Demostremos a los haitianos que son nuestros hermanos
En los 1980s y 90s, EEUU difamó a los haitianos diciendo que eran más propensos a adquirir y transmitir el HIV/SIDA
Las recientes acusaciones nefastas contra los inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, sobre sus supuestos hábitos alimenticios y supuesta criminalidad no son ni las primeras ni las peores en una larga historia de exclusión que ha sufrido un pueblo al que todos los latinoamericanos le debemos una gran deuda.
En este mes de la herencia hispana, donde buscamos celebrar la dignidad y todas las contribuciones de nuestros paisanos y congéneres a lo largo del continente, no podemos dejar atrás a nuestros hermanos y hermanas haitianos. Lo que sufren hoy es parte del creciente sentimiento y retórica antiinmigrante que nos amenaza a todos.
Ya hemos visto como las calumnias, repetidas por políticos de los más altos rangos y por comentaristas infames, han resultado en más de 30 amenazas de bombas contra los residentes haitianos de Springfield, clausurando las escuelas por días y perjudicando al pueblo entero.
El maltrato de estos inmigrantes, quienes se encuentran en el país con estatus de protección temporal (TPS) y han contribuido inmensamente a la economía y cultura de un pueblo que estaba en declive, forma parte de un patrón histórico de castigo contra el pueblo haitiano, de parte de los Estados Unidos y de otros países.
En los 1980s y 90s, los Estados Unidos difamó a los haitianos diciendo que eran más propensos a adquirir y transmitir el HIV/SIDA, y por ello internó a miles de personas buscando asilo tras un violento golpe de estado en el 1991 en un campo de refugiados en Guantánamo, Cuba, en contra de la ley internacional.
Y si vamos más atrás en la historia, cuando Haití se liberó en el 1804, convirtiéndose en la primera nación libre negra del mundo, ninguno de los poderes coloniales se lo perdonó. Este pueblo es responsable por la liberación de las personas esclavizadas en toda Latinoamérica, incluyendo a mis ancestros y a los ancestros de muchos latinos que vivimos en este país.
Sin embargo, vemos como los latinos buscamos excluir a los haitianos de nuestra hermandad, justificándolo con nuestras diferencias de lenguaje y de composición racial. Pero para los latinos como yo, que somos negros, esta exclusión nos recuerda la labor que nos queda para liberarnos de las actitudes racistas y anti negras caladas en la cultura latina que decimos celebrar, y en la sociedad en general.
Cometemos un grave error si pensamos que los ataques contra los inmigrantes haitianos no nos tocan. Las deportaciones masivas que promete un candidato si entra en el poder no van a distinguir entre los haitianos, los venezolanos, los mexicanos o ninguno de los que somos identificados como inmigrantes. Se nos achaca la criminalidad, la violencia, y un sinnúmero de ofensas que supuestamente “envenenan la sangre de la patria [estadounidense]”, como escuchamos en un discurso politico reciente.
Y en este mes sobre todo que pedimos dignidad como latinoamericanos, nuestros hermanos y hermanas haitianos merecen lo mismo. Como muchos de nosotros, se han enfrentado a muchos pesares y han perseverado. Y eso vale que les prestemos nuestro respeto y solidaridad.
–Rafaela Uribe es abogada asociada en justicia racial en LatinoJustice PRLDEF.