El circo rescata a jóvenes en Ecuador

Quito/EFE – La magia del circo se ha instalado esta semana en una improvisada carpa en un parque de Quito, donde malabaristas, payasos o acróbatas aspiran a ser escogidos para un programa que pretende inculcar en jóvenes “en riesgo” que viven en la calle valores circenses como la solidaridad y el esfuerzo.

El llamado “Circo Social” es una iniciativa de la vicepresidencia ecuatoriana junto con el canadiense Cirque du Soleil, que seleccionan en la capital del país a las personas que serán formadas para enseñar técnicas circenses a niños y jóvenes de los barrios más humildes.

Julio Bueno, gerente del proyecto “Sonríe Ecuador” de la vicepresidencia, afirmó que la meta es poner a esos menores “bajo una carpa”, donde existe un riesgo, “pero más controlado” que el peligro de la vida diaria en las calles.

En Quito al final de la semana se escogerán a unas veinte personas de las cien que se han presentado para ser capacitadores de esos jóvenes, según Matías Belmar, de la fundación Círculo y uno de los encargados de la elección.

Los aspirantes muestran sus habilidades en el parque Itchimbia, uno de los más famosos de Quito por sus fantásticas vistas de la ciudad y de los Andes.

Bajo una carpa azul, los aspirantes a profesores practican ejercicios físicos, se deslizan desde las alturas por una tela blanca o practican espectaculares toques de balón ante la mirada atenta de los curiosos.

El programa se desarrollará en las ciudades serranas de Quito y Cuenca, en la costera de Guayaquil y la amazónica de Tena.

Según Belmar, solo en Quito se beneficiarán unas 400 personas, entre profesores que se van a formar y menores que recibirán las clases.

Además, los viernes y sábados el “Circo Social” abrirá las puertas a todo el que quiera probar suerte con los malabares o ponerse una nariz de payaso, una oferta que esperan que acepten unas 5.000 personas.

Mario Colloguazo, uno de los aspirantes a profesor, es una de esas personas polivalentes que hace desde trucos con clavos, malabares y de payaso, hasta acrobacias en telas colgantes.

La ilusión de Colloguazo es enseñar a los pequeños de los barrios más pobres su pasión, el circo, para decirles a “los niños que estén en la locura del mundo que hay otra opción de vida, otro momento en el que puedan subir, que no sea solo las drogas, la calle o robar, sino que para ser loco, se puede ser más loco pero desde otro punto de vista”.

Según el joven de 21 años, el circo le ha ayudado mucho porque la primera regla de este arte es “nunca digas no”, pues dentro de este espectáculo “no hay nada imposible”.

Para Colloguazo lo más importante es que los niños aprendan a “ser libres de prejuicios y se atrevan a llorar, a gritar” encima del escenario.

Bajo la misma carpa en Itchimbia, una bola de cristal se escurre misteriosamente por las manos y los brazos de un muchacho que ha captado la mirada de una decena de personas, mientras que a su lado una pareja de jóvenes practican complejos movimientos con sus elásticos cuerpos.

Para Bueno, el circo enseña a los niños valores como “la autoestima, la confianza, la solidaridad o el respeto a la autoridad”, a la vez que aprenden trabajando en conjunto.

En este sentido, Belmar relató que en una pirámide humana, uno aprende a confiar con el que está abajo, la cohesión o el trabajo en equipo, en los malabares a “la consistencia de cuando se te cae la pelota volverla a recoger” y en el teatro o si hace de payaso “a comunicarse”.

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