Cumplen 14 años secuestrados por las FARC

Cuando los sargentos del Ejército Luis Alfonso Beltrán y Luis Arturo Arcia retornen de la selva, tras 14 años de cautiverio en poder de las FARC, nada de lo que encuentren será igual.

Virginia Franco, de 70 años, la madre del sargento Luis Alberto Beltrán, secuestrado por la guerrilla, coloca un retrato de su hijo.

Virginia Franco, de 70 años, la madre del sargento Luis Alberto Beltrán, secuestrado por la guerrilla, coloca un retrato de su hijo. Crédito: AP

BOGOTA/AP – Cuando los sargentos del Ejército Luis Alfonso Beltrán y Luis Arturo Arcia retornen de la selva, tras 14 años de cautiverio en poder de las FARC, nada de lo que encuentren será igual.

Al igual que Arcia, el sargento Beltrán no dejó ni hijos ni mujer cuando partió para Caquetá, al sur del país, a su último combate. Ayer ambos sumaron un nuevo año en poder de la guerrilla: el décimo cuarto.

Cuando regrese del cautiverio Beltrán, de 43 años, se encontrará con que una prima suya y tres de sus tíos murieron.

Esta semana falleció su tía preferida, Alba Franco, en cuya casa en Bogotá se hospedaba cuando salía del comando del Ejército y de sus entrenamientos militares.

“Ella quería verlo vivo y no alcanzó”, dijo Virginia Franco, de 70 años, madre de Beltrán.

La madrina de bautizo del sargento Arcia, de 41 años, Helena Avellaneda, murió hace dos años.

Ocho sobrinos a los que no conoce lo esperan a su retorno, dijo una hermana del sargento Arcia, Cristina Arcia.

A diferencia de otros exrehenes, como la excandidata presidencial Ingrid Betancourt cuyo secuestro y posterior rescate en julio del 2008 acapararon titulares, los dos sargentos son poco conocidos para la mayoría de los colombianos.

Y la sociedad a la que volverán los dos uniformados cuando sean liberados, les será también desconocida. Las calles de la ciudad, sus familias y las fuerzas militares o la capacidad de acción de las guerrillas son radicalmente distintas a las que dejaron hace más de una década, dijeron parientes, analistas y ex jefes militares consultados por la AP.

“Que (el gobierno y las FARC) tengan un poquito de responsabilidad y seriedad porque la vida de los que están allá (en la selva) también vale; ellos ya merecen volver a casa”, dijo Franco, la madre de Beltrán.

“Que agilicen los trámites para que ellos puedan estar en casa lo antes posible. Ojalá fuera mañana mismo”, comentó la hermana del sargento Arcia.

El 3 de marzo de 1998, luego de tres días de combates con el Ejército, las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mataron a más de 60 militares y retuvieron a por lo menos 40 más en un sector de Caquetá a 435 kilómetros al sur de Bogotá.

En el momento de la toma rebelde, “el país vivía la crisis más crítica en todos los sentidos”, dijo Camilo Gómez, quien fue comisionado de paz durante los fallidos diálogos entre las FARC y el gobierno del ex presidente Andrés Pastrana (1998-2002).

“La economía estaba muy golpeada, el presidente (Ernesto Samper 1994-1998) no tenía visa para entrar a Estados Unidos, el país descertificado en temas de derechos humanos y lucha contra el narcotráfico” y en materia de orden público “las fuerzas militares estaban en el peor momento”.

“Hasta la guerrilla sacó un comunicado en ese momento diciendo que no hablaban con Samper (sobre paz) porque no era un gobierno legítimo”, recordó el excomisionado.

El general en retiro Freddy Padilla, quien comandó las fuerzas militares del 2006 al 2010, y actualmente es embajador en Austria, recordó que en aquellos años “las FARC, territorialmente hablando, eran capaces de concentrar en forma transitoria, pero con suficiente tiempo, una fuerza superior en un punto dado de la geografía nacional para atacar una población o unas tropas con tal superioridad que obtenían una victoria”.

Carecían de equipos, desde helicópteros hasta aviones e inteligencia y la cooperación entre militares y policías era escasa, mencionó.

El ataque de El Billar fue “una desgracia que le dolió en lo más profundo a todas los militares”, dijo.

Pero las fuerzas militares actualmente “no tiene nada que ver con las 96” o en esos años y un ataque similar actualmente sería impensable, dijo.

El cambio llegó con el llamado ‘Plan Colombia’, por el cual Washington ha hecho desde el año 2000 y hasta ahora desembolsos de más de 6,000 millones de dólares para equipos y entrenamiento de los militares colombianos, que revirtieron el balance de fuerzas y desde el 2008 han logrado contundentes victorias sobre las FARC, que los años 90 tenían unos 15,000 miembros y ahora entre 8,000 a 9,000.

Catorce años después de aquel revés para las fuerzas armadas en El Billar, sólo dos de los más de 40 militares retenidos siguen en cautiverio: Beltrán y Arcia. Los demás o fueron liberados unilateralmente por los guerrilleros o rescatados por las fuerza pública.

En la última de prueba de supervivencia, recordó Cristina Arcia, el sargento “se ve maltratado, envejecido, acabado porque no le dejaron disfrutar su juventud y tener una vida digna”.

“Desde hace 14 años en mi casa no hay fiestas porque toda la alegría muere”, dijo Virginia Franco. “Lo único que me mantiene viva es la esperanza de que mi hijo vuelva y mis nietecitos”.

A su regreso de la selva, Beltrán se encontrará con que su mamá vive en Sierra Morena, uno de los barrios más pobres y deprimidos de Bogotá.

“Las huellas del secuestro están marcadas en el cuerpo y en el alma”, dijo. “Todo esto nos envejeció”.

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