Para proteger a los pacientes vulnerables, corrija las reformas de los precios de medicamentos de Medicare

Desalentar la investigación de medicamentos de molécula pequeña podría simplemente borrar por completo este tipo de tratamientos que se necesitan desesperadamente en favor de opciones de tratamiento más costosas.

En 2022 Biden firmó la Ley de Reducción de la Inflación.

En 2022 Biden firmó la Ley de Reducción de la Inflación. Crédito: Getty Images

Cuando el presidente (Joe) Biden promulgó la Ley de Reducción de la Inflación (Ley IRA) en agosto pasado, obtuvo una victoria importante en la lucha para hacer que los medicamentos recetados sean más asequibles para todos. La IRA limita el costo compartido mensual de los productos de insulina a $35 por mes y limitará los gastos de bolsillo de las personas mayores a $2,000 en 2025.

Si bien este ha sido un gran paso, el trabajo aún no termina. Por la forma en que están escritas sus reglas, la IRA podría socavar inadvertidamente el acceso a ciertos tratamientos, especialmente en comunidades minoritarias y desatendidas. La buena noticia es que con simples ajustes, el Congreso puede garantizar que la IRA logre reducir los costos de los medicamentos sin agravar la inequidad en la atención médica.

El mayor problema es que la IRA penaliza a ciertos tipos de medicamentos nuevos al someterlos a negociaciones de precios antes de que estos tengan la oportunidad de recuperar sus costos de inversión. Tal como la ley está escrita, los medicamentos identificados como medicamentos de molécula pequeña, del tipo que generalmente vienen en forma de píldora, se tornan elegibles para las negociaciones solo 9 años después de obtener la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos. Una categoría diferente de medicamentos, conocida como productos biológicos, califica para las negociaciones después de 13 años.

Esta discrepancia crea un enorme incentivo para que las compañías farmacéuticas favorezcan los productos biológicos sobre los medicamentos de moléculas pequeñas cuando asignan fondos para la investigación.

Se necesitan aproximadamente $2.6 mil millones en promedio para desarrollar un solo medicamento exitoso. Para los medicamentos de molécula pequeña, recuperar esa inversión inicial será mucho más difícil una vez que estén sujetos al período reducido de 9 años antes de que se requieran negociaciones de precios.

Por esta razón, las compañías farmacéuticas cambiarán los recursos hacia los productos biológicos, que tienen un período más largo para recuperar los costos de desarrollo. De hecho ya está sucediendo. Según una encuesta reciente, el 63% de las empresas farmacéuticas tienen la intención de hacer precisamente este giro en los próximos años.

A primera vista, parece que estas nuevas reglas son una victoria para los consumidores que a menudo necesitan la ayuda de negociaciones de precios para que sus medicamentos sean asequibles. Sin embargo, desalentar la investigación de medicamentos de molécula pequeña podría simplemente borrar por completo este tipo de tratamientos que se necesitan desesperadamente en favor de opciones de tratamiento más costosas. Para los pacientes pobres, rurales y otros marginados, esta podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.

En primer lugar, dependiendo de la enfermedad y la ruta de tratamiento, el enfoque de molécula pequeña a veces es más efectivo, por ejemplo, para combatir ciertos tipos de cáncer. En los próximos años, los fármacos de molécula pequeña podrían revolucionar el campo de la oncología. Las píldoras de molécula pequeña también son más convenientes para los pacientes en comparación con los productos biológicos, que generalmente se administran mediante infusiones intravenosas en los centros de atención médica.

Además, los medicamentos de molécula pequeña suelen ser más baratos de producir que los biológicos. Esto significa que tienden a bajar drásticamente de precio después de tornarse genéricos, lo que genera ahorros significativos para programas como Medicare y Medicaid, así como para los pacientes.

En un mundo donde los productos biológicos representan la mayor parte de la innovación en medicamentos, más pacientes requerirían más visitas a hospitales y consultorios médicos para recibir tratamiento. Esto no solo aumentaría el costo de administrar medicamentos, sino que también pondría a los pacientes pobres y marginados en una desventaja singular. Muchas de estas personas no pueden viajar para recibir atención de rutina. Esto a menudo se ve agravado por problemas de falta de cuidado de niños y licencias de ausencia para ir al médico pagadas. El costo del tratamiento simplemente no se detiene en el costo de la medicación.

Estas reglas también desalentarían a las empresas de biotecnología de investigar nuevos usos para sus medicamentos existentes. Muchos medicamentos, especialmente los tratamientos contra el cáncer se aprueban inicialmente para tratar una afección, y solo más adelante la FDA los aprueba para otras enfermedades. A las compañías farmacéuticas les puede costar decenas, o incluso cientos, de millones de dólares durante varios años para realizar esos ensayos adicionales.

Si los precios negociados entran en vigor solo nueve años después de la aprobación inicial de un medicamento, muchas compañías concluirán que simplemente no hay tiempo suficiente para recuperar el costo de esos ensayos clínicos adicionales. La distinción artificial robará efectivamente a los pacientes las píldoras que salvan vidas que ya se han desarrollado, simplemente porque los médicos no se darán cuenta de que el tratamiento inicialmente aprobado para una enfermedad también funciona para otras.

Afortunadamente, el Congreso tiene amplias oportunidades para corregir estos defectos este año. Los legisladores deberían permitir que los medicamentos de molécula pequeña tengan la misma exención de 13 años de las negociaciones de precios que los productos biológicos. Este pequeño ajuste puede acercar a la IRA a la promesa de ayudar a las familias a vivir una vida más saludable, a un costo más razonable.

Amy Hinojosa es la presidenta y directora ejecutiva de MANA, una organización nacional latina, la organización de membresía latina más antigua y grande de los Estados Unidos y miembro fundador de Health Equity Collaborative [Colaborativo de Equidad en la Salud].

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