Sadismo: ¿por qué algunas personas disfrutan siendo crueles con otras?
Infligir daño o dolor a alguien incapaz de hacerte lo mismo puede parecer intolerablemente cruel, pero sucede más de lo que piensas
¿Por qué algunos humanos son crueles con personas que no representan ninguna amenaza para ellos, a veces incluso con sus propios hijos? ¿De dónde proviene este comportamiento y para qué sirve? – Ruth, 45, Londres.
Los humanos son la gloria y la escoria del universo, concluyó el filósofo francés Blaise Pascal en 1658. Poco ha cambiado. Amamos y odiamos. Ayudamos y lastimamos. Extendemos una mano y clavamos el cuchillo.
Entendemos si alguien ataca en represalia o en defensa propia. Pero cuando alguien daña a una persona inofensiva, nos preguntamos: “¿Cómo pudiste?”.
Los humanos suelen hacer cosas para obtener placer o evitar el dolor. La mayoría de nosotros, cuando herimos a alguien sentimos su dolor. Y no nos gusta este sentimiento.
Esto sugiere dos razones por las que las personas pueden dañar a quienes son inofensivos: o no sienten el dolor de los demás o disfrutan sintiendo el dolor de los demás.
Otra razón por la que las personas hacen daño a otras que son inofensivas es porque, pese a todo, ven una amenaza.
Alguien que no ponga en peligro tu cuerpo o tu billetera sí puede amenazar tu estatus social. Esto ayuda a explicar acciones que de otro modo serían desconcertantes, como cuando alguien lastima a otras personas que lo ayudan económicamente.
Las sociedades liberales asumen que hacer sufrir a otros significa que les hemos herido. Sin embargo, algunos filósofos rechazan esta idea. En el siglo XXI, ¿podemos todavía concebir ser crueles para ser amables?
Sádicos y psicópatas
Alguien que disfruta lastimando o humillando a otros es un sádico. Los sádicos sienten el dolor de otras personas más de lo normal. Y lo disfrutan. Al menos, lo hacen hasta que termina, cuando pueden sentirse mal.
El imaginario popular asocia el sadismo con torturadores y asesinos. Sin embargo, también existe el fenómeno menos extremo, pero más extendido, del sadismo cotidiano.
El sádico cotidiano disfruta al herir a otros o al ver su sufrimiento. Es probable que disfrute del cine gore, encuentre emocionantes las peleas e interesante la tortura. Son raros, pero no lo suficientemente raros. Alrededor del 6% de los estudiantes de pregrado admiten que les complace lastimar a otros.
El sádico común puede ser un trol de internet o un acosador en la escuela. En los juegos de rol online, es probable que sean los que “se lamentan” y arruinan el juego para los demás. Los sádicos de a diario se sienten atraídos por los juegos de computadora violentos. Y cuanto más juegan, más sádicos se vuelven.
A diferencia de los sádicos, los psicópatas no dañan a las personas inofensivas simplemente porque disfrutan de ello (aunque pueden hacerlo). Los psicópatas quieren cosas. Si dañar a otros les ayuda a conseguir lo que quieren, que así sea.
Pueden actuar de esta manera porque es menos probable que sientan lástima, remordimiento o miedo. También pueden averiguar lo que sienten los demás, pero no contagiarse por esos sentimientos ellos mismos.
Este es un conjunto de habilidades muy peligroso. Durante milenios, la humanidad se ha domesticado. Esto ha dificultado que muchos de nosotros lastimemos a otros. Muchos de los que hacen daño, torturan o matan serán perseguidos por esa experiencia. Sin embargo, la psicopatía es un poderoso indicador de que alguien puede infligir violencia no provocada.
Necesitamos saber si nos encontramos con un psicópata. Podemos hacer una buena suposición simplemente mirando la cara de alguien o interactuando brevemente con él. Desafortunadamente, los psicópatas saben que lo sabemos. Se defienden trabajando duro en su vestimenta y aseo para intentar dar una buena primera impresión.
Afortunadamente, la mayoría de las personas no tienen rasgos psicopáticos. Solo el 0,5% podrían considerarse psicópatas. Sin embargo, alrededor del 8% de los hombres y el 2% de las mujeres presas son psicópatas.
Pero no todos los psicópatas son peligrosos. Los psicópatas antisociales pueden buscar la emoción de las drogas o actividades peligrosas.
Los psicópatas prosociales, por otro lado, buscan su emoción en la persecución intrépida de ideas novedosas. A medida que las innovaciones moldean nuestras sociedades, los psicópatas prosociales pueden cambiar el mundo para todos nosotros. Sin embargo, esto puede ser tanto para bien como para mal.
¿De dónde provienen estos rasgos?
Nadie sabe realmente por qué algunas personas son sádicas. Algunos especulan que el sadismo es una adaptación que nos ayudó a sacrificar animales cuando cazábamos. Otros proponen que ayudó a la gente a ganar poder.
El filósofo y diplomático italiano Nicolás Machiavelo sugirió una vez que “los tiempos, no los hombres, crean el desorden”. De acuerdo con esto, la neurociencia sugiere que el sadismo podría ser una táctica de supervivencia provocada por tiempos difíciles.
Cuando ciertos alimentos escasean, nuestros niveles de serotonina disminuyen. Esta caída hace que estemos más dispuestos a lastimar a los demás porque hacer daño se vuelve más placentero.
La psicopatía también puede ser una adaptación. Algunos estudios han relacionado niveles más altos de psicopatía con una mayor fertilidad.
Sin embargo, otros han encontrado lo contrario. La razón de esto puede ser que los psicópatas tienen una ventaja reproductiva específicamente en entornos hostiles.
De hecho, la psicopatía puede prosperar en mundos competitivos e inestables. Las habilidades de los psicópatas los convierten en maestros manipuladores.
Su impulsividad y falta de miedo les ayudan a tomar riesgos y a obtener ganancias a corto plazo. En la película Wall Street, el psicópata Gordon Gekko gana millones. Sin embargo, aunque la psicopatía puede ser una ventaja en el mundo empresarial, solo ofrece una pequeña ventaja de liderazgo.
El vínculo de la psicopatía con la creatividad también puede explicar su supervivencia. El matemático Eric Weinstein sostiene, de manera más general, que las personas desagradables impulsan la innovación.
Sin embargo, si el entorno apoya el pensamiento creativo, lo desagradable está menos ligado a la creatividad. Lo bueno puede ser novedoso.
El sadismo y la psicopatía se asocian con otros rasgos, como el narcisismo y el maquiavelismo. Estos rasgos, tomados en conjunto, se denominan “factor oscuro de la personalidad” o factor D para abreviar.
Hay un componente hereditario de moderado a alto en estos rasgos. Así, algunas personas pueden nacer de esta manera. Alternativamente, los padres con factor D alto podrían transmitir estos rasgos a sus hijos si se comportan de manera abusiva con ellos.
De manera similar, ver a los demás comportarse de maneras con elevado factor D puede enseñarnos a actuar de esta manera. Todos tenemos un papel que desempeñar para reducir la crueldad.
Miedo y deshumanización
El sadismo implica disfrutar de la humillación y el dolor de otra persona. Sin embargo, a menudo se dice que deshumanizar a las personas es lo que nos permite ser crueles.
Las víctimas potenciales son etiquetadas como perros, piojos o cucarachas, lo que supuestamente facilita que otros las lastimen.
Hay algo en esto. La investigación muestra que si alguien rompe una norma social, nuestro cerebro trata sus rostros como menos humanos. Esto nos facilita castigar a las personas que violan las normas de comportamiento.
Es un sentimiento dulce pensar que si vemos a alguien como humano, no lo lastimaremos. También es un engaño peligroso.
El psicólogo Paul Bloom sostiene que nuestras peores crueldades pueden basarse en no deshumanizar a las personas. Las personas pueden herir a los demás precisamente porque los reconocen como seres humanos que no quieren sufrir dolor, humillación o degradación.
Por ejemplo, el Partido Nazi deshumanizó a los judíos llamándolos alimañas y piojos. Sin embargo, los nazis también humillaron, torturaron y asesinaron a judíos precisamente porque los veían como seres humanos que serían degradados y sufrirían ese trato.
Derogación de los bienhechores
Algunas personas incluso harán daño a veces a quienes les son útiles. Imagina que estás en un juego económico en el que tú y otros jugadores tienen la oportunidad de invertir en un fondo grupal. Cuanto más dinero se pone, más se obtiene. Y el fondo dará dinero a todos los jugadores, hayan invertido o no.
Al final del juego, puedes pagar para castigar a otros jugadores por la cantidad que decidieron invertir. Para hacerlo, renuncias a algunas de tus ganancias y se le quita dinero al jugador de tu elección. En resumen, puedes ser rencoroso.
Algunos jugadores optaron por castigar a otros que invirtieron poco o nada en el fondo del grupo. Sin embargo, algunos pagarán para castigar a los jugadores que invirtieron más que ellos en el fondo del grupo. Tales actos parecen no tener sentido. Los jugadores generosos te dan una mayor recompensa, ¿por qué los disuadirías?
Este fenómeno se denomina “castigo social” o “derogación de los bienhechores”. Se puede encontrar en todo el mundo. En las sociedades de cazadores-recolectores, los cazadores exitosos son criticados por atrapar un animal grande a pesar de que su captura significa que todos obtienen más carne.
Es posible que Hillary Clinton haya sufrido la derogación del bienhechor como resultado de su campaña de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 basada en los derechos.
La derogación de los bienhechores existe debido a nuestras tendencias contradominantes.
Un jugador menos generoso en el juego económico anterior puede sentir que un jugador más generoso será visto por otros como un colaborador preferible. La persona más generosa amenaza con convertirse en dominante. Como dijo el escritor francés Voltaire, lo mejor es enemigo de lo bueno.
Sin embargo, hay una ventaja oculta de la derogación de los bienhechores. Una vez que hemos derribado al bienhechor, estamos más abiertos a su mensaje. Un estudio descubrió que permitir que las personas expresen su disgusto por los vegetarianos los llevó a apoyar menos el consumo de carne. Disparar, crucificar o no elegir al mensajero puede alentar la aceptación de su mensaje.
Ser cruel para ser amable
En la película Whiplash, un profesor de música utiliza la crueldad para fomentar la grandeza en uno de sus alumnos. Podemos rechazar tales tácticas. Sin embargo, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche pensaba que nos habíamos vuelto demasiado reacios a tal crueldad.
Para Nietzsche, la crueldad permitía a un maestro convertir una crítica en otra, por el bien de la otra persona. Uno también podría ser cruel consigo mismo para convertirse en la persona que quería ser. Nietzsche sintió que sufrir crueldad podría ayudar a desarrollar coraje, resistencia y creatividad. ¿Deberíamos estar más dispuestos a hacer sufrir tanto a los demás como a nosotros mismos para desarrollar la virtud?
Podría decirse que no. Ahora conocemos los efectos potencialmente espantosos a largo plazo de sufrir la crueldad de los demás, incluido el daño tanto a la salud física como mental. También se reconocen cada vez más los beneficios de ser compasivo con uno mismo, en lugar de tratarse con crueldad.
Y la idea de que debemos sufrir para crecer es cuestionable. Los eventos positivos de la vida, como enamorarse, tener hijos y lograr metas preciadas, pueden conducir al crecimiento.
Enseñar mediante la crueldad invita a abusos de poder y al sadismo egoísta. No es la única forma, el budismo, por ejemplo, ofrece una alternativa: la compasión colérica.
Aquí, actuamos desde el amor para confrontar a los demás para protegerlos de su codicia, odio y miedo. La vida puede ser cruel, la verdad puede ser cruel, pero podemos elegir no serlo nosotros.
* Simon McCarthy-Jones es profesor asociado de psicología clínica y neuropsicología en el Trinity College de Dublín.
Puedes leer el artículo original publicado en The Conversation.
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