Un soldado que vive en el recuerdo

Familia de Juan Alcántara, muerto en Irak, lucha por mantener vivo su legado.

Gelayne Mari visita la tumba de su padre.

Gelayne Mari visita la tumba de su padre. Crédito: Álbum Familiar

NUEVA YORK – A los cinco años de edad, lo único que Gelayne Mari sabe de Juan Alcántara, su papá -que perdió la vida en Afganistán- es que está en el cielo.

“Cada quince días llevamos a la niña al cementerio para visitar la tumba de su padre”, señala María Alcántara, la abuela de la pequeña y madre del soldado que perdió la vida el 6 de agosto de 2007.

Durante las visitas que la familia realiza al cementerio de Long Island, la menor sabe que ahí yace el cuerpo de su padre y cada vez que llega al lugar “corretea por el sitio ó abraza la tumba”, relata Alcántara, refiriéndose a la lápida que tiene grabado el nombre del militar del ejercito, que nació en Santo Domingo y llegó a vivir a Washington Heigths a la edad de un año.

Juan Alcántara es uno de los 6,458 militares –según estadísticas oficiales del Departamento de Defensa- que han perdido la vida durante las conocidas operaciones, Liberando a Irak y Reforzando la Libertad en Afganistán, respectivamente, que se iniciaron en marzo del 2003, en represalia por los ataques del 11 de septiembre del 2001 y, ante la sospecha que el primero de los dos países ocultaba armas de destrucción masiva.

No existe una cifra oficial de los huérfanos que produjeron, hasta la fecha, los dos conflictos bélicos.

Para Sayonara, madre de Gelayne Mari, hablar del tema no le resulta nada fácil, por lo que se excusó de dar una entrevista a este rotativo.

Aun cuando a María Alcántara, le resulta igual de doloroso, habló de su nieta y describió la manera cómo a la pequeña le mantienen su cuarto en su vivienda de El Bronx, con la mayoría de sus paredes cubiertas con las fotos de su papá.

“Es una niña muy inteligente”, reitera Alcántara, que recuerda que su hijo sólo conoció a su hija a través del Internet, porque a pesar de luchar para que le dieran permiso para asistir al parto, nadie lo autorizó a acompañar a su esposa en ese momento de sus vidas. “Eso es algo que no se lo voy a perdonar al presidente Bush”, indicó la mujer.

El joven de 22 años fue enviado a Irak por un año, teniendo programado regresar el 28 de junio de 2007, un día antes de que naciera su hija. Pero la prórroga forzosa de cuatro meses que el presidente George W. Bush decretó a principios de ese año para todos los militares desplegados en las zonas de conflicto, resultó fatal para Juan.

Alcántara murió a menos de un mes de cumplir los 23 años, como consecuencia de la explosión de una bomba durante una patrulla de rutina.

Según describe la abuela, la boca de su nieta y su carácter juguetón, son dos de las cosas que mas le recuerdan a su hijo.

Sobre la guerra, la mujer sostuvo que cuando sea mayor le dirá a su nieta que su papá murió haciendo lo que más quería “ir a pelear por este país que tanto amaba”.

Dolly Sacristán, doctora en trabajo Social, explicó que en términos de pérdida, tanto para menores como para adultos, “tiene el mismo significado”, sin importar la manera de como muera uno de los padres, sin embargo resaltó, que existe una reacción diferente, dependiendo de los factores de cómo se produjo la muerte, porque tiene “implicaciones específicas en el manejo del duelo”.

La experta dijo que en líneas generales, los menores tienden a reaccionar diferente y que en ese aspecto tiene mucho que ver “la cultura” y como se ha manejado el tema de parte de los miembros de su familia.

Este fin de semana del Día de Recordación, se reúnen anualmente en Arlington Virginia, alrededor de 500 menores que han perdido a alguno de sus progenitores, tanto en la guerra en Irak como en Afganistán.

Dicha actividad –organizada por una asociación no lucrativa que aboga por tener unidas a las familias de los militares muertos- es sólo una de las muchas que se realizan en memoria de los caídos a nivel nacional.

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