Una recompensa apropiada

Obama puede corregir la injusticia cometida con el sargento Rafael Peralta

Latinos

Justamente en este momento, el presidente Obama debe estar ocupado buscando el regalo de Navidad perfecto para agradecer a los electores latinos que ayudaron a reelegirlo.

Tengo una sugerencia.

Por supuesto, Obama no se merecía ganar el 71% del voto latino, no con su agresiva gestión de deportación de inmigrantes, y su menos agresiva gestión para encarar el desempleo y el deficiente desempeño educativo en la comunidad latina. Y sin embargo, con la útil ayuda de un adversario ineficaz, cuyos esfuerzos por tender lazos hacia los latinos se quedaron cortos, Obama obtuvo una gran victoria con esos electores.

El presidente probablemente no devuelva el favor con nombramientos en el Gabinete. Hay sólo cuatro cargos que importan —secretario de Justicia, de Estado, Defensa y Tesoro. Sólo un latino ocupó uno de esos puestos. Alberto Gonzales sirvió como procurador general entre 2005 y 2007, y fue nombrado por un republicano —George W. Bush.

Si Obama nombra a un latino en su Gabinete, lo más probable es que lo coloque en los puestos usuales —en departamentos de segunda categoría como Trabajo, Vivienda, Energía o Interior. Por su lealtad, a los latinos les dan las sobras.

En cuanto a mi sugerencia, hay una cosa que podría hacer Obama para honrar a los latinos. Es un gesto simbólico, pero tendría un significado especial para una población que conoce bien los conceptos de servicio y sacrificio.

Obama podría entregar la Medalla de Honor, póstumamente, al sargento de los Marines, Rafael Peralta, de San Diego, inmigrante mexicano de 25 años que murió en Irak en 2004 y cuya familia ha sido zarandeada por el Pentágono desde entonces.

Peralta era un ex inmigrante ilegal que se incorporó a los Marines el mismo día en que recibió su tarjeta verde. Finalmente se convirtió en ciudadano estadounidense. Y también se convirtió en lo que sus camaradas llaman respetuosamente “un Marine de Marines”, creándose la reputación de ser un líder para quien sus hombres van primero.

Según media docena de Marines que estuvieron allí y vieron desarrollarse los hechos, eso es exactamente lo que hizo Peralta el 15 de noviembre de 2004. Durante un tiroteo con el enemigo en Fallujah, Peralta recibió un tiro en la cabeza. Y sin embargo, dicen los Marines, cuando una granada cayó cerca de él, pudo agarrarla y colocarla bajo su pecho. Dio su vida para salvar las vidas de los otros Marines.

Si eso no es heroísmo, entonces la palabra carece de sentido.

Sin embargo, el Departamento de Defensa se ha negado a nominar a Peralta para la Medalla de Honor. Lo galardonaron con la Cruz de la Armada y hasta eso ocurrió después de una protesta pública. Su familia la rechazó.

Todo ello porque un panel de médicos militares, que no estaban ni siquiera cerca de Fallujah ese día, examinó las pruebas forenses y concluyó que —no importa lo que sus camaradas afirmen haber visto en el terreno— la bala que alcanzó a Peralta probablemente lo mató y, por lo tanto, debe haber caído sobre la granada.

Los médicos están equivocados. ¿Quién lo dice? El Cuerpo de Marines, el Comando Central de Estados Unidos, y los compañeros de Peralta de la Compañía Alfa —nada más y nada menos. Todos ellos se han unido a la familia para asegurar que un héroe reciba el reconocimiento que se merece.

Se apeló la decisión del Pentágono y se considerará el caso una vez más. Pero parece que la burocracia va a repetir su error. Según la oficina del representante Duncan Hunter, republicano por California y veterano de Irak que ha defendido la causa de Peralta, un abogado militar le informó que el Departamento de Defensa aún duda de que el Marine merezca la Medalla de Honor.

Para los latinos, este reconocimiento no es un juego. Para muchos de ellos, la Medalla de Honor es verdaderamente sagrada. Es, después de todo, un grupo étnico que cuenta con la distinción de tener la mayor proporción de galardonados con la Medalla de Honor en su población. Hasta la fecha, los latinos han recibido por lo menos 43 medallas.

Y dado el valor del sargento de los Marines, Rafael Peralta, sienten que no es justo que se los prive de la No. 44.

Obama puede corregir esa injusticia y, al mismo tiempo, honrar a un héroe caído. Es la manera correcta de actuar y éste es un buen momento para hacerlo.

Señor Presidente, actúe y lógrelo.

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