Fraude en nombre de la religión

¿Qué le pasa Don Manuel que ya no lo veo vendiendo sus churros?, le pregunté al señor que a sus 66 años, sin importar el crudo invierno o el intenso calor del verano, siempre está en la esquina del tren cerca de mi casa vendiendo sus churros.

“Es que me quedé sin dinero para seguir haciendo mis churros. Imagínese, si no vendo mis churros mi familia no come”, me dijo Don Manuel al borde del llanto, agregando que había dado todo su dinero a la iglesia donde iba cada domingo.

Le pregunté por qué había dado todo su dinero, y no sólo el diezmo que exige ese tipo de iglesias. Me contestó: “Es que el pastor dice que hay que hacer sacrificio en nombre de Dios por su iglesia”.

Don Manuel bajó la cabeza y con un dejo de tristeza añadió: “El pastor me dijo que tal vez el Señor no quiere que yo siga vendiendo churros”.

¿Y cómo va a mantener a su familia?, le pregunté.

“No lo se”, me contestó. Me indigné tanto por el engaño a ese pobre hombre, que el domingo siguiente fui a la iglesia donde Don Manuel es feligrés, con la intención de hablar con el pastor acerca de la situación de Don Manuel.

Cuando llegué al “templo” me quedé impresionada por el lujo de la iglesia; lámparas extravagantes y alfombras costosas. No vi al pastor por ningún lado, sólo cuando se subió al púlpito para empezar a predicar.

Todos los feligreses se pusieron de pie, lo aplaudieron, vestía traje de diseñador, con voz firme e intimidante como hacen esos farsantes que interpretan la Biblia a su manera para enganar y lavarle el cerebro a personas vulnerables que a veces están solos en este país o están luchando por dejar alguna adicción, etc.

El sermón de ese domingo fue que Moisés tenía tanta fe en Dios que dio su único hijo a Dios como sacrificio y que Dios lo recompensó dándole larga vida y muchos hijos. El pastor siguió diciendo a los feligreses; “así tienen que hacer ustedes, sacrificios por su iglesia como hizo Moisés. No importa que el dinero sea para pagar su renta, la luz, etc. que Dios se lo va a multiplicar”.

No quise seguir escuchando a ese estafador y cuando iba a abandonar el supuesto templo, el pastor me vio y dijo: “tráiganme al púlpito a esa joven que está en sillas de ruedas”, no me dejaron decirle que no. Empezó a tocar fuertemente mis piernas mientras decía “fuera demonio”, sin saber en realidad la causa de mi parálisis. No conforme con eso, pidió a dos de sus ayudantes que me pusieran de pie y que me soltaran para que caminara, obviamente mis piernas no respondieron y me caí. Y el farsante dijo a los feligreses que por no tener fe no caminé. “Yo sí tengo fe, pero no en personas que engañan en nombre de la religión. Yo si tengo fe en que un día, Dios ilumine la mente de los científicos para que encuentren una cura para la parálisis”. Pienso que esos pastores estafadores en realidad no creen en Dios, sólo usan la religión como un negocio, para vivir como reyes.

¿O será que son tan narcisistas que piensan que de verdad son los representantes de Dios en la tierra? Pero como dice el Dalai Lama “todas las religiones pueden ser buenas si dan amor y compasion”. Todo es cuestión de intuición mi gente; si van a una iglesia y sólo le hablan de dinero, usen el sentido común y salgan de ese lugar como dicen en mi país, en bola de humo, o sea rapidísimo, para que no le pase como a don Manuel, el vendedor de churros.

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