“Es un mensaje de poder”, la orden de Trump del inglés como lengua oficial de Estados Unidos
El poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, expone por qué es preocupante la decisión de Trump en un país con tantos hispanohablantes

El poeta español Luis García Montero es director del Instituto Cervantes. Crédito: Jesús García | Impremedia
Enfocado asuntos históricos, culturales, de derechos civiles y filológicos, el escritor y poeta español Luis García Montero, director del Instituto Cervantes en España, conversó con este diario sobre los alcances de la orden ejecutiva del presidente Donald Trump de nombrar el inglés como la lengua oficial de Estados Unidos.
La orden ejecutiva de Trump se justifica en establecer una identidad para el país, donde se hablan 350 lenguas –según la Oficina del Censo de EE.UU.–, varias de ellas originarias, pero también abre la puerta a minimizar tales lenguas y a sus hablantes, sobre todo quiene hablan poco o nada de inglés, ya que podrían no tener acceso a instrucciones para servicios básicos, como acceso a la salud o la seguridad social.
“[La orden de Trump] no se trata de una norma que quiera defender el inglés, porque el inglés no está en peligro en los Estados Unidos y hay una amplísima mayoría de gente que habla el inglés”, dijo. “En segundo lugar, defender el inglés como el centro de la identidad de esta comunidad tampoco se ajusta a la realidad, porque no es ya que en Estados Unidos se hablen más de 300 lenguas, porque ha sido siempre un referente de movilidad social”.
La conversación García Montero ocurrió en la sede del Instituto Cervantes en Nueva York, a donde acudió a un encuentro casual en la exhibición “Noticias falseadas: el poder de la mentira”, que expone cómo se construyen las llamadas ‘fake news’ y qué impacto ha tenido tal estrategia en distintos periodos históricos.
García Montero tenía poco tiempo de haber aterrizado en Nueva York, reconoció estar cansado por un vuelo de ocho horas y el cambio de horario, pero el cansancio se le olvidó apenas comenzó a reflexionar sobre el uso del español en EE.UU., los retos bajo la Administración Trump y el trabajo que lidera el Instituto Cervantes, desde España, y sus sedes en este país.
¿Qué significa, entonces, la decisión del presidente Trump?
“No se trata ni de defender el inglés, ni de reconocer una identidad perdida y, en ese sentido, todas las interpretaciones que podemos hacer, pues tienen que ver con el carácter ideológico de la ley. Como digo, no es un carácter filológico, porque además la Filología lo que ha demostrado es que el bilingüismo es una riqueza y lo que se ha demostrado también es que mantener lenguas originales, como por ejemplo los hispanos, no impide el conocimiento de del inglés, sino que facilita el aprendizaje del inglés y si se trata de favorecer el inglés.”
García Montero recuerda, en efecto, que la orden del presidente Trump deroga una decisión del año 2000 del presidente Bill Clinton, que favorecía a minorías, como quienes hablan español, pero también otros idiomas.
“No se entiende por qué en esta norma [de Trump]. Se suprime una norma que venía de hace años, creo que de la Presidencia Bill Clinton, donde se favorecía para la gente que tenía que integrarse en el país, el conocimiento del inglés y se daban ayudas para aprender inglés. De manera que a mí me parece que esto tiene que ver, sobre todo con un sentimiento autoritario, supremacista, de una identidad que piensa que para definirse tiene que borrar a las demás e imponerse a las demás.”
¿La orden de Trump es entonces un mensaje más bien de poder?
“Yo creo que es un mensaje de poder. Desde luego, filológico no, no es ni cultural tampoco. Ni creo que beneficie siquiera a la cultura, a la integración, a la fraternidad del país. Es un mensaje de poder y además es un mensaje que, a la corta, desde un punto de vista cultural, no va a significar mucho, pero sí tiene consecuencias a medio plazo. Primero, de situar en un espacio de desprestigio, de falta de respeto, a las personas que hablen otros idiomas maternos, además del inglés. En segundo lugar, pues claro, las agencias estatales, como sólo utilizarán el inglés, le pondrán las cosas más difíciles a la hora de hacer trámites o a la hora de preparar el derecho electoral, pues a los que no tengan un conocimiento del inglés muy desarrollado. Y, por otra parte, pues lo que generará es una idea de lucha entre identidades, donde la ley del más fuerte se convierta en el único sentido de la vida, ¿no? A mí me preocupa que el tan repetido sueño americano se identifique con la ley del más fuerte, de que hay que borrar a los demás para triunfar y que si uno no triunfa es por culpa de uno mismo.”

¿Estaremos viendo algo similar a lo que se vivió en los años de la década de 1950 con la segregación racial que afectaba mucho a las poblaciones negras, pero también afectaba a los hispanos?
“Sí, no de manera inmediata, pero podría eventualmente llevar a una cosa de ese tipo. Mira, el Instituto Cervantes tiene un observatorio del español en Harvard; su director es Francisco Moreno, un catedrático de historia de la lengua que fue director en Harvard, que fue estuvo trabajando en Estados Unidos y que ha estudiado mucho estos asuntos. Él tiene un libro que se llama precisamente ‘Los hispanos unidos de América’, jugando con los Estados Unidos de América, y en algunos capítulos se hace historia. Esto que sucede ahora no es nuevo, se ha intentado muchas veces, viene de lejos. Fíjate que poco después de que se integraran en los Estados Unidos, pues estados como Texas o California se organizaron ceremonias de entierro del español a mitad del siglo XIX, pues se hacía que los niños en los colegios escribieran palabras en papeles en español, las echaban en un ataúd y lo enterraban para decir que la Constitución de un país debía imponer una identidad y un solo idioma, lo cual es una idea muy romántica, muy decimonónica y muy poco actual. Identificar un país con un idioma tiene poco que ver con el reconocimiento de la diversidad lingüística.
“Y ahí hablo yo también como español y director del Instituto Cervantes. Mira, el Instituto Cervantes se fundó en democracia, porque tenía que romper con todas las ideas imperialistas de la dictadura del franquismo que sufrimos en España y se trató de divulgar y estudiar la cultura española y la cultura en español. […] Lo que quería decir era, uno, la cultura española no es sólo el español, hay distintas lenguas y hay que comprometerse también con el catalán, con el euskera, con el gallego y después la cultura en español, porque frente al imperialismo franquista, que decían que el español era el idioma del Imperio español, pues lo que se afirmó es que los españoles somos solo el 9% de un idioma que tiene quinientos millones de hablantes nativos y que no podemos controlar nada, sino que formar parte de la comunidad, sin centralismo […]. Esas ideas de la defensa de la diversidad lingüística, por ejemplo, caracterizó la formación de la Unión Europea; la Unión Europea decidió que no hubiera una lengua oficial, sino que se respetara la diversidad y ahora hay 24 lenguas oficiales y de trabajo en Europa, en la Unión Europea. En Estados Unidos, el intento decimonónico de imponer un idioma como única raíz primero choca con su propia historia, porque había territorios que eran hispánicos, pero es que después, en las primeras constituciones, también enseguida se tradujeron, por ejemplo, al alemán o a otros idiomas centroeuropeos, porque había mucha población que había llegado aquí, se había integrado y consideraba este país como suyo.”
¿Cómo se relaciona esto, por ejemplo, con la inmigración?
“Me preocupa otra cosa. En el mundo el triunfo de ideas racistas, muy de extrema derecha, que utilizan los bulos y las redes sociales para criminalizar al otro. Cuando, por ejemplo, en Europa hay problemas porque no funciona la economía o en España puede haber problemas porque no funciona la economía, lo más fácil para las élites, es decir, la culpa, la tienen los migrantes. ¿Y entonces vamos a criminalizar el peligro de gente que viene de fuera en Europa? Esta culpa se suele proyectar sobre los africanos, sobre la gente que viene del norte de África o de Oriente. Y se generan bulos, donde de pronto se dice que el 80% de los delitos que se cometen en Europa lo hace gente de procedencia árabe y es mentira. Después miran la realidad y resulta que en España, por ejemplo, el 80 o el 90% de los delitos los comete gente que ha nacido en España.”
El presidente Trump justamente maneja eso de los criminales y recientemente dijo algo que a mí me llamó mucho la atención, es decir, que Estados Unidos tiene que poner atención y dejar de permitir la inmigración, que le llama ilegal, para no convertirse en lo que es Europa con los criminales, justamente con esto que usted está mencionando, es decir, ya está muy avanzado ese discurso.
“En este momento hay una idea de la democracia social que se basa en los bulos, aunque se intentan promover sin en el conocimiento de la realidad. Mira, por ejemplo, yo te puedo decir que una parte muy importante de la población migrante, latinoamericana y árabe en España está muy integrada hasta el punto de que desempeñan trabajos que tienen que ver con la vida familiar, cuidan a ancianos; trabajan en el campo; si uno hace una un análisis económico riguroso, sin la mano de obra migrante, no podría sostenerse la economía de del país.
“Hacer que los migrantes sean ilegales para que a la hora de que tengan trabajo no tengan derechos y se les puede explotar sin que nadie controle si cobran un salario digno y si son tratados con derechos; o sea que es una doble trampa, mienten para acusar de cosas que no han cometido y mienten para que no se puedan integrar y tener los derechos y les permita la explotación, ¿no? Y bueno, ese es un discurso que defiende la democracia europea frente al asalto de la extrema derecha, y por eso llama tanto la atención que personajes que ahora rodean al presidente Trump pues apoyen a la extrema derecha en las elecciones de Alemania o hagan el saludo nazi.”
¿Cuál es el reto para el Instituto Cervantes en Estados Unidos con esta orden de Trump?
“Yo creo que el Instituto Cervantes, desde el principio, ha sabido integrarse en la comunidad hispan. […] Nosotros no somos los dueños de nada. Para nosotros lo importante es participar en una ilusión común, en una comunidad formada por todos los países de habla española […] además, reivindicando una cultura ya no sólo hispanoamericana, sino iberoamericana, porque junto a Brasil, pues hay toda una comunidad en la península, el portugués es también un idioma. […]
“El español es el segundo idioma del mundo en hablantes nativos después del chino mandarín. Y, en ese sentido, defender el español es defender una cultura del mundo basada en la diversidad, no en la homologación. Fíjate, el peligro de la democracia en este momento es el envenenamiento de palabras fundamentales. La palabra libertad, que no es el respeto a la opinión de cada uno, sino ahora se quiere definir como la ley del más fuerte, de yo cojo la taladradora y corto todo aquello que vaya en contra de mis intereses personales, económicos, de millonario. La libertad, entendida como la ley del más fuerte, hace que la igualdad no sea la convivencia en derechos de respeto y marco de respeto, sino que sea la homologación. […]
“Y el Cervantes se integra en toda la comunidad latinoamericana, para defender como una parte más esos derechos y esos valores. Y, en ese sentido, pues a mí me parece que a la hora de defender el respeto que se merece la cultura mexicana o la cultura colombiana, o la cultura peruana o la cultura centroamericana, pues es el respeto que se merece también toda la comunidad de la que España forma parte y el trabajo del Cervantes pues se relaciona con eso. Nosotros estamos muy acostumbrados a trabajar en nuestros centros, no como representación diplomática aislada de España, sino en colaboración con todos los países y los ministerios de exteriores que hablan nuestro idioma. […] Esa unidad me parece que es fundamental, porque es lo que dignifica la cultura y lo que dignifica los valores del ser humano.”
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