Un sistema frágil

Las democracias se ven amenazadas por el deseo de perdurar de los presidentes

Maduro (c) y Cabello (i) anunciaron que la oposición podría perder voz y voto en la Asamblea de no reconocer su derrota electoral.

Maduro (c) y Cabello (i) anunciaron que la oposición podría perder voz y voto en la Asamblea de no reconocer su derrota electoral. Crédito: AP

Política

Las democracias en América Latina definitivamente son muy frágiles. Hay veces pensamos que tenemos sistemas sólidos y estables, pero los resultados pos-electores en Venezuela, nos recuerdan que la realidad de nuestros sistemas políticos todavía mantienen elementos de inestabilidad.

¿Será que nunca aprendemos? Tal vez no, ya que la derecha como la izquierda en América Latina, una vez de haber llegado al gobierno se encaprichan con el poder y no lo les gusta dejarlo hasta que dejan al país en las ruinas.

Es decir, el objetivo final de estos gobiernos, que paradójicamente llegan a través de medios democráticos, pareciera consistir en casarse con el poder hasta que la muerte los separe, como literalmente sucedió con Hugo Chávez.

De no haber sido el cáncer que terminó con su vida, Chávez probablemente hubiese estado en el gobierno venezolano por otra generación o tal vez dos.

En Bolivia, el presidente Evo Morales tiene los mismos males de Chávez. Cuando llegó al gobierno, prometió que lo haría por un solo periodo. Sin embargo, una vez de probar el poder, Morales cambió la constitución boliviana a través de plebiscitos y con ayuda de un congreso dominado por su partido (MAS) para mantenerse en el gobierno. Hoy, ya ha expresado su interés de volver a competir en las elecciones de 2014, aunque constitucionalmente no está permitido.

El mesianismo —sentimiento egocentrista y de salvación— no es solo una enfermedad de la izquierda, sino también de la derecha. Las dictaduras militares latinoamericanas que se gestaron durante la década de los 1960 y 1970, pensaron que los sistemas políticos de la región entrarían en crisis sin su liderazgo. Por eso se mantuvieron por mucho tiempo utilizando mecanismos coercitivos.

El caso mexicano es otro ejemplo que caracteriza a muchos países latinoamericanos. Cuando muchos pensaron que el Vicente Fox, ex presidente de México, permitiría un proceso político transparente y unas elecciones limpias, su gobierno resultó ser uno de los más sucios de la historia de México.

Fox pensó que su partido, el PAN, era la única respuesta a los problemas que aquejaba México. Hizo todo lo posible, incluyendo la utilización parcial del Estado, para derrotar a Manuel López Obrador, quién se había constituido como verdadera respuesta a los problemas de corrupción en México.

No solamente aniquilaron a López Obrador una vez, sino que lo hicieron dos veces.

Así, lo que sucede hoy en Venezuela, incluyendo las lamentables muertes en los mítines y manifestaciones políticas, se debe a la falta de tacto político de sus líderes. Tanto Nicolás Maduro como su contrincante, Henrique Carriles, no saben comportarse a la altura del puesto que los asigna la sociedad venezolana.

Nuestros países en América Latina se convierten en cunas de la polarización debido al egocentrismo de sus líderes políticos. Necesitamos amansar al autoritarismo y al populismo para establecer verdaderas estructuras democráticas.

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