Salir de Afganistán

Un mes antes del ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York en 2001, Estados Unidos había iniciado una guerra contra el gobierno del Talibán, que daba cobijo en Afganistán a los autores del ataque. Entonces era difícil imaginar que 10 años después el panorama sería tan turbio como hoy, ni que el conflicto bélico iba a ser el más prolongado en la historia estadounidense.

Osama Bin Laden está muerto y AlQeada ya no tiene el poder de organización de antes, sin embargo todavía el Talibán mantiene una resistencia suficientemente fuerte como para que su regreso al gobierno todavía sea una amenaza seria.

Se han cometido muchos errores durante esta década, marcada en parte por un cambio de rumbo al distraer recursos militares a Irak, por la corrupción del gobierno del presidente Hamid Karzai y por el desgaste político de las fuerzas aliadas cuyos esfuerzos para ganar respaldo popular fracasan ante la muerte de civiles causada por los bombardeos. El mes pasado hasta la misma embajada estadounidense en Kabul estuvo bajo fuego por varias horas y hace unos meses el Talibán asesinó al principal interlocutor de paz del gobierno afgano.

No obstante la inestabilidad, hoy ya no existe en nuestro país el respaldo a esa guerra. El anunciado retiro de las tropas estadounidenses para el 2014 es esperanzador aunque parece aislado de la violenta realidad afgana. Las negociaciones entre el gobierno y el Talibán no avanzan ante el extremismo. Al mismo tiempo, desde el vecino Pakistán hay un respaldo solapado de las agencias de inteligencia a los insurgentes ya que ven este conflicto bajo el prisma de su rivalidad con India. La paz está lejos sin pláticas entre afganos y sin la colaboración de Pakistán.

La historia de Afganistán es larga en cuanto a invasores extranjeros, que tras años de ocupación se retiraron en fracaso. Esperamos no integrar esa lista, aunque las perspectivas no sean alentadoras.

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