El Plan Jurásico

El plan energético de Romney rechaza las alternativas del siglo 21

El candidato republicano a la presidencia Mitt Romney finalmente presentó su plan energético, y viene tan cargado de combustibles fósiles (el petróleo, el carbón y el gas natural) que bien podemos llamarlo el Plan Jurásico.

En un terco rechazo a las realidades del siglo 21, Romney trata de vendernos un carro usado que echa humo negro y funciona mejor en reversa. Este carro renqueante también atropella los deseos casi unánimes de la comunidad hispana de avanzar hacia una economía de energía limpia que nos libere de la contaminación y confronte el calentamiento global.

El Plan Jurásico está hecho a la medida de la industria petrolera. De hecho, la campaña de Romney admite abiertamente que está redactado bajo la supervisión de esta industria. Y para satisfacer esta sed insaciable de crudo, propone abrir terrenos públicos y áreas protegidas a las explotaciones petroleras.

Insistir en perforar a toda costa ignora las reglas de aritmética más básicas. Estados Unidos consume el 25% de la producción petrolera mundial, pero sólo tiene el 3% de las reservas del planeta.

El Plan Jurásico también defiende los $40,000 millones de dólares en subsidios que recibe la industria petrolera, la cual desde 2001 ha obtenido $1 billón en ganancias netas.

Según una reciente encuesta nacional del Sierra Club y el Consejo Nacional de La Raza (NCLR), el 83% de los hispanos cree que los combustibles fósiles son parte del pasado y casi el 90% apoya las inversiones federales en las fuentes de energía limpia, como la solar y la eólica.

Los contrastes entre el plan de Romney y los deseos de los hispanos son abismales. El Plan Jurásico rechaza extender los créditos fiscales a la industria eólica, lo cual causaría la pérdida de unos 30,000 empleos. Además acabaría con los estándares de eficacia en carros y camionetas, recientemente anunciados por la administración Obama, que para el año 2025 lograrán que todos los vehículos rindan al menos 54.5 millas por galón.

En cambio, casi el 60% de los hispanos está dispuesto a pagar más por su electricidad si procede de fuentes limpias, y casi el 90% preferiría trabajar en industrias limpias en lugar de la industria fósil.

Cuando se trata de proteger a los contaminadores vemos los contrastes más evidentes. Romney rechaza de plano las protecciones de la administración Obama contra la contaminación de mercurio y carbono procedente mayoritariamente de las plantas de combustión de carbón. Esta contaminación nos castiga desproporcionadamente a los hispanos.

El sondeo del Sierra Club y NCLR reveló que el 47% de los encuestados dijo que alguien de su familia inmediata sufre de asma y el 41% que alguien sufre de cáncer. Además el 43% dijo vivir o trabajar peligrosamente cerca de un lugar tóxico, como las plantas de carbón.

Y finalmente, Romney rechaza que el calentamiento global lo causen los combustibles fósiles, se niega a combatirlo e incluso de burla de quienes lo hacen. Para el 92% de los hispanos, el calentamiento global no es un tema a debatir sino una realidad que confrontar.

Los votantes hispanos tienen ante ellos dos opciones dramáticamente distintas para el futuro energético del país. Por un lado, el Presidente Obama propone seguir avanzando hacia una economía de energía limpia que nos libre de la adicción petrolera y carbonera, nos proteja contra la contaminación y confronte el reto del calentamiento global.

Por otro, el Plan Jurásico insiste en aferrarse a las causas de nuestra crisis energética, rechaza las alternativas del siglo 21 y nos encamina a todos en la dirección de los dinosaurios.

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