Nuestra ciudad necesita sanar. Las iglesias pueden ayudar
Al igual que los médicos, la iglesia ha reconocido desde hace tiempo que la atención sanitaria es un derecho humano básico, esencial para el desarrollo de nuestra humanidad
En cuestión de cuatro meses, nuestra ciudad ha sido devastada por la pandemia del COVID-19, que hasta la fecha ha cobrado más de 17,000 vidas y ha forzado a más de 2 millones de personas a quedarse sin trabajo. Las comunidades de color, también en el epicentro de las protestas y el activismo por la injusticia policial, han sido las más afectadas.
Nueva York está pasando por un momento sombrío. Y la incertidumbre y el miedo están lejos de terminar, ya que la amenaza de una segunda ola de contagio se encuentra a nuestras puertas -y aun las principales preguntas persisten sobre la mejor manera para reconstruir nuestras comunidades, y cómo abrir escuelas y usar el transporte público de una manera segura. Las respuestas no están a la mano. Estamos muy preocupados.
Soy un médico inmigrante que dirige una red sin fines de lucro integrada por galenos que también inmigraron a este país, quienes en gran medida sirven a las comunidades donde vivimos, aprendemos y rezamos. Sabemos bien que incluso antes de comenzar esta pandemia y las protestas, nuestras comunidades ya estaban limitadas durante décadas en los avances financieros y de salud de la población en general. El COVID-19 lo que ha hecho es poner al descubierto esas disparidades.
Muchos de los integrantes de nuestra comunidad trabajan en empleos de bajos ingresos -como cocineros, auxiliares de enfermería, empleados de supermercados- y la mayoría de estos trabajos no se pueden ejercer de forma remota ni tampoco ofrecen días de enfermedad como beneficios remunerados. Muchas de nuestras familias habitan en domicilios más pequeños con baños compartidos y viven con varias personas, por lo que les es difícil cumplir una cuarentena de manera efectiva. Un gran número de ellos no tienen acceso a una atención médica de calidad y, es menos probable, que tengan una comunicación directa con los médicos generales que podrían ser de ayuda en caso de fiebre, tos seca o falta de aire, -algunos de los principales síntomas del COVID-19.
Definitivamente este sector de nuestra comunidad está en crisis.
Y en una crisis, todos necesitan una mano amiga en quien confiar, con quien compartir valores comunes y estar unidos por una misma misión. Por esta razón, la alianza que los médicos comunitarios han formado con la Arquidiócesis de Nueva York para ofrecer pruebas y tratamiento durante la pandemia del coronavirus es una luz de esperanza para miles de neoyorquinos de bajos ingresos. En las comunidades de inmigrantes, puede que haya poca confianza entre las poblaciones vulnerables y las instituciones oficiales, incluyendo el gobierno y los grandes hospitales corporativos. Pero hay confianza en el médico de familia y en la iglesia.
Para muchos, los médicos y los líderes religiosos son la esencia de lo indispensable. Las personas buscan la atención que necesitan y juntos estamos cerrando las brechas al ayudar a devolver la esperanza a nuestras comunidades afectadas y al compartir un mensaje de sanación y restauración predicado y practicado por la iglesia. Los sacerdotes están trabajando junto a los médicos en casi cincuenta iglesias y, hasta ahora, han abierto centros de pruebas y examinado a más de 100,000 neoyorquinos por el COVID-19. A los sacerdotes y al personal de la iglesia también se les están haciendo las pruebas debido a que están en primera línea de atención.
Al igual que los médicos, la iglesia ha reconocido desde hace tiempo que la atención sanitaria es un derecho humano básico, esencial para el desarrollo de nuestra humanidad. El Papa Francisco y el Cardenal Dolan se han unido a los trabajadores de la salud en sus ciudades y en zonas de crisis en todo el mundo para difundir este mensaje de curación para los enfermos y el cuidado de los pobres. Esa misión también ha abierto las puertas a muchos que enfrentan barreras para obtener atención médica, no solo ahora sino también en otras épocas. Por esto, es crítico que los sitios de prueba estén estratégicamente ubicados en comunidades de color y que sean atendidos por sacerdotes y médicos que hablen español, mandarín, cantonés e inglés.
Es en este momento de desconexión, desesperación y desunión, nuestras parroquias y nuestros médicos comunitarios abren puertas y crean espacios seguros. Es nuestro llamado y nuestra misión cuidar, dar atención médica y elevar a todos los que están desilusionados y agobiados.
Nuestras iglesias y nuestros médicos están listos. Juntos, vamos a reconstruir para volver más fuertes que antes. Así podremos reedificar nuestra fragilidad, unirnos y comenzar el proceso de curación.
(El Dr. Ramon Tallaj es el presidente de SOMOS, una red sin fines de lucro dirigida por médicos de más de 2,500 proveedores de atención sanitaria que cobijan a más de 800,000 pacientes?.