Reforma Migratoria: Campo minado

El proyecto bipartidista de reforma migratoria S. 744 pasó la primera prueba de fuego al iniciarse el pasado jueves el debate de enmiendas en el panel Judicial del Senado.

Pero al reanudarse el debate esta semana, el bipartidista Grupo de los Ocho continuará su carrera de obstáculos neutralizando enmiendas venenosas que buscan torpedear el delicado acuerdo bipartidista que produjo el proyecto.

Pero lo que se avecina pondrá a prueba la cohesión del Grupo y su capacidad de mantener la integridad del proyecto y sus pilares centrales. Sin embargo, soplan vientos de cambio que pueden dar al proyecto el impulso que requiere para sobrevivir su primera escala.

En mis 20 años de cubrir debates migratorios e intentonas en el Congreso, no había presenciado un clima tan favorable a la reforma migratoria. Este nuevo debate dista mucho del último y fallido intento de 2007 en muchos aspectos.

En primer lugar, en 2007 no se había manifestado tan claramente el papel de la inmigración en decidir elecciones presidenciales. La marea política cambió y lo hizo a favor de la reforma.

En consecuencia, el propio Partido Republicano y las figuras que entienden la necesidad del voto latino para la viabilidad nacional de su colectividad son las que han presionado para buscar una solución migratoria que además de atender una crisis de política pública, ayude a la crisis política republicana y su incapacidad de ganar elecciones generales.

Otra diferencia con respecto a 2007 es que la oposición conservadora a la reforma ha ido cediendo.

Por ejemplo, la American Conservative Union, la más antigua coalición de organizaciones conservadoras, emitió una carta afirmando que “los conservadores están listos para apoyar la reforma migratoria. Esto, siempre y cuando sea pro crecimiento económico, fortalezca las familias, promueva la asimilación y evite otra ola de inmigración ilegal”.

Y la semana pasada, cuando la conservadora Fundación Heritage, presidida por el exsenador anti reforma migratoria, Jim DeMint, presentó su desacreditado estudio sobre los costos de la reforma, los grupos pro inmigrantes no tuvieron que hacer gran esfuerzo en responder al reporte. Fueron los propios conservadores quienes lo echaron por tierra.

De momento, esos mismos conservadores han demostrado también un frente unido ante el sector más recalcitrante anti reforma. Otra diferencia con respecto a 2007 cuando las críticas ultraconservadoras contra la reforma migratoria generaban temor entre políticos y grupos de presión y descarrilaban los procesos.

Las secuelas del reporte de Heritage son aún más reveladoras. La semana pasada se reportó que el coautor del proyecto, Jason Richwine, había escrito una tesis doctoral en 2009 en la Universidad de Harvard en la que concluyó que “nadie sabe si alguna vez los hispanos alcanzarán el coeficiente intelectual de los anglosajones”. El viernes Richwine renunció a su cargo en la Heritage. La semana que comenzó con el pie izquierdo para el think tank que fuera una fuerza opositora de la reforma migratoria en 2007, terminó también con el pie izquierdo.

Y otra enorme diferencia con respecto a 2007: un movimiento pro reforma migratoria mejor organizado y a la ofensiva, no a la defensiva.

No es posible determinar el resultado final de un debate sólo por lo ocurrido en el primer día. Pero en el Comité Judicial se perciben aires de cambio a favor de la reforma, aunque el proceso legislativo que queda por delante sea un campo minado.

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