Zona de Juego: El espejo no miente

Reparte culpas, se exalta, lanza exabruptos, se enoja, patalea, llora, hace corajes y, por si fuera poco, se hace la víctima.

La realidad de las cosas es que este personaje debe de verse en un espejo para encontrar al culpable de su infortunio.

La imagen que despide el vidrio reflejante no miente, al contrario, muestra con inequívoca claridad la verdadera identidad de quiénes somos.

En lugar de criticar a sus jugadores, en lugar de ofrecer explicaciones absurdas, en lugar de señalar y fustigar, Jorge Vergara debería ser el primero en reconocer que él es quien ha fallado.

El tormentoso, polémico y controvertido propietario de las Chivas del Guadalajara, es el Hernán Cortés moderno, aquel que cada vez que es derrotado se sienta llorar a la sombra de un árbol para después explotar en cólera.

La frustración y el dolor de sus fracasos llevan a Jorge Vergara a hacer lo que mejor sabe: culpar a otros de sus propios errores.

Con las decisiones viscerales que el empresario ha tomado en los últimos tiempos, Vergara está dilapidando al Club Guadalajara.

Despedir entrenadores a diestra y siniestra y sin ninguna justificación se ha convertido en el sello de este hombre que disfruta infundir temor en aquellos que están bajo sus órdenes.

Jorge Vergara Madrigal no se ha dado cuenta de que está destruyendo al equipo rojiblanco.

El pastor del Rebaño tuvo en sus manos, y nunca se dio cuenta de eso, la oportunidad de conformar un Manchester United a la mexicana.

Es decir, un técnico que pudo haberse quedado con el equipo por décadas para llenar con trofeos las vitrinas del equipo.

Cuando no valoró en su real medida a José Manuel de la Torre y lo dejó ir, Vergara tiró por la borda lo que tanto busca: campeonatos.

El “Chepo” De la Torre tenía el perfil para dirigir a las Chivas por los próximos 25 años, tal y como lo ha hecho Alex Ferguson con el Manchester United, pero a Vergara le gusta tronar entrenadores en su afán de ser protagonista.

Cada vez que corre a un director técnico, Vergara aparece en todos los medios de comunicación para ofrecer su misma letanía: “Quiero ser campeón, quiero tener el mejor equipo de México, quiero al mejor entrenador, y por eso había que hacer cambios”.

Además de correrlos sin ninguna justificación, al propietario de las Chivas le gusta pisotear los sentimientos de sus empleados.

Cuando despidió a Daniel el “Travieso” Guzmán dijo: “Ahora sí voy a traer a un entrenador de verdad”.

Otro error que le costará caro a Vergara es el haberle enseñado la puerta de salida a Efraín Flores.

Vergara le quitó la dirección de las Fuerzas Básicas del equipo para ponerlo de entrenador, quitarlo, ponerlo, y volverlo a quitar.

El manoseo llegó a tal grado que Flores se hartó y optó por hacer maletas y huir cuán lejos pudiera.

La misma trastada que le hizo a Flores, Vergara se la hizo a José Luis Real, quien por el momento sigue en el club.

La camada de buenos jugadores que han salido de la cantera del Guadalajara sólo se debe al trabajo y esfuerzo de Flores y Real.

Vergara no tiene un plan de acción, no sabe ser paciente, no le gusta sembrar para después cosechar.

Su espíritu impulsivo, su carácter voluble, su egocentrismo, su falta de tacto para tratar con honorabilidad a su personal, harán que los campeonatos sean su delirio, pero no su realidad.

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