Salvadoreños deportados hallan empleo en ‘call-centers’ (fotos)
Miles de salvadoreños de regreso en su país hallan en los call-centers un empleo digno y bien remunerado

Jorge Rapalo vivió en EEUU y regresó voluntariamente a El Salvador, en donde es el Jefe de Operaciones de SIMERCO. Aquí, dando instrucciones a un trabajador. Crédito: <copyrite>Especial para La Opinión - </copyrite><person>Róger Lindo< / person>
SAN SALVADOR.— Después de 10 años de vivir en Estados Unidos, Nahum Valladares regresó a El Salvador siguiendo la ruta de los deportados. Allá llegó a ganar hasta 22 dólares la hora trabajando en la construcción; ahora debía abrirse paso en una sociedad donde el empleo formal es escaso, mal pagado y sin futuro.
Probó suerte en una fábrica de chocolates. Ganaba el salario mínimo, 200 dólares al mes, y las condiciones ahí eran las de cualquier sweatshop del tercer mundo. Pero poco después descubrió que muchos deportados como él encontraban mejores condiciones laborales, al menos para los estándares salvadoreños, en el floreciente negocio de los call-centers.
No necesitaba un título universitario, ni habilidades especiales, y lo mejor de todo, su condición de deportado y las razones que condujeron a su repatriación (numerosos DUI o arrestos por conducir bajo los efectos del alcohol) no constituían un estigma para emplearse en esa industria. Lo importante, lo esencial era que Valladares había vivido en el norte, y que había adquirido suficiente dominio del inglés para intentar trabajar en ese campo.
Valladares no puede regresar a los Estados Unidos. Puede ir a la cárcel si lo intenta. Pero sigue conectado a esa sociedad ocho horas al día, seis días a la semana, mediante las computadoras del call-center para el que trabaja desde hace casi dos años.
“Los call-centers han ayudado mucho a la gente que ha venido deportada. Es uno de los mejores trabajos que uno pueda tener en este país”, asegura.
“Tenemos bastante gente de Estados Unidos y Canadá que por una u otra razón han regresado al país”, dice Juan Cea, director de mercadeo de SkyCom, una empresa que se especializa en ofrecer locales a los centros de llamadas. Esas personas repatriadas son un filón esencial para atender a los clientes internaciones que han hecho crecer su negocio.
Las “maquilas de la voz”, como les llaman algunos, dan empleo a alrededor de 18 mil personas en El Salvador. Los salarios base rondan los 500 y 600 dólares, un ingreso que supera incluso los de algunas profesiones.
Cada lunes, los principales rotativos del país rebosan de páginas enteras —en inglés— con avisos clasificados que ofrecen un puesto en el sector. “Unete a nosotros, envía tu resumé”. “Refiere a un amigo bilingüe y gana 100 dólares”. “Gana un bono de 300 dólares si te empleas con nosotros”. Estas son algunas de las carnadas con que los centros de llamadas intentan atraer personal. Algunas van más allá y ofrecen conexiones con instituciones médicas, descuentos en restaurantes, lugares de entretenimiento, hasta becas universitarias parciales para tentarlos.
Otras celebran ferias de trabajo que duran todo el día. Sykes, uno de los call-centers más importantes del país, incluso ha probado con enviar a sus reclutadores al aeropuerto para contactar a repatriados en el momento del retorno.
La demanda de personas angloparlantes es tan alta y competitiva que quienes conversan en esa lengua con fluidez practicamente pueden escoger donde desean trabajar. Si por una u otra razón causan baja en un centro, o si se les mete probar en otros lugares, saben que los esperan con los brazos abiertos.
Ricardo Suárez, que llegó al país deportado en 1998 después de purgar una condena en Estados Unidos por posesión de arma de fuego y drogas, obtuvo un empleo sin necesidad de dar muchas vueltas. “A los dos días de haberme entrevistado me llamaron de tres call-centers. Me decidí por el que me quedaba más cerca de casa”, dijo.