Si hubiese vivido para presenciar el viernes

Eddie era lleno de gratitud porque supo de lo que era vivir en Nueva York y en New Jersey.

Como cada familia en este país tengo familiares gay.  Que mucho ha cambiado en la sociedad que puedo hacer tal aseveración sin ninguna vergüenza.    Es un hecho.  Un hecho común hoy día. Un hecho que me llena de orgullo en saber que nuestro país por fin se acogió de fortitud al declarar la dignidad igual para nuestros hermanos y hermanas gay.

El viernes fue un día especial.  Si hubiese vivido Eddie para verlo.

Eddie fue mi hermano.  Nació en este país y tuvo un amor profundo para nuestro Puerto Rico. Fue a vivir allá y vivir acá como tantos Boricuas y consiguió su orgullo de ser puertorriqueño en esa isla hermosa.  Me contaba con alegría de su peregrinaje a ver, visitar y fotografiar cada iglesia en cada plaza de los pueblos de Puerto Rico.  Conoció pueblos que yo todavía no he visto.

Tal fue el amor que guardaba para sus compatriotas. Eddie era lleno de gratitud porque supo de lo que era vivir en Nueva York y en New Jersey.  Pudo apreciar lo hermoso porque vivió el menosprecio que otros tenían para Puerto Rico y todo que significaba.

Ser gay nunca lo limitaba.  Al contrario cuando vivió en Nueva York se involucró en el movimiento gay por medio del “Imperial Court of New York” – una de las mejores organizaciones sin fines de lucro que recaudaron y otorgaron más de un millón de dólares para ayudar pacientes de SIDA, víctimas de violencia doméstica, y los desamparados de la ciudad.  Junto a Chester Kagle, su compañero, Eddie viajo a varios países para aumentar la influencia de su organización.  Y lo hizo con el mismo afán que mostró en recurrir las carreteras de Puerto Rico.

Este viernes pasado la Corte Suprema declaró que la constitución prohíbe cualquier estado rehusar una licencia matrimonial a parejas del mismo sexo diciendo: “Será un malentendido decir que estos hombres y mujeres le faltan respeto al concepto de matrimonio. Su ruego es que sí lo respetan, que lo respetan tan profundamente que buscan en esa institución su cumplimiento para ellos también. Su esperanza es no ser condenados a la soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas en la civilización. Ellos piden dignidad equitativa antes la ley.  La constitución le otorga ese derecho.”

Puedo ver los ojos de mi hermano humedeciendo ante este desarrollo histórico.

Su compañero Chester murió antes que él.  Tantos murieron en esos entonces por una enfermedad incontrolable.  Tantas vidas perdidas de tantos latinos, tantos Boricuas.  Eddie regreso a Puerto Rico para ayudar a su madre y mi padre.  Adornaba la casa entera con luces navideñas cada año. Construía ángeles de papier-maché para Los Reyes.  Gritaba a todo pulmón para impulsar su equipo de futbol americano en la televisión.  Todo eso, y mucho, mucho más, reflejaban la pasión y el amor que tenía mi hermano. Murió en una época navideña.

El viernes pasado el amor ganó.  ¿Qué daría yo para ver su sonrisa al saberlo?

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