‘Zero Dark Thirty’ es capaz de apasionar sin emocionar (Video)
'Zero Dark Thirty' supone un trabajo de análisis y exposición de una de la misiones más dramáticas e históricas llevada a cabo por el gobierno de EEUU.
La pantalla está negra. Lo único que se escuchan son grabaciones de gente desesperada, llamadas de socorro, gritos, lloros, voces de incredulidad ante lo que está sucediendo. Es el 11 de septiembre de 2001 y se acaba de producir el ataque terrorista a las Torres Gemelas.
Inmediatamente, el gobierno del país pone en marcha una misión de caza y captura de Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda, la organización culpable del crimen que costó la vida a más de 3,000 personas.
En la Agencia Central de Investigación (CIA), sus operativos alrededor del mundo tratan de acercarse a bin Laden a través de sus más cercanos operativos… y para ello deben aprehender a todo aquel que haya tenido contacto con él o con Al Qaeda.
Uno de ellos es Maya (Jessica Chastain), quien se encuentra en Islamabab, Pakistán, donde observa el interrogatorio de uno de los contables de la organización terrorista. El interrogatorio, por supuesto, tiene lugar en un lugar secreto e incluye todo tipo de amenazas y torturas, llevadas a cabo por otros operativos de la CIA, como Dan (Jason Clark).
Pero con el paso de los meses y de los años, el rastro de bin Laden se enfría, aunque no los atentados, que se van sucediendo en diversas partes del mundo.
La presión es constante desde Washington para que, de una vez por todas, caiga bin Laden.
Maya empieza a analizar ciertas informaciones y deduce que la teoría de que aquel reside en las montañas inaccesibles de Afganistán surge de datos previos al 9/11. Según ella, bin Laden está en un lugar poblado, probablemente una ciudad, desde donde le es fácil comunicarse con el exterior. Y para ello necesita mensajeros. En estos está la solución a la captura del terrorista más buscado. Convencer a sus superiores y, especialmente, a la Casa Blanca de que esa es la pista a seguir no será fácil.
Zero Dark Thirty viene firmada por la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal, quienes ya colaboraron en la cinta bélica The Hurt Locker. En ambos casos, su apuesta no es la crítica política, ni siquiera el juicio moral de unos hechos que ha marcado el inicio del siglo XXI (la invasión de Irak en un caso, la caza de bin Laden en el otro).
Claro que eso podría ser criticable solo, repito: solo, si en algún momento decantaran la balanza hacia un lado o el otro del abanico político. Pero ese no es el caso: sí, en Zero Dark Thirty se presentan escenas terroríficas de tortura y a lo mejor se sugiere que su empleo ayudó en mayor o menor medida a lograr el objetivo final; pero también se pone en evidencia que fueron investigaciones minuciosas, a veces exitosas, otras fallidas, las que poco a poco construyeron el caso y lo condujeron a su resultado final.
De este modo, Zero Dark Thirty, que ha sido clasificada R y se estrenó el pasado miércoles, no es un filme inmoral, sino amoral, no es un largometraje político, sino apolítico. Bebe de la neutralidad y del análisis, de la obsesión y de la inteligencia. Y es de este modo como todo esta construido en el guión de Boal.
Bigelow detalla con su cámara todos los acontecimientos con una ejemplar atención al detalle y, al mismo tiempo, sin implicarse emocionalmente en sus personajes, lo que siempre mantiene la distancia entre lo que sucede en la pantalla y la platea.
Es como si la directora de Strange Days quisiera involucrar al espectador en la misión y que este reaccione y se comporte como Maya: analizando, observando y, al final, tomando una decisión, pero nunca insertando emociones.
La realizadora culmina su filme con unos 35 minutos simplemente magistrales, que detallan la misión militar en la casa/fortaleza donde se escondía bin Laden. Es más de media hora de apabullante intensidad y extraordinario cine, que concluye más de dos horas previas donde, como siempre, Jessica Chastain (The Tree of Life, Lawless) deja claro que es una de las intérpretes más camaleónicas y excelentes de su generación.
Secundarios de lujo como James Gandolfini o Mark Strong completan el reparto de un largometraje que no deja indiferente. Una característica que siempre define el cine que pasa a la historia.