El regreso del PRI

La vuelta del PRI está marcada por una elección con votos comprados.

Tanto dentro como fuera de México el regreso del PRI a la presidencia es visto como un fenómeno raro, que desafía toda lógica.

¿Cómo es posible, se preguntan muchos, que después de celebrar hace 12 años de manera tan pomposa la derrota del PRI por la corrupción y autoritarismo con que gobernó por más de siete décadas, hoy los mexicanos hayan votado a favor del retorno de ese partido a Los Pinos?

La respuesta, desde luego, no es sencilla, pues todo depende del cristal con el que se mire.

Desde la perspectiva de los ganadores, el triunfo de Peña Nieto obedece simplemente a que millones consideran que este representa a la nueva generación del PRI, dispuesta a modernizar a México, a combatir la pobreza y, sobre todo, a pacificar al país, pues están cansados de la violencia que desató Calderón en su lucha contra el narcotráfico.

Sin embargo, para los partidarios de Andrés Manuel López Obrador la victoria del tricolor es, sin lugar a dudas, el resultado de un gran fraude maquinado por el aparato priista y las autoridades complacientes que permitieron la compra y coacción de millones de votos. Para lograr su objetivo, aseguran los perredistas, el PRI contó con el apoyo incondicional de los poderes fácticos, especialmente de Televisa que durante años se dedicó a construir e impulsar la candidatura de Peña Nieto.

Los perredistas no están solos en su apreciación. Hace unos días los panistas aceptaron también que la elección estuvo plagada de irregularidades, aunque aclararon que no se unirán al PRD para impugnar los comicios.

Millones de ciudadanos apartidistas creemos, igualmente, que es imposible cerrar los ojos ante la realidad de que se trató de una elección comprada que refleja lo lejos que está todavía el país de vivir una verdadera democracia. No dudo que haya habido ciudadanos que votaron por el PRI convencidos de que era la mejor opción, pero por desgracia hubo muchos otros que lo hicieron por temor a represalias o a cambio de una despensa, de un costal de cemento o de una tarjeta para comprar alimentos. Lo más triste es que muchos han confesado que no se arrepienten y esa es justamente la verdadera desgracia de México.

Por una parte, hay un sector escolarizado, de gente informada que lucha por un cambio, que quiere un país donde haya un auténtico estado de derecho, donde se combatan la impunidad y la corrupción y donde haya igualdad de oportunidades.

Pero existe otro sector que quiere mantener a toda costa el estatus quo porque sabe que sus privilegios dependen de la miseria e ignorancia de millones de mexicanos y que no duda en aprovecharse de ellos para escalar a los más altos puestos. Es contra ese grupo contra el que tenemos que luchar quienes queremos un México moderno, justo y verdaderamente democrático.

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