EEUU debe reevaluar su política exterior en Latinoamérica

La gira del vicepresidente Joe Biden esta semana por México y Honduras ha motivado a varios líderes latinoamericanos a hacer un llamado a los Estados Unidos para que juegue un papel más protagónico en lo que respecta a la situación de inseguridad en el área. Este llamado incluye la promoción de un rol más decisivo en la prevención del tráfico de armas y una propuesta para la legalización de las drogas como posibles soluciones a la ola de violencia que afecta a la región.

A pesar de que en los medios de comunicación se escucha mucho sobre la precaria situación de inseguridad en México, países como Honduras y El Salvador también han registrado en los últimos dos años los más altos índices de homicidios a nivel mundial.

Los niveles de violencia en estos países, la mayor parte es relacionada con el tráfico de las drogas destinadas al mercado norteamericano, han sobrepasado incluso a aquellos vistos en lugares como Irak y Afganistán. Es por ello que es de suma importancia que el gobierno estadounidense escuche este llamado y retome las riendas de su propia política exterior con relación a Latinoamérica.

Cresencio Arcos, el embajador de los Estados Unidos en Honduras bajo la presidencia de George H. W. Bush, ha atinado al decir que el mayor problema de la estrategia a largo plazo de la política exterior de los Estados Unidos en Centro y Sudamérica es que ésta es prácticamente inexistente.

En los últimos años el vacío dejado en la política exterior por la caída de la Cortina de Hierro ha causado que la influencia de los Estados Unidos en la región se haya debilitado. Esto ha sido muy notorio, no sólo en la fallida “Guerra contra las drogas”, sino también en el mal manejo que ha hecho Washington en su relación con los gobernantes de países como Venezuela y Bolivia.

De igual forma la falta de claridad sobre la posición de la administración de Obama después del golpe de estado en Honduras dejó a muchos expertos preguntándose si en realidad existe una estrategia en materia política para la región.

Es importante recalcar que esto no es un llamado al regreso al modelo implementado durante la guerra fría, sino más bien a una reevaluación de las políticas de cooperación con la región que sean mutuamente benéficas. Mientras esto no suceda, se seguirán apagando fuegos en lugar de prevenirlos.

Por todo ésto, lo más prudente es que el presidente Obama y la secretaria de Estado Clinton se aseguren que el llamado hecho por los presidentes de la región no caiga en oídos sordos. Es difícil, pero no imposible, promover el desarrollo de la región, reducir la violencia y fortalecer la política migratoria. Pero para que esto suceda, los Estados Unidos debe establecer una política exterior clara, que permita a sus aliados participar en este proceso en un ambiente transparente.

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