Maestros evitaron más muertes de niños en Oklahoma

Si no hubiese sido por la rápida acción de los profesores, los menores habrían quedado presas del tornado

El maestro Mike Murphy, de la escuela elemental de Briarwood, ofreció apoyo a Aiden Stuck mientras sus padres pasaban a recogerlo.

El maestro Mike Murphy, de la escuela elemental de Briarwood, ofreció apoyo a Aiden Stuck mientras sus padres pasaban a recogerlo. Crédito: AP

MOORE, Oklahoma, EE.UU. – La voz de la directora se escuchó por los altoparlantes en la escuela primaria Plaza Towers: Se aproxima una tormenta severa y los alumnos deben dirigirse a la cafetería y esperar a que sus padres los recojan.

Pero antes que todos los niños pudieran llegar a la cafetería sonó la alarma de tornados.

Y el plan cambió en un instante.

“Todos los maestros comenzaron a gritarles a los niños: ‘¡Vayan al corredor central! ¡No queremos que mueran!’ y cosas por el estilo”, dijo Phaedra Dunn, alumna de sexto grado. “Todos salimos corriendo”.

En los minutos que siguieron, algunos de los niños perdieron la vida. Por lo menos siete perecieron cuando el tornado devastó la escuela el lunes por la tarde. Otros salieron de entre los escombros ensangrentados y llenos de hematomas, totalmente aterrorizados.

El tornado que arrasó este suburbio de Oklahoma City, con una población de 56,000 habitantes, destruyó la escuela Plaza Towers y también afectó la primaria Briarwood, donde todos los niños parecen haber sobrevivido. Alumnos y padres contaron el martes cómo los maestros protegieron valientemente a sus alumnos, en algunos casos llevándolos a clósets y un baño, en medio del temor y el pánico.

Después que sonó la alarma de tornados, los niños de la primaria Plaza Towers corrieron a los andadores, pero algunos tenían ventanas que daban a la calle y no parecían lo suficientemente seguros.

Antonio Clark, alumno de sexto grado, dijo que una maestra lo llevó con otros al baño de los varones.

“Estábamos unos encima de otros”, dijo el niño, de 12 años. Otra maestra abrazó a dos alumnos y le tomó la mano a Antonio.

Veinte segundos después, Antonio escuchó un ruido muy fuerte que parecía una estampida de elefantes, y los oídos se le descompresionaron.

Entonces todo terminó con la misma rapidez que había comenzado. Arrodillado sobre el suelo, con su mochila sobre la cabeza, Antonio alzó la cabeza. El techo había desparecido y lo que veía era una nube llena de escombros.

Antonio y un amigo fueron los primeros del grupo en ponerse de pie. Tuvieron que caminar por encima de los escombros de lo que hasta hacía unos momentos era su aula. Los estudiantes y maestros batallaban por salir de entre ladrillos, vigas de madera y material aislante. Algunos tenían heridas sangrantes en la cabeza y alguien tenía los lentes cubiertos de sangre, relató Antonio.

“Todo el mundo estaba llorando”, dijo Antonio. “Yo lloraba porque no sabía si mi familia estaba bien”.

Entonces Antonio vio a su padre llegar en una bicicleta, gritando su nombre.

Phaedra también sobrevivió. Su madre se apresuró a llegar a la escuela momentos antes que el tornado se abalanzara sobre el edificio, le cubrió la cabeza a su hija con una manta para protegerla del granizo y la sacó del lugar.

En la primaria Briarwood, los estudiantes también se refugiaron en los corredores. Pero una maestra de tercer grado no creía que fueran seguros, así que llevó a varios alumnos y los ocultó en un clóset, dijo David Wheeler, uno de los padres que trató de llegar de inmediato a la escuela tras el paso del tornado.

La maestra protegió a Gabriel, de 8 años e hijo de Wheeler, con sus brazos mientras el tornado provocaba el colapso del techo y succionaba con una fuerza tal que a algunos alumnos les arrebató los lentes del rostro, dijo Wheeler.

Gabriel y la maestra -a quien Wheeler identificó como Julie Simon- pasaron trabajo para salir de entre los escombros. El niño tenía cortaduras y hematomas en la espalda y gravilla enterrada en el cuero cabelludo, explicó Wheeler. El niño y su padre demoraron casi tres horas en reunirse.

Otros padres demoraron incluso más mientras iban de una sala de emergencias a otra en busca de sus hijos.

En la Iglesia Metodista St. Andrews, Caitlin Ulrey, de 15 años, esperó siete horas a que sus padres la encontraran. Su escuela secundaria no fue afectada por el tornado, pero estaba muy nerviosa.

En Plaza Towers, varios estudiantes fueron sacados con vida de debajo de una pared colapsada y otros escombros. Los rescatistas pasaban a los sobrevivientes por una cadena humana de padres y voluntarios del vecindario.

Cientos de escuelas de Oklahoma tienen refugios reforzados contra tornados, pero no las dos que fueron afectadas el lunes.

Albert Ashwood, director del Departamento de Manejo de Emergencia de Oklahoma, dijo que cada jurisdicción fija las prioridades para que las escuelas reciban fondos para construir refugios especiales. Pero agregó que un refugio no necesariamente habría salvado más vidas en Plaza Towers dada la violencia de los vientos.

“Cuando uno habla de este tipo de medidas de seguridad… son medidas de mitigación, no una protección total”, dijo Ashwood.

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