Temporada de huracanes 2025: un año histórico sin impactos en EE.UU.
La temporada 2025 cierra sin huracanes en EE.UU., pero con daños extremos en el Caribe, marcado por Melissa, el ciclón más intenso del Atlántico
Este 2025, la temporada de huracanes le dio una tregua a EE.UU., algo que no se veía desde hacía una década. Crédito: Matias Delacroix | AP
La temporada de huracanes del Atlántico de 2025 está a punto de cerrar con un hecho excepcional que no se veía desde hace una década: ningún huracán tocó tierra en Estados Unidos.
A medida que se acerca el 30 de noviembre, fecha oficial de conclusión del periodo ciclónico, los expertos coinciden en que no se espera ninguna nueva actividad tropical, gracias al avance de los frentes fríos y al enfriamiento de las temperaturas del agua del océano. El escenario contrasta de manera profunda con la devastación registrada en el Caribe, donde algunos ciclones alcanzaron intensidades históricas.
El balance general de la temporada revela una dualidad marcada. Mientras EE.UU. vivió meses de relativa calma, el Caribe sufrió el impacto de tormentas extremadamente poderosas, entre ellas Melissa, considerada ya uno de los huracanes más intensos en la historia del Atlántico.
Según Fox Weather, la última vez que EE.UU. concluyó una temporada sin que un huracán tocara su territorio fue en 2015, y para encontrar un año en el que ninguna tormenta con nombre haya impactado al país hay que remontarse a 1990.
Aunque el país quedó fuera de la trayectoria de los huracanes más destructivos, los efectos indirectos se hicieron sentir en algunas zonas costeras. Las marejadas y el fuerte oleaje generados por ciclones lejanos provocaron daños estructurales y erosión en varias regiones, especialmente en la costa este. Sin embargo, en términos estrictos, ningún huracán cruzó suelo estadounidense, un acontecimiento que subraya lo inusual de la temporada.
Melissa, el ciclón que redefinió los límites de la intensidad
El comportamiento del huracán Melissa marcó un antes y un después en los registros científicos. De acuerdo con el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de la Fundación Nacional de Ciencias de EE.UU., Melissa alcanzó una presión mínima de 892 milibares y produjo una ráfaga de viento de 405 kilómetros por hora (252 millas por hora), medida por una radiosonda. Esta cifra no solo representa la ráfaga más intensa jamás registrada en la cuenca del Atlántico, sino también la segunda más fuerte a nivel mundial. Jamaica y otras islas vecinas enfrentaron consecuencias devastadoras, con daños extendidos en infraestructura, servicios básicos y agricultura.

A pesar de que la temporada generó trece tormentas con nombre, una menos que el promedio histórico, la potencia de los ciclones superó las expectativas iniciales. De las 5 tormentas que se convirtieron en huracanes, 4 alcanzaron la categoría 3 o superior en la escala de Saffir-Simpson, lo que confirma que fue un año de baja cantidad pero alta intensidad.
3 de los huracanes llegaron a categoría 5: Erin, Humberto y Melissa. Erin logró vientos sostenidos de 257 kilómetros por hora (160 millas por hora) a finales de agosto, seguido por Humberto, que registró la misma intensidad en septiembre. Melissa, sin embargo, superó a ambos no solo por su fuerza, sino por su impacto directo en Jamaica, donde se convirtió en el huracán más poderoso que el país haya experimentado y el más intenso en tocar tierra en el Atlántico en los últimos 90 años. La medición de la ráfaga de 405 km/h, realizada por una sonda lanzada desde un avión caza huracanes de la NOAA, consolidó su lugar en los libros de récords.
Efectos indirectos en EE.UU. y daños inesperados en la costa este
Aunque los huracanes no tocaron directamente EE.UU., los efectos secundarios no fueron menores. Erin causó inundaciones costeras a lo largo del litoral este a finales de agosto, debido al fuerte oleaje inducido por su paso cercano. Humberto, poco más de un mes después, siguió una trayectoria similar, coincidiendo temporalmente con el huracán Gabrielle, lo que generó condiciones marítimas aún más peligrosas. La combinación de marejadas provocó el colapso de varias viviendas en los Outer Banks de Carolina del Norte. En pocos días, nueve casas quedaron destruidas por la fuerza del mar.
Durante el análisis de la temporada, expertos como Bryan Norcross, especialista en huracanes de FOX Weather, y Phil Klotzbach, investigador del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Estatal de Colorado, destacaron la singularidad de lo ocurrido. Ambas instituciones, la NOAA y la CSU, habían pronosticado una Energía Ciclónica Acumulada (ECA) por encima de lo normal, y el resultado final fue de 133, superando el promedio. Norcross destacó que los pronósticos acertaron plenamente, mientras que Klotzbach subrayó que, aunque no hubo una gran cantidad de tormentas, la fuerza de las que se formaron fue extraordinaria.
Este contraste entre la calma en EE.UU. y la tragedia en el Caribe refleja la complejidad del comportamiento atmosférico en el Atlántico. El fortalecimiento súbito de algunos sistemas, la rápida intensificación de varios ciclones y el desplazamiento anómalo de sus trayectorias se alinearon para producir una temporada tan atípica como histórica.
Con el cierre oficial acercándose y sin señales de nuevas formaciones, los especialistas consideran que el Atlántico entrará en un periodo de quietud hasta la próxima temporada. La ausencia de huracanes en suelo estadounidense será recordada como un alivio para millones de residentes, mientras que el Caribe continuará recuperándose de los estragos de un año que quedará grabado por la violencia de sus ciclones más potentes.
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