Cuando el perdón deshonra

Antes y después, ayer y hoy, en el Ecuador y en los Estados Unidos el señor Emilio Palacio, ex editor del diario “El Universo” de la ciudad de Guayaquil cacarea su audacia, falsea la verdad, golpea a mansalva, calumnia a más no poder a diestra y siniestra y, lo peor de todo, es perdonado.

Invoca la libertad de expresión hecha a su medida, manoseada y diseñada para sus proditorios fines.

Se escuda en la noble misión del periodismo para despotricar contra el que se le pone al frente.

Matón le espetó a un ciudadano de bien. Este le enjuició, fue declarado culpable y ¡zas!, aquel ofendido mortal perdonó la ofensa en memoria de su padre. Luego se las vio con el presidente de la república ecuatoriana.

Así pues, en febrero del 2010 le endilgó lo de asesino de lesa humanidad. Merecidamente fue encausado por la gravedad de la acusación, declarado otra vez culpable y una vez más perdonado por Rafael Correa. Alentado por la huida cobarde hacia los estados Unidos (lanzó la piedra y salió corriendo), este señor Palacio se erige en un valiente defensor de la libertad de expresión. Llora, llorando, suplica, suplicando golpea las puertas de este gran país a fin de que le concedan asilo político.

Ignoro si la contemporaneidad ha trastrocado los valores hasta el punto de que la verdad equivale a calumnia. Que el periodismo faculte a sus profesionales a proferir insultos, manchar la honra de los ciudadanos, dañar la respetable imagen de un país democrático aduciendo para el efecto democracia y libertad de prensa.

Nuestros abuelos solían decir, “el que la hace la paga” y allí se mantenían nobles, dignos, enhiestos y dispuestos a responder con hombría de bien lo que erróneamente cometieron. ¿Qué va a conocer de estos valientes menesteres don Emilio Palacio?

La calumnia es su verdad y su verdad es la calumnia.

Un simple retruecano que lo define todo. Y para colmo de males ahora se ha convertido en la figurita de la radio, la prensa y la televisión hispanas en este país. Y sigue golpeando puertas. Asilado político. ¿Por qué? ¿Acaso todo aquel individuo que comete un delito común puede ser categorizado como perseguido político? ¡Jamás!

Y que quede bien claro. Cuanto aquí comento en modo alguno responde a que defiendo los intereses de Correa; no soy ni su simpatizante, tampoco un ferviente enemigo suyo. Estas reflexiones única y exclusivamente son la indignación que como ciudadano ecuatoriano residente en los Estados Unidos por más de 26 años siento. Al margen de cualquier posicion político-ideologica, reconozco también que la actuación del economista Correa dentro del juicio en contra de los directivos de “El Universo”, lo menos que se puede decir es que estuvo plagada de dudas y cuestionamientos de la opinión pública dentro y fuera de nuestra patria.

Desgraciadamente es así, hay que admitirlo. Sin embargo aquellas anomalías tampoco conllevan la inocencia de los acusados, aunque sí la hacen menos justas, o quizás equitativas.

En muchas ocasiones la remisión, el perdón, la absolución y la amnistía persiguen como finalidad esencial el acabar con los conflictos en procura de una paz individual, de la seguridad de la sociedad y del afianzamiento del bien común.

En este caso no, puesto que el presidente del Ecuador lo único que ha permitido con la remisión es a que quede impune el delito y sueltos (sin perdon ni olvido) aquellos habituales transgresores de la ley.

Y no defendamos equivocadamente la libertad de expresión, puesto que ella por sí sola brilla gracias a esa perenne antorcha que es la verdad.

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