El Papa pidió por los niños y llamó a no ser insensibles ante los marginados

En la basílica de San Pedro, el Papa encabeza la tradicional ceremonia religiosa de Navidad

ROMA.- Dejarse interpelar por el Niño que nace, ir a lo esencial, pensar en los niños que en vez de juguetes tienen en sus manos armas, pensar en los refugiados que huyen de sus tierras, no ser insensibles ante quien está marginado. Fueron los pedidos que hizo esta noche Francisco en la Misa de Gallo, en la que lamentó que “la mundanidad tomó de rehén la Navidad“.

“Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes”, dijo el Papa en su homilía.

“Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas”, siguió, en una misa que presidió, como es tradición, en la Basílica de San Pedro junto a cardenales, obispos, sacerdotes, miles de fieles y miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.

El exarzobispo de Buenos Aires subrayó también que el misterio de la Navidad, que es luz y alegría, “interpela y golpea porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza”. “Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada: Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría”, explicó.

Y advirtió que “también hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos preocupamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado”. “La mundanidad tomó de rehén la Navidad”, denunció, agregando unas palabras al texto que había preparado.

El papa Francisco en la misa de víspera de Navidad en El Vaticano. ANDREAS SOLARO/AFP/Getty Images
El papa Francisco en la misa de víspera de Navidad en El Vaticano. ANDREAS SOLARO/AFP/Getty Images

En una misa celebrada en latín -con lecturas en idiomas vernáculos- marcada por la presencia de la estatuilla del Niño Jesús (que al final de la misa colocó en el pesebre) y de bellísimos coros, el Papa destacó luego el “sabor de esperanza” de la Navidad porque “a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece”. “Su luz suave no da miedo. Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más”, dijo. “No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y servir”, agregó. Subrayó que lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces, aunque “ninguno está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la Navidad”.

“También nosotros dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites. Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo”, pidió. “Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas”, exhortó. “Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí”, concluyó.

El Papa, que ayer fue al Monasterio Mater Ecclesiae para desearle Feliz Navidad a su predecesor, Benedicto XVI, papa emérito, mañana al mediodía romano (las 8 de la mañana en la Argentina), impartirá la bendición y pronunciará el tradicional mensaje navideño “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Por Elisabetta Piqué, LA NACION

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