Hispanos en NYC luchan por rehacer vidas a un año de Sandy

El próximo 29 de octubre se cumple el primer aniversario del paso del devastador huracán por el área de Nueva York

A casi un año del paso del huracán Sandy, todavía muchos de los afectados no han podido solucionar su situación.

A casi un año del paso del huracán Sandy, todavía muchos de los afectados no han podido solucionar su situación. Crédito: AP

Nueva York – El 29 de octubre pasado sigue muy presente en la memoria de neoyorquinos como Jesús Aguilar y Jennifer García, emigrantes mexicanos a los que el huracán Sandy arrebató todo lo que tenían y, un año después, aún continúan luchando por rehacer sus vidas.

Un recorrido por Port Richmond, una de las zonas afectadas por el azote de Sandy en Staten Island y hogar de una gran comunidad mexicana, muestra el contraste entre las casas ya reparadas y de sus habitantes que han continuado con su vida normal y el de las viviendas vecinas, algunas con puertas y ventanas tapadas con planchas de madera, o con cristales rotos y hierbajos que han crecido a su antojo.

Aunque en algunas puertas cuelga el letrero -que ya ha perdido el color por el paso del tiempo- que autoriza a sus habitantes a regresar, las casas están aún abandonadas, necesitadas de reparaciones.

En esas casas vivían de alquiler muchos latinoamericanos, sobre todo mexicanos, que por su estatus migratorio no pudieron acceder a ayudas oficiales tras haber perdido todas sus pertenencias.

Tras el paso de Sandy salió a relucir que algunos dueños no tenían seguros adecuados, mientras que otros afrontaron problemas para cobrar el dinero de las pólizas, lo que hizo aún más lento el proceso de reconstrucción.

“El dueño de esta casa no ha hecho absolutamente nada. Dice que está evaluando, que no sabe si la va a reparar o si la vende”, dijo a Steffani García sobre el que fue hasta hace un año su hogar, junto a su esposo y dos hijos, y que ahora es una vivienda inhabitable dañada por la inundación de la zona, que quedó literalmente bajo el agua.

Las inundaciones provocadas por Sandy obligaron a la evacuación de 375,000 neoyorquinos, así como de algunos hospitales, dejó a cientos de miles sin energía eléctrica y 80,000 toneladas de escombros.

“Fue una experiencia súper horrible, la tristeza muy grande por mis hijos, por mi, por muchas cosas”, dijo García, de 25 años, que trabaja como cajera en un supermercado, mientras que su esposo es obrero de construcción.

“Estamos tratando de salir adelante, de reconstruir nuestras vidas. Encontramos otro lugar, pero no es lo mismo”, explica García, quien señala que uno de sus hijos “llora mucho” porque el trauma le afectó más.

Dijo además que la única ayuda que lograron de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA) fue un dinero para pagar el depósito y un mes de alquiler para mudarse, y gracias a que sus hijos nacieron en este país.

Su compatriota Jesús Aguilar, quien residía a pocos pasos de su casa, tampoco olvida el 29 de octubre cuando Sandy, tras devastar Nueva Jersey, azotó a Nueva York y con ello, también perdió el que fue su hogar durante dos años, que compartía con su esposa, hijo y tres sobrinos.

Un incendio acabó con la casa de madera y todas sus pertenencias: ropa, zapatos, dinero, computadoras, televisión, que figuran entre los escombros, que aún quedan testigos de lo que ocurrió ese día.

“Es triste recordar todo. Fue una pérdida total, que gracias a Dios fue material, no fue humano. De lo material poco a poco uno se recupera con el tiempo… es difícil recordar porque es triste”, afirmó Aguilar, de 35 años y que hace siete dejó la ciudad de Acapulco para establecerse en Nueva York.

“La primera ola de agua fue muy grande y nos fuimos a la casa de un amigo y esa noche nos avisaron que se estaba quemando la casa. No pudimos venir porque la tormenta estaba muy fuerte y regresamos al día siguiente”, recordó.

Aguilar, que trabaja a tiempo parcial en un restaurante, destacó además que del dueño de la propiedad “no he recibido nada” y que incluso no le ha querido devolver el dinero que pagó como depósito cuando alquiló la casa.

Debido también a su estatus legal, la única ayuda que Aguilar y su familia han recibido fueron $1,300 ddel consulado mexicano y otros 1,200 de los fondos donados por Caridades Católicas para los afectados por Sandy que distribuyó la organización El Centro del Inmigrante, de Staten Island, y que usó para un refrigerador y aparatos de aire acondicionado.

“Fue empezar de nuevo, de cero, como cuando uno llega de México u otro país. Lo importante es que uno está ya ubicado y con trabajo y salud”, afirmó Aguilar, quien aseguró que de Sandy recuerda “mucha tristeza, muchas familias llorando por sus pérdidas. Todo fue un desastre”.

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