Echando sal a la herida de Manchester
Sierra & Tierra
Ya llueve sobre mojado en Manchester, el barrio más contaminado de Houston, una de las ciudades más contaminadas del país.
Esta comunidad, 90% hispana, está literalmente rodeada de instalaciones petroquímicas que emiten al aire al menos ocho sustancias cancerígenas. Los niveles de una de ellas, el benceno, son tan altos que vivir en Manchester equivale a estar atrapado en un atasco de tráfico las 24 horas del día.
Harris County, donde se encuentra Manchester, es el mayor emisor de sustancias cancerígenas industriales en EEUU.
Y por si esta asfixiante situación fuera poco, la industria petrolera planea construir en Manchester la terminal del oleoducto Keystone XL, el cual transportaría crudo bituminoso —el más tóxico del planeta— desde Alberta, Canadá, a este barrio hispano.
“Las refinerías de Manchester ya están equipadas para procesar el bitumen”, advierte Juan Parras, director ejecutivo del TEJAS (Texas Environmental Justice and Advocate Services) un grupo defensor de la justicia medioambiental. “Hemos estado muy activos protestando contra la construcción de esta terminal”.
Para Yudith Nieto, activista del Tar Sands Blockaders, otro grupo opuesto a la construcción de la terminal, el proyecto significa echar sal a una herida especialmente dolorosa.
“El bitumen que transportará el Keystone XL será refinado por instalaciones que ya violan regulaciones medioambientales federales”, dice. “Me opongo al Keystone XL porque trae sufrimiento a todas las personas cercanas a este monstruo”.
Pese a que este proyecto de TransCanada Corp. es todavía una propuesta, el transporte de bitumen ya se ha confirmado como algo extremadamente peligroso.
En 2010, un oleoducto que transportaba bitumen reventó cerca de Marshall, Michigan, vertiendo 840 mil galones de crudo al río Kalamazoo, el peor desastre de su tipo en la historia del país. Tres años y 1,000 millones de dó lares en costos de limpieza más tarde, todavía quedan cerca de 200 mil galones de crudo en el río. Resulta que el bitumen es muy difícil de limpiar y recuperar porque se hunde y adhiere al fondo de ríos y océanos.
En marzo, otro oleoducto bituminoso propiedad de Exxon Mobil se quebró en Mayflower, Arkansas, causando la evacuación de decenas de residentes que vieron sus calles convertidas en ríos de crudo. Hoy, Mayflower sigue prácticamente desierto y las labores de limpieza continúan.
De la aprobación del Keystone XL también emana un olor sospechoso. El Departamento de Estado, encargado de evaluar los méritos del proyecto, en un informe publicado en marzo, concluyó que el impacto medioambiental del oleoducto sería mínimo. Poco después se reveló que una de las empresas encargadas de realizar el estudio, ERM Group, es un miembro de pago del American Petroleum Institute y un defensor decidido del proyecto, que muchos de sus empleados tienen vínculos con TransCanada e incluso que el Departamento trató de encubrir esta relación. El escándalo ha obligado al Departamento de Estado a investigar todo el proceso de revisión.
Además, en Manchester, LyondellBasell, una de las refinerías contratadas para procesar el bitumen del Keystone XL, ya ha sido multada con 4,700 millones de dólares por violaciones de salud pública en varias de sus instalaciones en el país.
“¿Por qué se debe normalizar esta opresión?”, se pregunta Yudith. “Si el presidente Obama tiene intenciones sinceras de combatir el cambio climático, no permitirá que se construya el oleoducto Keystone XL”.
El Presidente ya ha advertido que aprobará el oleoducto solo si se demuestra que no empeorará la crisis climática. El Presidente anunciará su decisión en los próximos meses.
Mientras tanto, la pelea contra el Keystone XL es también nuestra pelea. Construir el terminal sería echar sal a la herida no sólo de Manchester, sino de toda la comunidad hispana.
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígalo en Twitter @javier_SC