La doble vida de Ivonne

Una mesera con chispa que recuperó a su familia tras años de duro trabajo

Tras traer a su hijo al país, la mesera Yvonne Llanos ahora sueña con una casa propia.

Tras traer a su hijo al país, la mesera Yvonne Llanos ahora sueña con una casa propia. Crédito: Humberto Arellano / edlp

Queens – Todos estos años, la prioridad en la mente de la colombiana Ivonne Llanos, de 36 años, era su hijo Gilbert, de 14, a quien dejó en Barranquilla al cuidado de la abuela para venirse a Nueva York en 2007. Muchas noches en vela siguieron a esa dura decisión; la culpa y la angustia por saber “lo que pudiera crearse dentro de él” en su ausencia le impedían descansar.

“Cuatro navidades y cinco cumpleaños”, así cuenta esta mesera de Queens los momentos felices que sólo vivió a través de internet. Llanos partió de Cartagena – donde nunca terminó sus estudios de mercadeo y trabajaba en un restaurante – siguiendo un amor que nunca resultó. De esa unión nació Matthew hace tres años. Sin trabajo ni dinero, reunir a su familia era lo único que mantuvo esa chispa de tierra caliente que aún no ha perdido en los inviernos del norte.

“Siempre he sido independiente”, admite quien creció en una familia matriarcal de siete hermanos. Ojos de miel y sonrisa espontánea, esta barranquillera cambió su destino, pese a las adversidades que millones de inmigrantes enfrentan en el exilio.

Un golpe de suerte la llevó a La Boom, un centro nocturno de Woodside, Queens, donde trabaja todos los fines de semana de ocho de la noche a cinco de la mañana. “Es un lugar decente, donde todos te hacen respetar mucho”, comenta del club donde en tres años logró reunir lo suficiente para mantener a Matthew, lograr su ciudadanía estadounidense y traer a Gilbert a su lado.

“Cuando llegué con mi chiquito a Colombia para buscarlo, el llamado de la sangre fue inmediato entre ellos”, recuerda sonriendo. Desde hace sólo 15 días, todos duermen bajo un mismo techo.

Nunca como antes, los trasnochos no pesan. “Cuando escuchas al bebé pidiendo su tetero al oído no hay manera de quedarte en cama”. Esos días el reloj corre sin parar de sol a sol. Al principio, su vecina la ayudaba con Matthew mientras ella trabajaba y ahora lo hace su esposo. Eso ha sido una bendición, asegura.

Trabajar de viernes a domingos no le permite tener “noches de invierno para que se peguen las sábanas, un Halloween para salir disfrazados de casa en casa, ni fines de semana para ir a las fiestas de los amiguitos”, lo que ha generado mucha tensión y celos en su pareja.

“Cuando voy al trabajo es como si fuera otra persona; me gusta arreglarme para lucir bien y siempre tengo ánimo, aunque paso la noche pensando en volver a casa”.

Su esfuerzo es recompensado el resto de la semana: al llevar a Gilbert al colegio, jugar y dibujar con el bebé por horas, siempre servir comida casera en su mesa y estar tranquila con su pareja cada noche. Ahora la segunda parte de su historia apenas comienza.

Yvonne Llanos paladea sus nuevas metas como si fueran un buen trago de aguardiente. “Sólo pienso en aprender inglés, prepararme mejor y comprar una casa”. Una segunda lengua fue algo que no requirió hasta hoy. Pero con un casi adolescente en casa al que quiere ver en la universidad y un chiquito que promete será el mejor jugador de futbol de su escuela, no quiere quedarse atrás para ayudarlos en la escuela.

“Este país te da muchas oportunidades, pero si no hablas bien el idioma pierdes las mejores”.

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