Madre hay una sola, pero la niñera ayuda

Para quienes crían en NY, un par de manos extra nunca caen mal.

Lulu Betancur (izq.) no se pierde nada de la vida de su hija Emma, gracias a la comunicación con su niñera Mago López (der.)

Lulu Betancur (izq.) no se pierde nada de la vida de su hija Emma, gracias a la comunicación con su niñera Mago López (der.) Crédito: CAROLINA LEDEZMA / EDLP

Brooklyn – Lulu Betancur, colombiana de 34 años, recibe más mensajes de texto y llamadas de su niñera que de su mismo esposo. “Es que quiero que ella viva lo que hace la bebé a cada momento, aunque esté trabajando”, explica la nanny mexicana Margarita “Mago” López, de 41, quien cuida a Emma, de 19 meses, casi desde que nació.

Lulu respira tranquila cada vez que recibe una foto o un video de Emma, siempre feliz y jugando. “Es la única persona a la que puedo dejarle a mi hija sin decirle qué debe hacer”, dice la madre que reside en Borough Hall y es directora de una fundación benéfica.

La empatía que existe entre ambas es algo que muchas parejas buscan en toda nodriza. “Con Mago tengo la relación de comunicación más importante de mi vida”, agrega Lulu, para quien la ascendencia latina de la niñera fue determinante para contratarla.

Con el tiempo han descubierto que su conexión va más allá del idioma. “No me refiero sólo al español, sino a tanto que tenemos en común culturalmente y como madres”.

Mago, quien no sólo crió a sus tres hijos (hoy de 16, 14 y 12) sino cuidaba en casa a los de muchas amigas, lleva cerca de 12 años en el oficio. “Es un trabajo bonito, pero nada descansado”, exclama quien se llama a sí misma “la sombra de Emma”, porque siempre anda detrás de la niña para que no le pase nada.

“Emma es más juiciosa cuando está con Mago que conmigo y eso que yo soy más estricta”, dice la madre quien confiesa que muchas normas de disciplina de su niña las adquirió de Mago.

La estadounidense Carolyn Sattin-Bajaj, de 32, describe la relación con su niñera, la boliviana Ximena Bernal, de 44, de manera muy gráfica: “Es como tener una pareja”.

Esta docente que trabaja en Seton Hall, Nueva Jersey, ve a su nodriza como una fuente infinita de experiencia. Ximena es madre de dos niños y creció entre educadores, además que ha tomado cursos en Cornell University.

“Ha sido una gran aprendizaje porque compartimos juntas lo bueno y las angustias, pero además ella me enseña muchas cosas que no sé”. Carolyn recuerda que fue Ximena quien lograba que el pequeño Dylan, hoy de 15 meses, tomara el biberón que nunca aceptaba o con quien caminó por primera vez.

Carolyn, quien habla perfecto español, también tiene una aliada en la boliviana para criar a su hijo en un hogar bilingüe.

Desde un principio, las reglas en torno a cómo educar a Dylan han sido sobreentendidas entre ambas. “Yo sólo le pedí que Dylan hiciera siempre la siesta en su cama; del resto lo que hacemos es conversar sobre qué es lo mejor para él”.

“En mí recae el peso de prepararlo para ir al kínder; por eso debo ser estricta, pero cariñosa a la vez y no forzarlo para no crearle problemas en el futuro”, expresa Ximena.

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