Enfermos mentales abandonados por el sistema en NYC

Recientes ataques, como los reportados en los trenes de la ciudad, ponen de manifiesto la crisis de salud

Verónica no sólo debe enfrentar a la sociedad sino a su religión que no reconoce la depresión como enfermedad.

Verónica no sólo debe enfrentar a la sociedad sino a su religión que no reconoce la depresión como enfermedad. Crédito: Especial para EDLP / Víctor Matos

NUEVA YORK — Personas que empujan a otros en las vías del tren, o hijos que matan a sus padres en situaciones inverosímiles son sólo algunos de los casos que ponen de manifiesto la crisis mental que viven algunos neoyorquinos y la aparente falta de atención que reciben.

Es una situación “difícil y complicada la de lidiar con la familia y el sistema”, dijo Reynaldo –quien pidió no revelar su identidad— sobre la condición de su hijo de 29 años que sufre de esquizofrenia.

Diagnosticado a los 18, el hombre “mantiene controlada” la enfermedad gracias a los medicamentos que toma a diario. Pero es ahora que su vida empieza a ser normal, luego de estar recluido por 18 meses en un hospital para pacientes mentales, tras un incidente con su terapista, que lo consideró como un peligro para la sociedad.

Descrito por sus parientes como “una persona tranquila”, el hijo de Reynaldo empezó a trabajar en una tienda por departamentos hace dos meses, pero existe la inquietud de que algo le pueda ocurrir.

Pacientes y expertos coinciden en que los padecimientos mentales continúan siendo un tabú en la sociedad, especialmente entre hispanos, lo que impide a muchos buscar asistencia especializada.

La ayuda en español existe”, reconoció el padre, “pero no así el entendimiento de la cultura, porque eso hubiera evitado, tal vez, que a mi hijo lo hubieran enviado al hospital”.

Por eso, confiesa, la familia prefiere “mantener en silencio su condición, porque la gente en general califica a los esquizofrénicos como violentos”.

De acuerdo con el Departamento de Salud de la ciudad (DOH), uno de cada cuatro adultos neoyorquinos padecerá una enfermedad mental seria, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar.

A pesar de ello –advirtió Alan Avilés, presidente de la Corporación de Salud y Hospitales de Nueva York (HHC)- “sufren por el estigma asociado con las enfermedades mentales y tienen vergüenza para buscar la ayuda que necesitan”.

Como el hijo de Reynaldo, la indigente Ashley Jacob –que protagonizó, en julio pasado, la agresión en el “subway“— tiene una larga historia psiquiátrica que la obligaba a recibir tratamiento externo en el hospital Bellevue, según la Policía.

Pero, en la opinión del siquiatra Jorge Petit, es un error pensar que todas las personas con problemas emocionales son violentas.

En los casos de ataques en lugares públicos “debería primero determinarse si quien lo cometió tiene una enfermedad mental verdaderamente”, dijo el experto, quien fue subcomisionado de Higiene Mental del DOH.

El también fundador del grupo consultor Quality Healthcare Solutions subrayó que la comunidad latina no utiliza al máximo los recursos de ayuda existentes.

“Barreras de idioma, bajo acceso a información, falta de seguros médicos, costosos servicios” y escaso personal multilingüe y pluricultural son parte de esa realidad, “además de todo el estigma cultural que nos persigue como comunidad”.

Por ser hispana y padecer de depresión a lo largo de seis años, Verónica conoce muy bien ese prejuicio. Pero, además, debe lidiar con los obstáculos que le impone su religión musulmana, que no reconoce la enfermedad.

“En mi iglesia me dicen que lo que me hace falta es rezar para estar más con Dios”, explicó la mujer, de 38 años, que tiene dos hijos y buscó ayuda profesional cuando pensó en quitarse la vida en 2007.

“Hacía poco mi esposo había muerto y recién me habían dado la noticia que mi hijo pequeño sufría de autismo”, acotó. Pero su mal pareciera tener un origen más antiguo. “A los seis años, vi a mi padre quitarse la vida con una pistola”.

Este hecho, según su psiquiatra, causó el problema que sus compañeros de fe se niegan a ver. “Eso me duele porque no entienden que no es algo que uno pueda controlar”, expresó.

En el caso de Jacob y otros similares se cumple lo que denunció el director de Mental Ilness Policy Organization, D.J. Jaffe, en The New York Times, con respecto a la crisis de salud mental que vive Nueva York.

Desde que “miles de individuos con historia de violencia fueron liberados de instituciones de salud mental” por recortes de presupuesto (que en el estado de Nueva York han superado $132 millones de 2009 a 2012), “nadie monitorea si ellos toman sus medicamentos o si son un peligro para sí mismos u otros”, declaró Jaffe.

No en vano, aunque la Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales (NAMI) calificó con una B los servicios psiquiátricos estatales en su informe 2012-2013, criticó la grave escasez de camas y equipos de estabilización de crisis de los enfermos mentales en hospitales. Estados Unidos, en general, obtuvo una F.

En esta nota

esquizofrenia

Suscribite al boletín de New York

Recibe gratis las noticias más importantes de Nueva York diariamente en tu email

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google Política de privacidad y Se aplican las Condiciones de servicio.

¡Muchas gracias!

Más sobre este tema
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain