Elecciones: Bilingüismo y retórica

La colorida primaria criolla republicana de Puerto Rico no estuvo libre de controversia. Al final, Mitt Romney se impuso sin problemas sobre sus contendores, incluyendo a Rick Santorum.

Mientras esos precandidatos han usado a los indocumentados como piñata para ganar adeptos en las primarias entre los sectores más conservadores de Estados Unidos con una retórica no sólo anti inmigrante sino anti latina, luego cruzaron el charco a buscar los votos boricuas que poco les habrían importado a no ser porque a Romney se le ha hecho tan difícil cerrar el trato con los republicanos.

Claro está, no son sólo los 20 delegados boricuas su interés, sino los cuatro millones de puertorriqueños radicados en Estados Unidos, muchos en estados importantes en la elección general, como Florida, que sí pueden votar en noviembre contrario a los isleños.

Además de aprovechar la escala para darse un bañito de sol en su hotel en la Isla, según muestra una foto que circuló, Santorum ofendió a algunos cuando en su accidentada escala dijo que si los puertorriqueños quieren la estadidad, el inglés tenía que ser su idioma primario. Oh my God! ¡Ay Dios mío! ¿De verdad dijo eso en la Isla de cuatro millones de hispanoparlantes donde el español y el inglés figuran como idiomas oficiales y el español predomina? ¿Dónde queda la ‘estadidad jíbara’? El próximo plebiscito sobre el “estatus” de Puerto Rico es el 6 de noviembre, día de las elecciones.

Santorum dijo que “la ley” requiere que los estados hablen inglés, pero el inglés no es ordenado por ley federal. Parece que dejó en casa la Constitución que siempre carga consigo y el numerito hizo que el ex senador del Partido Nuevo Progresista (PNP), que aboga por la estadidad para la Isla, Oreste Ramos, pidiera que se borrara su nombre de la lista de delegados comprometidos a apoyar a Santorum.

El diario El Vocero citó una carta de Ramos señalando que “aunque tal requisito sería inconstitucional, y además se estrellaría contra nuestra realidad sociológica y lingüística, como cuestión de principio no puedo respaldar a una persona que sostenga dicha posición. Como puertorriqueño, hispanoparlante y ciudadano de Estados Unidos, considero ofensiva la posición del señor Santorum”.

Santorum luego aclaró que la prensa había tergiversado sus declaraciones y habló de lo importante que es hablar más de un idioma aunque su tardía defensa del bilingüismo ofenda a muchos de sus copartidarios y seguidores que ven el bilingüismo y la diversidad como un problema y no como un beneficio para este país.

Y es que para estos sectores recalcitrantes ni siquiera los ciudadanos latinos pasan la prueba.

Santorum siempre habló de Puerto Rico como un país, esto para beneplácito de algunos sectores boricuas, pero para molestia de otros que por décadas han pensado que si los puertorriqueños llegaran a elegir la estadidad en un plebiscito cuyos resultados sí cuenten, el Congreso de Estados Unidos los recibiría con los brazos abiertos y de inmediato le colocarían la estrella 51 a la Red, White and Blue. ¿Se imaginan un estado de cuatro millones de personas cuyo idioma predominante es el español y que muy probablemente se inclinarían a ser demócratas? Pero eso es harina de otro costal.

Muchos se preguntarán qué tienen que ver los boricuas con la inmigración y cómo las muestras de falta de conocimiento, las ofensas directas o veladas, y la retórica nos afectan. En primer lugar, todos somos latinos, indocumentados o ciudadanos por nacimiento. En segundo lugar, para los sectores más radicales no existe ninguna diferencia entre un boricua ciudadano y un inmigrante de cualquier país latinoamericano. A todos nos colocan en el mismo saco. La ignorancia y la discriminación no distinguen.

Si no, pregúntenle al baloncelista boricua de Kansas State, Ángel Rodríguez, a quien la banda del equipo opositor de Southern Mississippi le cantó que dónde estaba su “green card”. Mississippi, cuya Cámara de Representantes acaba de aprobar un proyecto anti inmigrante “a la” HB 56 de Alabama y la SB 1070 de Arizona. O a los boricuas radicados en Alabama que fueron víctimas de la “confusión” de funcionarios públicos en la aplicación de la HB 56.

Obviamente no se limita a los boricuas. El propio alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, nacido en California y quien presidirá la Convención Nacional Demócrata (DNC), fue instado a “regresarse a México” por un individuo durante un evento en Sacramento.

Los líderes nacionales son quienes fijan el tono de los debates y lamentablemente en inmigración y en otros asuntos de interés para los latinos, en lugar de una conversación sensata, el tono negativo, divisivo y agrio combinado con la ignorancia nos salpica a todos.

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