La disparidad del 1%
Las protestas de ‘Ocupar Wall Street’ iniciaron una toma de conciencia sobre la disparidad de ingresos en Estados Unidos poniendo un abismo económico que separa el 1% más adinerado del resto de los estadounidenses. Un nuevo análisis no partidista da una perspectiva histórica sobre la brecha de ingresos.
La fortaleza económica de nuestro país en el Siglo 20 se caracterizó por la solidez de su clase media. A partir de la década del ochenta la política económica y fiscal de Ronald Reagan alteró el rumbo con otra filosofía de crecimiento en que se enfatizaban las reducciones impositivas al sector empresarial y a los contribuyentes de ingresos más altos. La meta es que el impacto del consumo de estos individuos baje a lo largo (trickle down) de la escala económica para que beneficie a todos.
El resultado de esta política no pudo ser peor.
El análisis de esta semana de la apolítica Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) mostró que entre 1979 y 2007, los ingresos reales del 1% más adinerado se elevó 275%, mientras que el 60% de la población en estratos medios quedó por debajo del 40 en la casi tres décadas. Esta diferencias se explican en gran parte por las innovaciones tecnológicas y cambios en la dirigencia y estructura de las compensaciones ejecutivas, entre otros.
Sin embargo, el CBO mostró que a lo largo de 30 años principalmente se fue modificando la política impositiva alejándose de la progresividad.
Las consecuencias de esta era de redistribución de riqueza al tope de la escala económica deja una clase media reducida y vulnerable bajo un manto de deuda, resultado de combinar los ingresos bajos y la presión para que consuma, como activación económica.
Es cierto que el consumidor medio es el motor de la economía, pero la codicia del sector financiero la dejó agonizando sin dinero y sin más crédito para seguir comprando.
El estudio del CBO sobre ingresos muestra el impacto de 30 años de una política impositiva fallida, por no crear una demanda sólida, además de ser presupuestalmente deficitaria.
Ante estos hechos, es preocupante que la Cámara Baja cierre lo ojos a los hechos y todavía promueva y repita -aunque sea como artículo de fe- fórmulas que nunca dieron el resultado esperado. La protesta en Wall Street debería ser en Washington, porque allí se gestó la política que llevó a una disparidad de ingresos récord en el mundo desarrollado. Y lo que es peor, todavía promueve más de lo mismo para el futuro.
La Opinion/Impremedia