Las Américas: Cumbre inconclusa
El presidente Barack Obama sintió la Cumbre de las Américas como una travesía dolorosa hacia a las montañas andinas de Colombia. El evento se realizó en una de las costas más preciosas de este país. Cartagena es el jardín de la prosa inigualable de Gabriel García Márquez.
El incidente del personal de seguridad de Obama en los prostíbulos de Colombia simbolizó la falta de control de la política norteamericana hacia América Latina. Obama recién se dio cuenta que América Latina, particularmente los países situados al centro y a la izquierda, tienen su propio centro de desarrollo económico.
A pesar de que el pasado de las relaciones norteamericanas y latinoamericanas estuvieron marcados por “el imperialismo yanqui” -en el lado latinoamericano- y por la vieja concepción del “backyard” -en el lado norteamericano-, algunos líderes moderados norteamericanos trataron cambiar los problemas sociales de América Latina.
En 1933 el gobierno de Franklin D. Roosevelt implementó una política de “no intervención” y “no interferencia” hacia América Latina. Fue una promesa infundada, pero por lo menos existió un compromiso a corto y mediano plazo para mejorar las relaciones ente las dos regiones.
Asimismo, en la Cumbre de Punta del Este de Uruguay en 1961, el gobierno de John F. Kennedy se comprometió a una Alianza para el Progreso. No obstante que el Che Guevara, delegado de Cuba, se opuso a firmar el tratado, la comunidad latinoamericana se unió para “mejorar la vida de todos los habitantes del continente”.
Fue un compromiso positivo. El punto sobresaliente de esta relación fue la amistad del gobierno boliviano de Victor Paz Estensoro y la de Kennedy de EEUU. Su muerte terminó con la Alianza para el Progreso. Desde ese tratado hasta hoy, los dos continentes americanos no han tenido una propuesta concreta para minimizar los problemas sociales de la región latinoamericana.
Durante la administración Reagan, el gobierno norteamericano dejó de tener una política de Estado. Por el contrario, entregó el mercado latinoamericano en una bandeja de plata a los inversionistas financieros. Junto con líderes tecnocráticos de América Latina y una fuerte presión de inversionistas internacionales, y la mano dura del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional durante las décadas de los 1980 y 1990, los gobiernos norteamericanos empujaron por políticas económicas neoliberales.
Desde entonces hasta hoy la política estadounidense estuvo inclinada hacia las políticas radicales de mercado. Debido a que en América Latina no existe candados contra el monopolio del sector privado y el abuso de inversionistas financieros, dichas políticas tuvieron un efecto negativo sobre la población mayoritaria de América Latina.
La pobreza, la inseguridad, la comercialización de las drogas dañinas se agudizó.
Así, la Administración Obama tuvo una gran oportunidad en la Cumbre de Cartagena de hacer a un lado las políticas salvajes del neoliberalismo a través de un acuerdo económico que exigiera a los inversionistas internacionales a dedicarse a la productividad y dejar de promover las irracionalidades del mercado. Faltó tino.