Sin presión Miguel Cotto

ORLANDO – A juzgar por la actitud relajada y afable que mostró Miguel Cotto anteayer -dentro y fuera del gimnasio- , el campeón boricua no siente presiones a un mes de su esperada revancha con el primer hombre que lo venció como profesional: el mexicano Antonio Margarito.

Cotto, quien chocará con Margarito el próximo 3 de diciembre en el Madison Square Garden de Manhattan, tuvo un jueves sumamente cargado.

Entrenó por la mañana en el Holden Park de esta ciudad y luego le dedicó varias horas de la tarde a un fuerte trabajo físico y técnico en el K.G. Boxing Gym. Aún así sacó tiempo para ver un poco de televisión, ir de compras y compartir con su madre, Juana, y abuelo materno, don Juan, que se hospedan junto a él y su grupo en una residencia de dos pisos en esta ciudad.

Temprano en la mañana, Miguel desayunó cereal y luego salió de la casa acompañado de su séquito a bordo de dos vehículos. El equipo también incluye a su hermano José Miguel, a su mano derecha, Bryan Pérez, a su preparador físico, Phil Landman, a su masajista María de Lourdes González, a otros asistentes y a un equipo de filmación de la telecadena HBO, que está grabando el programa 24/7 de esta pelea y el cual no le pierde ni pie ni pisada al peleador cagüeño.

Camino al parque, el grupo andaba sin prisa. Se detuvieron para recoger a su nuevo entrenador, el cubano Pedro Luis Díaz Benítez, y para comprar hielo. Llegaron al parque a las 8:05 am.

Luego de hacer estiramientos, Miguel salió a correr por el tranquilo y espacioso parque pasivo, acompañado de su ‘chata’, el peleador mexicano Marco Antonio Rubio. Mientras corría, Cotto escuchaba música salsa en un iPod. “Eso yo creo que Miguel lo sacó de mí”, dijo su madre, mientras lo observaba correr. “Yo, sin música, no hago nada”.

Luego de la corrida de 20 minutos, Miguel comenzó una curiosa rutina de ejercicios que incluyó cortas carreras de velocidad cuesta arriba, ‘zigzaguear’ entre los arbustos con guantes puestos y guantear tras girar como un trompo, para simular el mareo que causa un golpe fuerte. Pedro, quien se la pasó sacándole el cuerpo a las cámaras de HBO, lo instruyó continuamente. En momentos Miguel lució realmente extenuado.

“La primera semana fue dura, de mucho cansancio”, sostuvo Cotto más tarde, sobre la rutina bajo Díaz Benítez. “Pero ya el cuerpo se va acostumbrando”.

“Estamos trabajando duro las piernas”, comentó Díaz, quien soltó poca prenda cuando se le preguntó en torno a los aspectos tácticos que trabajan para la revancha. “Al principio estaba débil (de piernas). Pero ya no”.

Luego de la faena matutina, Junito y su equipo regresaron a casa. Miguel se duchó y salió en uno de los autos, por sí solo. Cuando regresó, lo hizo con un yogurt de fresas en una mano, y en la otra con una bolsa de medias deportivas azules, similares a las que utilizan los futbolistas, las cuales compró y estrenó ese mismo día.

“Desde que subimos a las 154 libras, no me he tenido que preocupar de pasar hambre”, indicó el campeón super welter de la AMB. “Solo me concentro en el trabajo que hay que hacer para ganar la pelea”.

Aunque la sesión de la mañana fue dura, Miguel no lució muy cansado cuando regresó a la residencia. Se comió el yogurt y se sentó junto a Bryan a ver un programa de cocina en el Food Network, del cual es un fiel televidente.

“Nosotros somos ‘fans’ de ese canal. Podemos estar todo el día viéndolo”, aseguró Miguel, mostrando gran conocimiento sobre los talentos de la telecadena.

Contrario a otras ocasiones en las que Miguel ha recibido a este diario en su cuartel de entrenamiento, esta vez el campeón no tomó una siesta entre sus sesiones de trabajo.

A eso de las 3:05 pm Miguel y compañía llegaron al K.G. Boxing Gym. Allí, Pedro lo hizo sudar en bruto, con un dinámico y variado entrenamiento que incluyó sombra, guanteos, saco, guanteletas, cuica y hasta pesas.

Tanto perspiró, que al poco tiempo de llegar las dos camisas que Miguel llevaba puestas estaban saturadas de sudor. Cuando se las quitó, enseñó su más reciente tatuaje, en su hombro izquierdo: una imagen de su padre, el fallecido árbitro internacional Miguel Cotto Carrasquillo. Debajo, tenía la cifra 54/10, alusiva a su año de nacimiento y deceso, y los mensajes ‘Gone but never forgotten’ (Ido, pero nunca olvidado) y ‘Always on my heart’ (Siempre en mi corazón).

Cuando salieron del gimnasio, Miguel y su gente regresaron a la casa alquilada. Allí, Cotto se duchó de nuevo, mientras alguien salió a comprar la cena del día: costillas de cerdo.

Miguel probó un poco. Pero esa no sería su cena. “Ahora yo salgo y me compro una pasta”.

Luego, regresaría a la residencia para jugar una partida de dominó con su abuelo y amigos, como si estuviera de vacaciones familiares, y no entrenando para la que quizás sea la pelea que defina su carrera profesional.

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