En México, a pesar de la violencia hay esperanza

Mexicanos de diferentes ámbitos creen que la política anticrimen dará resultado

Saltillo es una de las zonas en las que los delincuentes mantienen una sangrienta guerra sin que las autoridades puedan hacer nada.

Saltillo es una de las zonas en las que los delincuentes mantienen una sangrienta guerra sin que las autoridades puedan hacer nada. Crédito: EFE

MÉXICO, D.F.— Por una noche, los sueños de un grupo de amigos de la adolescencia se volvieron realidad. “Echaron relajo” hasta la madrugada, entre risas y recuerdos de cuando los narcotraficantes no decapitaban chiquillos, ni los desaparecían. No los mataban ni controlaban la ciudad de Torreón.

“Fue algo extraordinario”, describe Quitzé Fernández, un periodista oriundo de la región Lagunera, en Coahuila, donde la violencia no cesa, como bien recuenta el diario El Guardián, la publicación policíaca que dirige en la capital del estado, donde las sedes de diversas publicaciones han sido atacadas con bombas y ráfagas de metralleta.

La reunión banquetera de Fernández y sus camaradas fue también un acto temerario si se toma en cuenta que a los pocos días en el mismo lugar un grupo armado balaceó todas las casas sin razón aparente como ocurrió en un montón de bares donde asesinaron a nueve e hirieron a 10 el Día de Reyes.

Quitzé describe mejor sus acciones: “fue una ilusión de que un día volveremos a vivir en paz, como antes”.

Por eso da el beneficio de la duda al presidente Enrique Peña Nieto que en días pasados pidió un año para bajar los niveles de violencia que todavía están al ritmo de los años más duros de su predecesor, Felipe Calderón: un millar de asesinatos mensuales; más de 3,900 desde diciembre de 2012, cuando llegó al poder.

Todavía aparecen cuerpos desmembrados en Ciudad Victoria, aún la Cruz Roja limita su colecta anual en Reynosa, dos ciudades controladas por grupos rivales del narcotráfico; igualmente hay desbandadas de policías en Saltillo, matanzas de familias completas en Sinaloa, hombres rematados en lujosos hospitales del Distrito Federal.

El dominio de los medios de información a punta de amenazas, intimidaciones y sangre arrancó el 2013 con el asesinato del periodista Jaime Guadalupe González, fundador de un portal de internet en Ojinaga en el fronterizo estado de Chihuahua, y siguió con amenazas a otros comunicadores en Oaxaca, Baja California, Michoacán y Guerrero.

Los más valientes luchadores cierran los ojos frente el horror y toman un respiro de la fuente de la esperanza.

Igual que el periodista Fernández, el activista Javier Sicilia, fundador del Movimiento por la Paz la Justicia y la Dignidad que recorrió el país proclamando atención a las víctimas tras el asesinato de su hijo, dijo que “se vale” dar un tiempo al Presidente.

Desde Monterrey, Nuevo León, la ciudad que en un lustro pasó de ser la joya de las inversiones del país al capricho de las bandas portadoras de armas de alto poder, la defensora de Derechos Humanos, Consuelo Morales, también espera un México mejor.

“Tenemos la impresión de que los instrumentos que se están implementando pueden ayudar, pero necesitamos más tiempo para saber si es verdad o sólo un teatro”.

¿Cuáles son estos instrumentos? La Ley de Víctimas, la Ley de Amparo, la Ley de Telecomunicaciones que daría una mayor apertura a la información, menciona la activista galardonada en 2011 por Human Rights Watch (HRW) con el Premio Alison Des Forges por Activismo Extraordinario.

La estrategia general de Peña Nieto contempla además fondos para la prevención del delitos, mejorar los derechos humanos, la creación de una gendarmería nacional para fin de año, unificar mandos policiales así unidades especiales contra el secuestro y la extorsión.

“Queremos pensar positivo porque sino el dolor va a transmitirse de generación en generación”, detalla Morales. “¿Qué pasaría con niño de cuatro años que quedó huérfano y en lugar de una ayuda del gobierno recibe la muerte de un familiar? Eso sí sería una tragedia nacional”.

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