Superar obstáculos ha sido ley en su vida
Federico Fleishmann lucha por derechos de discapacitados en México
MÉXICO, D.F.- Federico Fleishmann está incapacitado para caminar desde que al año de edad enfermó de poliomielitis, pero su trabajo dice lo contrario de otras capacidades: a través de la organización Libre Acceso logró que en 20 años el país pasara de no tener ni una rampa para sillas de ruedas a una ley que obliga al Estado.
En diciembre pasado puso en evidencia al Senado como el violador principal del reglamento constitucional.
La Cámara Alta presentaba su nueva sede en Reforma – la más importante avenida de la Ciudad de México- tan moderna que el control de ingresos es a través de códigos digitales y el iris de los ojos y sin embargo no tenía accesos para los inválidos.
“Fue tan insultante ver esa sede: nuevecita, moderna, llena de cristales y? ¡cientos de escalones! Terriblemente inaccesible para las personas con discapacidad”, describe en entrevista con este diario.
“Me sentí muy agredido, ¿por qué si yo pagué un pedazo de esa construcción con mis impuestos no podía entrar a mi Cámara de Senadores?”.
Fleismann montó en cólera. Interpuso una queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y unos días después arrancaron los trabajos de adaptación de rampas para el Legislativo. “Si lo hubieran pensado antes la arquitectura no luciría como ahora: parchada y mal hecha”.
Llegar a ser escuchado “al instante” en un país donde la queja social regularmente es ignorada tiene un largo camino de discriminación para este hombre de 63 años que recibió recientemente el Premio Nacional de los Derechos Humanos.
Sus estudios básicos fueron un tormento ante la negativa de la escuela de acondicionar su salón en la planta baja y los directivos prefirieron asignar un conserje para que éste le bajara y subiera al muchacho en el aula en turno durante nueve años. Desde que Fleismann tenía seis y hasta los 15 años.
“Esta etapa de mi vida dejó una huella muy profunda porque mi mayor preocupación era que aquel hombre – que se llamaba Benito- me subiera temprano o me bajara muy tarde porque me avergonzaba enormemente que las niñas de mi salón me vieran cargado como un bulto”.
Todavía en algunos restaurantes hay gerentes que le ofrecen llevarlo en brazos cuando el activista protesta por falta de accesos como los que él ha logrado a través de la presión política y las gestorías ante empresas y en oficinas de gobierno, principalmente en la capital mexicana.
Hizo accesible el Estadio Azteca, el Auditorio Nacional, el Centro Cultural Tecnológico, el restaurante del Lago y el parque de Chapultepec, banquetas en diferentes delegaciones, aeropuertos en diversas ciudades, el parque de Chapultepec, el estadio de fútbol del equipo Pumas y otros.
-Los discapacitados somos 10 millones en México, la misma proporción que la de grupos indígenas, y éstos tienen un presupuesto mil veces mayor para sus programas.
Fleishmann hace cálculos exactos como un buen contador que es por título, pero lejos de la hoja de cálculo: frente a compañeros de batalla académicos que anunciaron la creación de un diplomado titulado “El ABC” de la discapacidad”, el primero en su tipo impartido por la católica Universidad La Salle.
“Ni siquiera los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación saben del tema a cabalidad y así emiten fallos”, dice ruborizado mientras abre cada vez más sus ojos verdes, herencia de la sangre alemana de su padre que se casó con una veracruzana.
Recientemente, el máximo tribunal aprobó un caso en el estado de Jalisco donde una empresa despidió a una persona por estar discapacitada físicamente, aún cuando el trabajo no lo requería.
– ¿En qué punto está su lucha, entonces”- se le pregunta.
El activista se encuentra de regreso en las oficinas de Libre Acceso a las que dedica casi todo su tiempo de vida después de que vendió una fábrica de alimentos que lideraba con uno de sus cuatro hermanos; el resto, disfruta a sus tres hijos y seis nietos.
“Tenemos leyes. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad tiene el rango de la Consitución, el problema es la barrera social: se logra que el gobierno haga una rampa en la banqueta, que la haga bien además, y luego viene alguien con su coche y la bloquea”.
– ¿Se siente agredido por este tipo de acciones?
Bloquean porque no hay cultura sobre el respeto a las personas discapacitadas, difundirla es uno de las cosas que hace falta.