Ayudan a los inmigrantes

Samaritanos de Green Valley dejan botellas de agua en los senderos

Terry Voss (izq.) y Kathy Babcock visitan el sitio donde fue encontrado el cuerpo de un mexicano inmigrante en 2006, en  Arizona.

Terry Voss (izq.) y Kathy Babcock visitan el sitio donde fue encontrado el cuerpo de un mexicano inmigrante en 2006, en Arizona. Crédito: AP

GREEN VALLEY, Arizona (AP).- Alguien llamó a la puerta tres días después de que Kathy Babcock se instalara en su nueva casa en el corazón de Green Valley.

En el porche se encontraban dos jóvenes que acababan de cruzar el desierto. Pidieron comida y agua, a lo que Babcock dijo sí.

Eso fue hace más de siete años.

Hoy en día, Babcock no espera a que los inmigrantes llamen a su puerta. Sale por el desierto a buscarlos, y no es la única. Cada semana, los Samaritanos de Green Valley-Sahuarita despachan por lo menos tres equipos “más en invierno” para buscar inmigrantes que cruzan por la frontera con México y han perdido la batalla contra el desierto de Arizona. El grupo, fundado en 2005, deja igualmente botellas de agua en los senderos frecuentados por los inmigrantes, recoge la basura en el desierto y acude a la línea divisoria para desaminar a los inmigrantes que buscan adentrarse en el peligroso territorio.

Acaba de amanecer el lunes y el sol despunta sobre la sierra de Santa Rita. Babcock ocupa el asiento junto al conductor en el vehículo todoterreno apto para circular por el terreno agreste del sur de Arizona.

Terry Voss es el conductor; Donald Weston, su pareja y compañero en la tarea de salvar vidas, ocupa el asiento trasero.

Se salen de la carretera y su conversación es liviana. Los tres se llevan bien y comparten información de los libros que han leído, aunque de vez en cuando recorren con su mirada el paisaje en busca de inmigrantes extraviados.

“Casi toda la gente que encontramos iba en un grupo y se quedó rezagada”, dijo Voss.

“Esta gente no tiene idea alguna de dónde se encuentra ni de la geografía del área”, agregó Weston. “Un hombre nos pidió que lo lleváramos a Carolina del Norte”.

Se dirigieron hacia el sur por la carretera Interestatal 19 desde Frontage Road hacia Amado para girar luego hacia el oeste en Arivaca Road, el comienzo de una ruta que les conducirá por un hermoso pero inmisericorde paisaje.

La placa magnética adherida al vehículo los identifica como Samaritanos, y saludan a los agentes cuando pasan el retén de la Patrulla Fronteriza al oeste de la escuela Sopori

La reacción de los agentes es variada. Algunos “los más jóvenes por lo general”, dice Babcock, “suponen que tienen el mismo fin de salvar vidas. Otros no son tan amistosos, ya que saben que los Samaritanos sólo los llamarán si un inmigrante está rendido y dispuesto a entregarse. Aquellos que sólo necesitan agua y alimentos antes de seguir rumbo al norte no serán reportados, y eso no siempre es bienvenido”.

Los Samaritanos tienen reglas sobre encaminarse hacia el desierto. Cada equipo debe tener al menos tres personas, de las cuales al menos una debe hablar español. También se necesita alguien que sepa de primeros auxilios, y llevar agua y alimento. Ellos no transportan a los inmigrantes porque es ilegal, a menos que haya una emergencia y hayan establecido contacto con la Patrulla Fronteriza o lo hayan intentado. El servicio de telefonía celular es irregular, y por eso cargan un GPS y otros dispositivos para poder enviar señales a una base local o a socorristas que utilizan servicios de comunicación satelital. No portan armas.

“Nunca he tenido temor allá afuera”, dice Voss, quien comenzó los recorridos por el desierto junto con Weston unos meses antes que Babcock en 2005.

“Nunca hemos enfrentado una situación en la que nos sintiéramos amenazados”, agrega Babcock, haciendo eco de la experiencia de muchos de los Samaritanos. Agrega que para cuando llegan con los inmigrantes que necesitan ayuda, “están acabados”.

Quieren que los recojan y los deporten.

Los coyotes “gente que trafica inmigrantes” son conocidos mentirosos. Dicen a los inmigrantes que Tucson está a dos días a pie de la frontera y Chicago a sólo cinco. Si alguien se lastima o se retrasa, se queda solo. El grupo no espera a nadie.

El calor del verano es depredador. Algunas veces las mujeres son violadas o bandidos retienen a grupos enteros. Incluso si logran llegar a una ciudad grande, muchas veces se aprovechan de ellos, los coyotes los secuestran para pedir rescate o enfrentan dudosas propuestas de trabajo.

Los Samaritanos han visto menos inmigrantes en años recientes. Babcock lo atribuye a una mayor presencia de agentes fronterizos que empuja a los inmigrantes a cruzar la frontera desde áreas más remotas del desierto, así como una mejoría en la economía de México y el empeoramiento de la de Estados Unidos. Voss, Weston y Babcock ayudaron a tres o cuatro inmigrantes que encontraron en los últimos seis meses. En 2008 dicen que encontraban a alguien en casi cada viaje que hicieron.

Este día no encuentran inmigrantes, y es difícil decir si están decepcionados o aliviados. Significa ya sea que nadie está en peligro o que ellos no se encontraban ahí en el momento correcto.

Voss sonríe al preguntársele si esta es la manera en que esperaba invertir el tiempo durante su jubilación. El exministro metodista que dirigió 10 residencias para enfermos de sida en Portland, Oregón, dice que siempre supo que pasaría su vida ayudando a otros.

“Trabajar con la gente necesitada es parte de quienes somos”, dijo, mirando a los otros dos samaritanos en el vehículo.

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