alguno en el vecindario de Greenburgh, donde todos los votantes pudieron utilizar las máquinas electorales sin ningún problema. Pero durante la tarde fue testigo de lo opuesto. La mayoría de los votantes afroamericanos y latinos no pudieron utilizar las máquinas porque sus nombres no aparecían en el registro. En vez de ejercer su derecho al voto recibían una papeleta provisional. Nunca sabremos si esos votantes fueron removidos “sin querer” del registro electoral, o si no pudieron votar con una papeleta oficial debido a una ley de Nueva York que no permite a los votantes ejercer su derecho al voto en otro precinto electoral que no sea el suyo.
Lo que sí sabemos es que Andrea Stewart-Cousins perdió esa elección por sólo 18 votos, y que los votantes del suroeste de Yonkers continuaron siendo representados por un hombre blanco que no entendía muy bien las necesidades de su comunidad.
20 años después, y aunque Nueva York es considerado uno de los estados más demócratas, un estudio académico reciente sobre leyes de acceso al votante posicionó a Nueva York por debajo de estados como Virginia Occidental, Luisiana, y Nebraska. Tan reciente como el 2020 muchos neoyorquinos se toparon con filas largas cuando fueron a votar.
Estos problemas no van a desaparecer a menos que hagamos algo al respecto. Es tiempo ya de que nuestros representantes en Albany actúen para remediar la falta de leyes que protejan a los votantes de prácticas discriminatorias. Nuestra democracia es más fuerte cuando todas nuestras voces se escuchan por igual, y el aprobar la ley John Lewis de Derechos al Votante de Nueva York ayudaría a convertir a nuestro gran estado en un modelo a seguir.
Frankie Miranda, President & CEO, Hispanic Federation y Christina Harvey, Executive Director, Stand Up for America