Miles participan en vigilia nocturna en honor al papa fallecido

En las afueras de la basílica de San Pedro del Vaticano, miles de personas buscan la forma de acceder más rápido para homenajear al papa Francisco

El público hace fila para rendir homenaje al difunto papa Francisco durante su velatorio en la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano, el 23 de abril de 2025.

El público hace fila para rendir homenaje al difunto papa Francisco durante su velatorio en la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano, el 23 de abril de 2025. Crédito: EPA/ALESSANDRO DI MEO | EFE

El gran reloj en lo alto de la fachada de la basílica de San Pedro del Vaticano marca la medianoche pero una multitud de personas hace fila en la plaza para acceder al templo: en su interior yace un papa difunto, Francisco, al que miles de personas rinden tributo estos días hasta su funeral del sábado.

“Personalmente me siento triste por la pérdida del papa, porque fue una persona que espiritualmente me tocaba el corazón”, confiesa a EFE Edgar Coronado, un peruano residente en Roma y que lleva casi tres horas esperando bajo la columnata de la plaza de San Pedro.

La basílica vaticana alberga en su interior la capilla ardiente del papa Francisco, fallecido el lunes con 88 años. Su féretro, colocado a los pies del baldaquino central, es velado por sus más allegados y custodiado día y noche por cuatro altos guardias suizos.

Por delante de la caja podrán pasar hasta el viernes las personas que quieran rendirle un último tributo antes de su funeral y, dada la altísima afluencia, la Santa Sede ha decidido que abrir las puertas de la basílica hasta más allá de la medianoche.

En este primer día de exposición, la fila ha sido interminable y ya entrada la madrugada sigue cruzando la nave central del templo, en medio de un profundo silencio.

Largas filas fuera

En el exterior, miles de personas, entre ellas muchos turistas, esperan, se amasan y corre de un lado para otro buscando el modo más rápido de acceder, pues la espera se hace más larga si cabe cuando cae la noche y, con ella, las temperaturas en la Ciudad Eterna.

Para evitar el caos, las autoridades han desplegado un enorme protocolo de seguridad con una legión de policías, militares y efectivos de la Protección Civil que piden paciencia, marcan el ritmo de la fila en la calle o reparten agua.

La Plaza Pío XII, la antesala de la de San Pedro, es recorrida con paso lento por miles de personas, algunas celosas de que nadie se cuele. “Yo como mucho espero media. No puedo más”, clama el romano Tommaso, con tono cáustico.

“El papa fue una persona que merece todo esto pero se hace duro”, confiesa.

Un poco más adelante Michele espera a entrar desde hace una hora y media y todavía le queda, pues ni siquiera ha llegado a la columnata. Pero, subraya, merece la pena con tal de poder despedir al “papa de la gente”, a “un hombre de paz”.

De pronto, la fila comienza a moverse y algunas personas rompen en aplausos, mientras otras se apretujan para no perder la posición. “Es triste porque era especial”, admite la californiana Mary, llegada con un grupo de estudiantes por Semana Santa.

“Llevo esperando una hora y media pero definitivamente vale la pena”, promete.

En ocasiones el desasosiego cunde entre la muchedumbre ya que mucha gente desconoce que la basílica seguirá abierta más allá de la medianoche. Irma, de Texas, da un respingo al enterarse: “Veremos, no sabemos qué está pasando pero si es así, creo que en dos o tres horas podremos verlo”, augura.

Por la Puerta Santa

Sin embargo, antes o después, todos, o al menos los pacientes, lo conseguirán. Una vez cruzada la barrera de la plaza vaticana, la fila transcurre más rápidamente debido a la inmensa de la basílica.

Los fieles son invitados a entrar a través de la Puerta Santa, el umbral que solo se abre en Jubileos como el actual para ofrecer el perdón de los pecados. Muchos tocan sus puertas de bronce al pasar.

Ya en el interior de la basílica las personas procesionan bajo la inmensa nave central, bajo la severa mirada de apóstoles, santos y beatas de piedra, asombrados por la magnificencia de sus decorados y la altura de la gran cúpula bajo la que reposa el pontífice.

Unos pocos pasos y se llega a la capilla ardiente: el papa reposa en su féretro de madera, ataviado con paramentos de color púrpura, mitra blanca en la cabeza, un rosario entre las manos y los zapatos negros que siempre usó, como cura y como obispo de Roma.

El ataúd está protegido por una barrera de madera y una cadena de trabajadores que impiden que los fieles se acerquen demasiado: ‘Please, no photo’, repiten, como en una letanía.

La personas pasan ante el difunto en silencio, algunos se santiguan o agachan la cabeza en señal de respeto, para después se dirigidas inmediatamente a la salida. No hay tiempo que perder.

El ritmo de llegadas empieza a decaer hacia las dos de la madrugada, pero las luces de la basílica siguen encendidas. La noche ha sido larga, como lo serán las siguientes, porque todo el mundo en Roma quiere despedirse del papa, que ya reposa. 

Gonzalo Sánchez.

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