Limpieza en el gabinete de Dilma
“Prefiero el ruido de los medios que el silencio de las dictaduras”. Esa fue la respuesta de Dilma Rousseff, Presidenta de Brasil, luego de que la cúpula del Partido de los Trabajadores (PT), el mismo que la llevó al poder a ella y a Lula da Silva, propusiera un proyecto llamado “reglamentación social de los medios”, el cual no es más que un sistema de control que contribuya a que ciertos políticos reduzcan su nivel de miedo a ser capturados en actos de corrupción. ¿Controles? “El único control que conozco es el control remoto de la televisión”, ironizó Dilma.
Es un hecho inédito. Cinco Ministros han sido despedidos durante los 100 primeros días de gobierno de Rousseff. Cuatro de ellos, acusados de actos de corrupción. Claramente cambió la estrategia y se comprueba que Dilma es una mujer dura, que no permitirá así de fácil que la corrupción continúe creciendo dentro de los pasillos gubernamentales como una maleza imposible de erradicar.
Entre el 2002 y el 2008, la corrupción en Brasil tuvo un costo de 40 millones de reales, equivalente a 23 mil 300 millones de dólares, es decir, algo así como el tamaño de la economía de Bolivia; esto según datos de la Fundación Getulio Vargas, publicados por el diario Folha de Sao Paulo.
De acuerdo con Dilma. Los culpables de la corrupción no son los medios de comunicación, sino que los mismos funcionarios que no cuentan con una eficiente Ley Anticorrupción que impida estas deplorables acciones. Ahora, hay otro punto que se debe considerar en este contexto, cuando la economía va bien, los otros asuntos pasan a un segundo plano, es así como se confirma la efectividad del famoso slogan brasilero “roban, pero hacen cosas por el pueblo”.
En conclusión. Los medios de comunicación siguen investigando y continuarán su trabajo de denuncia. Dilma seguirá adelante con su estrategia de remover todo acto de corrupción que tenga a su alrededor, procurando siempre, al igual que Lula, que ni uno de los casos se acerque tanto como para que pueda tocar su imagen, y hasta el momento lo ha hecho con éxito, considerando que su popularidad no se ha visto afectada. Juego peligroso, pero efectivo.
Rousseff aprendió muy bien de su antecesor a cómo moverse estratégicamente dentro de la política brasilera. Lo ha demostrado correctamente en estos meses de gobierno. También sabemos que Dilma no se deja intimidar por los medios de comunicación, y está dispuesta oponerse a quienes creen que apagando voces podrán mantener una estabilidad en el país. Interesante ver cómo Brasil apoya a gobiernos latinoamericanos que se han destacado por callar a algunos medios, pero cuando el problema está casa, las acciones son totalmente democráticas.