Ultimátum republicano

Es razonable preocuparse porque la oposición ha hecho todo lo posible para que Estados Unidos sea ingobernable

La maniobra de Ted Cruz ha suscitado la polémica y la división en las filas del propio partido republicano, cuyo liderazgo en la Cámara Alta la considera condenada al fracaso.

La maniobra de Ted Cruz ha suscitado la polémica y la división en las filas del propio partido republicano, cuyo liderazgo en la Cámara Alta la considera condenada al fracaso. Crédito: AP

Política

Estados Unidos se encuentra de nuevo ante el abismo de la paralización de sus servicios públicos y de la suspensión de pagos debido a la decisión del Partido Republicano de condicionar la extensión de los presupuestos a la eliminación de los fondos para financiar la reforma sanitaria de Obama.

La medida, considerada como un chantaje inaceptable por la Casa Blanca y criticada por algunos republicanos moderados, confirma el peso insólito de la extrema derecha en el Congreso.

Desde su nacimiento, la reforma sanitaria de Obama, conocida como ‘Obamacare’ (Affordable Care Act o Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio) ha sido la mayor obsesión de los republicanos. Tanto, que la Cámara de Representantes había votado ya 42 veces, incluida la del viernes pasado, por su abolición. Pero nunca hasta ahora se había llegado al extremo de que un partido pudiese tratar de sacar adelante su programa no a través del proceso constitucional, sino mediante el chantaje; amenazando con hundir el Gobierno federal, y quizá toda la economía, si no se satisfacen sus exigencias.

Se trata de la primera vez que los republicanos logran vincular la reforma sanitaria con el presupuesto.

Esta iniciativa ha sido reimpulsada por algunos de los senadores más conservadores del Partido Republicano, respaldada por cerca de 40 congresistas y liderada por los senadores de Texas, Ted Cruz, y de Utah, Mike Lee, así como por lobbies ultraconservadores como el Heritage Action for America, que ha hecho campaña por esta medida y el Club for Growth, que aboga por bajar los impuestos a las rentas altas.

Por otro lado, es razonable preocuparse porque los republicanos vayan a hacer todo lo que esté en su mano para que Estados Unidos sea ingobernable. Después de todo, es lo que han estado haciendo sin parar desde que Obama ocupó el cargo.

Durante los dos primeros años de la presidencia de Obama, cuando los demócratas controlaban las dos cámaras del Congreso, los republicanos se opusieron de manera inflexible a todas y cada una de las propuestas que presentó. Entre otras cosas, pusieron en práctica un número sin precedentes de maniobras obstruccionistas, con lo que convirtieron el Senado —por primera vez— en una cámara en la que no se puede aprobar nada sin 60 votos. Y cuando los republicanos se hicieron con el control de la Cámara, se volvieron todavía más extremistas.

El texano Ted Cruz, vinculado al Tea Party, el movimiento más conservador dentro del Partido Republicano, ofreció un maratónico discurso de más de 21 horas con el objetivo de que se rechazara el plan de salud de Obama, pero no avanzó en la iniciativa de descarrillar el programa.

El Senado, controlado por los demócratas, previsiblemente enmendará la propuesta de manera que vuelva a contemplar la financiación para los servicios de la ley de salud, y enviará de nuevo el texto a la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, antes de llegar al presidente Obama.

Se espera que la parte diseñada para negarle fondos a la iniciativa de Obama de reformar el sistema de salud sea retirada de la ley.

Sin embargo, según adelanta Político , el líder de la Cámara de Representantes, John Boehner, podría enmendar una vez más el texto que devuelva el Senado, por lo que los legisladores volverían al mismo punto de partida.

El 1 de octubre entran en vigor los apartados de la reforma sanitaria que más beneficiarán a los ciudadanos, los que permitirán el seguro prácticamente universal, por lo que esta es la última oportunidad de derribar esa ley antes de que la opinión pública la respalde plenamente.

No obstante, casi toda la ley conocida como ‘Obamacare’ entrará plenamente en vigor a principios del año que viene.

Hay, sin embargo, una forma de obstrucción que sigue estando al alcance del Partido Republicano. El año pasado, el fallo del Tribunal Supremo que confirmaba la constitucionalidad de la ley, también otorgaba a los estados el derecho de no llevar a cabo la ampliación de Medicaid si no quieren. Y parece que algunos estados van a aprovechar esta “oportunidad”.

¿Qué va a significar esto?

La consecuencia sería un tremendo golpe económico para los estados que la rechacen: perderían más de 8,000 millones de dólares de ayudas federales y también se verían en la obligación de tener que pagar unos 1,000 millones de dólares más para cubrir las pérdidas en las que incurrirían los hospitales al tratar a quienes no estén asegurados, analiza un nuevo estudio de RAND Corporation, una institución investigadora apartidista.

En cambio, si la Obamacare funciona (y funcionará), millones de votantes con rentas medias disfrutarán de grandes beneficios, incluso en los estados que rechacen la ampliación. Así que este rechazo no va a desprestigiar la reforma sanitaria, aseguran.

Lo que puede que sí haga, dicen, es dejar claro a los votantes con rentas más bajas lo poco que al Partido Republicano le importa su bienestar, y aumentar la ya considerable ventaja que el Partido Demócrata le saca, especialmente entre los latinos.

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