Cuestión de vida o muerte

Cada minuto y cada decisión cuentan en las ocupadas salas de emergencia

La recién nacida, Brisa Suárez, es tratada en la sala de emergencia del Centro Médico Providence Holy Cross, en Mission Hills.

La recién nacida, Brisa Suárez, es tratada en la sala de emergencia del Centro Médico Providence Holy Cross, en Mission Hills. Crédito: <copyrite>La Opinión - </copyrite><person> Aurelia Ventura< / person>

Son pocas las personas que pueden decir que en su trabajo diario tienen en sus manos la vida o muerte de unos 300 indi viduos.

Marisela Doyle, hija de inmigrantes mexicanos, tiene diriamente esa responsabilidad como coordinadora de la sala de emergencias del Hospital Providence Holy Cross, en el Valle de San Fernando.

Cuando sucede una tragedia inesperada como un accidente automovilístico o de trabajo, una enfermedad que llega repentinamente como una embolia o complicaciones de algún tratamiento, Marisela y su grupo de enfermeras y doctores especialistas en emergencias son la diferencia entre morir, vivir y calidad de vida para el paciente.

“En la época de invierno viene mucha gente con problemas respiratorias. Cuando llueve tenemos muchas personas con fracturas o con algún tipo de herida por accidentes automovilísticos… cada día es diferente dependiendo de lo que sucede allá afuera, así son los casos que vemos aquí adentro”, explicó a La Opinión la enfermera Marisela.

Las estadísticas más recientes de los Centro de Control de Enfermedades (CDC) indican que uno de cada cinco adultos acude a la sala de emergencia de los hospitales en busca de atención médica en algun momento de su vida, y que un 66% de los pacientes tenían algún problema médico serio que requería atención inmediata.

Unos seis años atrás, Providence Holy Cross luchaba por expandir su sala de emergencia y agregar 138 camas. En aquél entonces un promedio de 20 personas esperaban todos los días en la sala de emergencias a que se desocupara alguna cama.

Actualmente, este hospital es uno de los más grandedel valle de San Fernando con 377 camas y fue certificado como uno de los mejores a nivel de enfermería por el Centro de Credenciales de Enfermeras de California.

Las salas de emergencia son mucho más que habitaciones en el primer piso de los hospitales, en donde constantemente entran y salen ambulancias y pacientes. Están llenas de arduo trabajo y dedicación por parte de las enfermeras, doctores y personal de apoyo como técnicos en exámenes de laboratorio.

Cuando la tragedia toca en el este del valle de San Fernando, Marisela es la primera del personal de la sala de emergencia de Providence Holy Cross que tiene contacto ya sea con los paramédicos de la ambulancia que traslada al paciente o con la persona que llega directamente al hospital.

Marisela tiene segundos para decidir si el doctor de turno deja cualquier cosa que está haciendo para atender al paciente, si tiene que llamar al experto en rayos X, ordenar exámenes de laboratorio o si la persona puede esperar su turno.

Los doctores respetan su diagnóstico y confían en que cuando ella les dice que vayan inmediatamente a atender a algún paciente es realmente una emergencia. Los doctores acatan su petición pidiéndole la información básica sobre el caso.

El doctor Daniel Kuner, especialista en emergencias y graduado de UCLA, dijo que la coordinación entre las enfermeras y los médicos es clave para salvar la vida de los pacientes y que sin un protocolo de atención, su trabajo se podría complicar.

“Como doctor, una de las primeras cosas que tiene que aprender es cómo mantener la calma. Uno ve tantas cosas que podrían ser impactantes… hay que mantener una separación profesional que permita hacer bien nuestro trabajo. Yo me tengo que preocupar por el tratamiento de la persona. Asegurarme que tiene acceso al mejor cuidado”, dijo Kuner.

“Uno no sabe necesariamente la severidad del problema hasta que vemos a la persona… el trabajo en la sala de emergencia nos mantiene a todos en suspenso, no sabemos en cualquier minuto qué va a entrar por la puerta, puede ser influenza, puede ser un ataque al corazón, puede ser cualquier cosa a cualquier hora del día y tenemos que estar listos”, agregó el médico.

Marisela –al igual que las enfermeras y doctores de emergencia- tiene nervios de acero, pero la diferencia entre ella y el resto del personal es que es muy buena administrando los recursos de personal de emergencias.

Una encuesta de CDC revela que la mitad de los pacientes fueron al hospital porque era el único lugar a donde los podían ayudar. Un 48% de las personas dijeron que no tenía ningún otro lugar a donde acudir.

Glendy Calderas, de 42 años, originaria de Guatemala, no soportaba el dolor en el pecho. El dolor era tan intenso que llegó a pensar que estaba sufriendo un ataque al corazón.

“Le pedí a mi hija que me trajera al hospital porque pensé que me estaba muriendo. Aunque antes me han dicho que tengo gastritis, nunca pensé que ese dolor fuerte podía ser problemas estomacales. Yo en realidad pensé que estaba teniendo un ataque”, cuenta Calderas.

Los exámenes médicos comprobaron que la mujer estaba sufriendo de gastritis y que tendrá que tener una dieta especial, posiblemente por el resto de su vida.

“Me dijeron que tengo que cuidarme. Tengo que dejar de comer picante y comida grasosa… pero ahora que ya sé que ese dolor es gastritis y no el corazón, me voy a tomar la medicina que me dieron”, acotó.

Lori Guerrero, está luchando en contra el cáncer de seno desde noviembre del año pasado. Se ha sometido a seis rondas de quimoterapía y tendrá una masectomía. Su hija decidió llevarla al hospital cuando su madre tenía dificultad para respirar.

“Esta tendría que ser mi semana buena. La semana después de la quimoteria me siento mejor, pero ahora no podía respirar. Me levanté al baño y me quedé sin aire”, dijo Guerrero, cuyo cáncer fue descubierto cuando estaba avanzado, en etapa 3.

Cuando el doctor le dijo que tenía cáncer se quería morir, le preguntó al doctor si la podía dejar salir e indicarle a donde se encontraba el puente más cercano. Guerrero no bromeaba, en realidad se quería acabar con su vida, antes de que el cáncer lo hiciera.

Afortunadamente cambió de opinión. Y ahora a pesar que la quimoterapia la ha dejado sin cabello, perderá su busto y a veces le cuesta respirar, sabe que es mejor estar viva.

A dos semanas de haber nacido la pediatra de Brisa Suárez consideró necesario llamar a una ambulancia para referirla inmediatamente a la sala de emergencia del hospital. Durante la visita de rutina, el doctor de Brisa se dio cuenta que el cuerpecito le temblaba mucho y constantemente.

Su madre, Laura Intina, dijo que la pediatra temía que podía ser epilepsia o algún otro desorden del sistema nervioso o cerebral.

“Mi bebé tiembla mucho y la doctora dice que no es normal”, dijo Laura. “Tengo mucho miedo que me la dejen internada en el hospital, a nadie le gusta tener hijos enfermos”.

A Brisa le sacaron sangre y le hicieron otras pruebas de laboratorio. A las horas fue transferida a un especialista infantil en desórdenes neurológicos.

Julissa Gómez, de 8 años de edad, padece de asma y cuando se enferma de gripe corre el riesgo que se le transforme en neumonía.

Ella es una pequeña muy sociable que aunque esté enferma y se sienta cansada por la falta de oxigeno, hace lo posible por sonreír y por interactuar con otros menores en la sala de emergencias.

Su madre, Sara De León, indicó que el médico de la sala de emergencias le recomendó antibióticos y que hiciera una cita con su médico de cabecera.

“Siempre debo tener mucho cuidado a ella. En la casa tengo el aparato para hacerle terapias para cuando se pone mal, pero hoy no le funcionó. Cuando la traje al hospital estaba muy mal la pobre”, dijo De León.

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