‘Lo vivido me ayudó a lograr mis metas’; del desamparo a futura estudiante de UCLA
Del desamparo y otras adversidades, hoy una joven inmigrante va camino a UCLA para su carrera en biología
Ataviada con toga, birrete y dos estolas —una roja y otra al estilo sarape mexicano—Miaki Fukuhara, de 17 años de edad, subió al escenario de la Arena Citizens Business Bank en Ontario hace unos días para recibir su diploma del colegio comunitario Chaffey, en la ciudad de Rancho Cucamonga.
Antes de concluir la ceremonia, la oriunda de Lima, Perú, se trasladó hacia el estadio Grizzly de la escuela preparatoria Los Osos, para recibir un segundo diploma.
Al caer la noche, llevaba bajo el brazo sus premios al mérito: cuatro asociados y un diploma de preparatoria. “Fue una noche mágica, soñada… Una noche que jamás olvidaré”, comentó a La Opinión.
Tan improbable que parezca, el solo hecho de que Miaki se haya graduado de la preparatoria ya era sinónimo de gallardía y prueba de que con arduo trabajo se es posible derrumbar cualquier obstáculo por gigante que sea.
Vencer las cifras
Según las estadísticas, Miaki debería ser en la actualidad una desertora estudiantil, probablemente involucrada en problemas legales y con algún vicio desarrollado por los efectos que conllevan haber experimentado desamparo infantil y ser hija de una víctima de violencia doméstica.
Sin embargo, y tras vencer las adversidades sociales y emocionales, la joven es hoy acreedora de cuatro títulos de educación superior en matemáticas y ciencia, ciencia social, artes y humanidades, y lenguaje de señas; además del diploma de preparatoria.
“La verdad que fue muy difícil, sobre todo con la organización. Hacía tarea en todo momento y en cualquier lugar… Acudía a los centros de apoyo y siempre tenía un libro en la mano. Fue mucho trabajo pero valió la pena”, dijo indicó.
Miaki, quien cuando no está estudiando ni trabajando le gusta cocinar ceviche y papas rellenas con la ayuda de su madre Toshiko Yoneyama, vivió en carne propia los efectos de la violencia doméstica.
Cuenta que su padre de crianza abusó emocionalmente por años a su mamá durante una relación tóxica que desencadenó una serie de adversidades. Por años, la joven vivió en albergues temporales y hogares de transición debido a la falta de ingresos permanentes.
“Fueron unas lecciones de vida muy difíciles de superar. Hubo momentos cuando pensé que estábamos perdiendo el tiempo en este país, que habíamos venido a superarnos y nuestra realidad indicaba lo contrario. Pero poco a poco fuimos saliendo adelante”, dijo.
“La escuela fue mi escape, habían días que no quería llegar a casa, intentaba ignorar mi realidad, pero era imposible”.
Agregó que vivió años de angustia e incertidumbre y confesó que tenía el pensamiento de que no importaba qué tan excelente era en la escuela, siempre sería la niña sin hogar, sin futuro y con una vida de miseria.
“Hoy lo digo con orgullo, fui desamparada. Mis amiguitos y maestros lo sabían… Eso me hacía sentir mal pero hoy he demostrado que todo en la vida es posible si uno así lo dispone. Sí se puede”, dijo Miaki.
Importante red de soporte
La joven adjudicó parcialmente sus logros hacia los maestros de la escuela Anacapa, un plantel educativo independiente ubicado en Santa Bárbara y que en la actualidad educa a 72 estudiantes.
Fue ahí cuando Miaki se percató de las innumerables opciones que los estudiantes tienen en su camino y de la desigualdad académica.
También dio crédito a la maestra de química AP, Chris Schempp, por guiarla e inspirarla durante estos últimos cuatro años.
Una vez que se trasladó hacia Ontario y fue inscrita en la escuela Los Osos, la joven comenzó a tomar clases en el colegio comunitario Chaffey.
Decidió aprender lenguaje de señas para ayudar a la comunidad y obtuvo una certificación como asistente de enfermera. Pronto, acumuló más de 60 unidades de colegio.
A pesar de la carga de trabajo, Miaki pudo obtener y mantener un promedio de calificaciones de 4.1. Debido a su excelencia académica, fue una de las finalistas que asistir a la Universidad de Michigan en base a una asociación que tiene con el Distrito Escolar de Chaffey Joint Union.
“Cuando consideras todo lo que ha pasado Miaki, es imposible no ser inspirado por su fuerza y determinación. Es una de las historias más notables que he escuchado,” dijo el director de la escuela Los Osos, Joshua Kirk.
El pasado tormentoso de Fukuhara la motiva día tras día a no doblegarse.
Dice que los recuerdos de los días que vivió en albergues temporales, le inyectan la energía necesaria para continuar luchando por sus sueños.
Planes a futuro
Miaki desea convertirse en cirujana de trauma pero por el momento está enfocada en estudiar biología humana en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).
“Recuerdo que mi mamá se metía al baño a llorar para que no la miráramos. Recuerdo que mi hermano se enojaba mucho. Recuerdo que mi única familia se estaba disolviendo”, dice.
No obstante, indica que “esos recuerdos me tienen acá y me ayudarán a lograr mis metas”, agrega la también autora de un libro para niños y cuyos ingresos planea donar a niños que radican en las orillas de Chancay, una ciudad ubicada a cuatro horas al norte de Lima, capital del Perú.
Hoy, su madre trabaja para un supermercado, su hermano cursa una maestría y Miaki balancea la escuela con su trabajo en un centro comunitario de personas de la tercera edad.
Dice que piensa seguir utilizando las herramientas y enseñanzas que la universidad de la vida le ha brindado.
“Mis desventajas ya no me atan. Me han dado el espacio para aprender y ayudar a otras personas que se encontraban en situaciones similares”, dice Miaki convencida.
“Sé que mi propósito está dictado por cómo quiero verme a mí misma. Estas experiencias ahora están tatuadas en mí como un símbolo de mi influencia más poderosa: yo misma”, concluye feliz..