La tina, la tiña
La Cresta de la lengua
El futuro del español en Estados Unidos está garantizado. Si alguien estaba preocupado, “ya déjelo”. Eso se piensa y repite con gran convencimiento tanto dentro como fuera del país. Los comerciales de la televisión en español son reveladores. Ya que los que hacen los anuncios estudian los mercados se espera poder encontrar grandes verdades bajo su confección.
La creencia de que el español se habla y seguirá hablando por inercia flota mansamente en el ambiente patrio a modo de verdad absoluta. Un anuncio publicitario de televisión de un teléfono popular coloca las cosas en su sitio. Lo presenta así: hay un padre que ante las ventajas del contrato telefónico que va a comprar le comenta a la familia: “podemos dejarle (al hijo) hablar con la abuelita en México hasta que aprenda a hablar en español”. No hay que ser muy fiera para leer subliminalmente que se espera que no se aprenda en la educación: ni con ellos. El “método celular” de educación sea bienvenido.
No se percibe al hablar con la comunidad latina que el idioma sea algo por lo que dejar de dormir. Tal sosiego contrasta con la mezquindad con que algunos latinos notorios viven ser latino y no hablar bien español, o no hablarlo en absoluto. Muy típico de políticos, que hasta presumen de ello.
Es inadmisible que un dirigente de una organización latina nacional se presente en un programa de televisión en español de gran audiencia “con intérprete”. Por favor, “que vaya otro”: es un mal ejemplo para nuestros hijos. No se es más estadounidense por hablar menos español. La ignorancia en este terreno hay que denunciarla. No se puede dejar pasar por alto. Se lo digo a Jorge Ramos desde aquí. Si no se entiende algo tan elemental menos se entenderán las responsabilidades más sutiles. La influencia política del latino en la sociedad está en juego. Un futuro incierto planea sobre nuestras cabezas si la lengua se va por el desagüe.
No sabemos cuánto arrastrará.
Para asegurarnos de que no nos dejamos llevar por un arranque sensiblero hicimos una visita a la página nacional de la organización del susodicho invitado “sin español”. Buscamos en “misión” y no hallamos nada que pudiera relacionarse, aun de lejos, con la lengua que nos une. La ‘razón de ser’, de existir, de esta organización no pasa por nuestra lengua. El bilingüismo, que es una meta, brilla por su ausencia. El español se presenta solo como traducción del inglés. Si se pretende ayudar al latino, ¿cómo se espera que el latino se identifique consigo mismo como latino? ¿Se lo van a decir sus padres: “hijo eres latino”? A algunos el espejo no les dice nada.
Los hispanos tenemos una costura común que se hilvana con la lengua. Si se rompe habrá una brecha entre el latino de origen caribeño y el de origen mexicano; después, entre el de Nuevo México y el que vino de México; y entre el que antecede a Estados Unidos del emigrado posterior, y entre el emigrado histórico del recién llegado. Pura ruina.
La tina es el receptáculo donde cabemos todos; la tiña, enfermedad degenerativa. ¿Abundará más la tiña que la tina? Si se eliminara el nexo del idioma, lo latino se diluiría en un apellido para unos y en una fuente de discriminación para los restantes. Termino con otro anuncio publicitario. Dice: “para que podamos compartir un momento en español”. Que sea más.